Lara Siscar: "Muchos utilizan las redes sociales como una escupidera general"

¿Qué fue primero, el deseo de escribir un ‘thriller’ o el impacto de un caso espeluznante como el de la niña de 14 años, obligada a prostituirse?

Lo primero en hacerse un hueco en mis intereses fue el caso de la menor. Me tropecé por casualidad con una crónica sobre el juicio que se celebró en Mérida y me provocó una gran conmoción. Yo escribí la historia de un modo que refleja mis preocupaciones: la relación de las mujeres con ellas mismas y con los otros, las comunidades rurales, la tiranía de las redes... Que la novela se pareciese poco a poco a un ‘thriller’ fue algo involuntario.

La protagonista es Berta, periodista de radio. ¿Qué hay en ella de usted y de sus casos de acoso a través de las redes sociales?

Hay mucho en lo que respecta a la estupefacción que produce en Berta (y en mí) el comportamiento de algunos individuos en las redes sociales. A veces es como si las personas se deshumanizasen. Llegan a niveles de crueldad de los que no estoy segura de que sean conscientes. Las redes sociales tienen mucho potencial y algunos lo utilizan como una escupidera general. Hay mucha frustración en este mundo.

¿Quiere advertir de algo sobre las redes sociales? ¿Se puede detener el rumor?

El rumor es imbatible si no se ataja desde el origen cuando apenas se inicia su estallido. Eso lo sabe todo el que ha convivido en una comunidad limitada. Un pueblo, un colegio, una pandilla... Quiero apuntar el peligro de la tiranía de la masa. Una masa indiferenciada que a través de las redes sociales puede llegar a cualquier rincón del planeta.

La novela parece preguntarse por qué hay tanto odio ahí afuera. ¿Tiene alguna respuesta?

Ninguna fuera de lo obvio. Pero tampoco me gustaría tenerla. Demasiada responsabilidad para alguien tan individualista como yo.

¿Cómo se ha atrevido a llamar Rayuela al pueblo?

Empezó como una broma. Al principio era peor, quería llamar al pueblo Rayuela de Cortázar. Tal cual. Siempre me pareció un precioso nombre aldeano. No tiene más explicación.

Hay un dicho: "Pueblo pequeño, infierno grande". ¿Cuál es su mirada sobre el universo rural?

Lo respeto como el lugar en el que la esencia está tan enfrente de uno mismo que no es posible esquivarla. Todos saben quién es quién en el pueblo. Uno puede disimular en la ciudad, en otra comunidad. En el pueblo te conocen. Conocen a tus padres. Conocen tu pasado. Yo soy de pueblo. Crecí en uno y me trasladaron de adolescente a otro similar. Sé lo que es ser del pueblo y ser la forastera. No hay posibilidad de impostura en el pueblo. El pueblo siempre te pone en tu lugar, una y otra vez, incluso en contra de tu voluntad. Para transformarse hay que ser de acero, o marchar.

La novela arranca con alguien que llama por teléfono a un programa del tipo ‘Hablar por hablar’, y se suicida, o lo matan, de un disparo. ¿Qué buscaba? ¿Ocurrió algo así alguna vez?

Buscaba un inicio sorprendente, un juego de impacto con el lector. Algo que facilitase que quien lea ‘Flores negras’ tenga la paciencia de quedarse hasta el final y seguir la vuelta al pueblo de la protagonista y la resolución de un misterio del pasado. La verdad es que no tengo constancia de un incidente similar.

¿Cuál es el lugar del periodismo en el libro? ¿Es ‘Flores negras’ una meditación sobre el sensacionalismo?

Más que una meditación es un apunte. Los periodistas somos los grandes responsables de que el sensacionalismo consiga un eco que va más allá del boca a oreja. Incluso en el tiempo de las redes, cuando el rumor es casi tan rápido como la luz en su expansión, ahí estamos los periodistas para recoger lo más ‘suculento’ y ensalzarlo en nuestro medio como algo a lo que hay que prestarle mucha atención. Ampliando un ‘tuit’, convirtiéndolo en noticia, aceptando Twitter como medio oficial de expresión de cualquier tema... y no sé si es por convencimiento o por pereza, pero no se puede delegar más nuestra función ni regalar más nuestra profesión.

¿Qué significan las ‘Flores Negras’ del título? Las flores que crecen y andan siempre por ahí.

Son todos los miedos del mundo. Todos contamos con un buen puñado de ellos, cada uno los suyos.

¿En qué medida es esta una novela feminista?

En la medida en que lo es su autora. Mi manera de hacer feminismo es seguir firme, levantándome cada día y cumpliendo con mis tareas profesionales con el mayor arrojo, esfuerzo y voluntad del que puedo hacer acopio como individuo capaz que soy.