Instrumentos 'vestidos' de alta costura

La zaragozana Elena Felipe es la única española que se dedica a decorar claves. "Cuando los pinto me siento como si le estuviera haciendo un vestido a una novia", dice

Titus Crijnen, luthier de claves establecido en Sabiñán.
Titus Crijnen, luthier de claves establecido en Sabiñán.
Roxanna Dourthe

Puede que fueran los hados quienes hace once años pusieron en contacto a la zaragozana Elena Felipe y al holandés Titus Crijnen. Pintora y miniaturista ella, luthier él, forman hoy en día un exquisito e improbable dúo artesanal que, desde Zaragoza, factura claves a medio mundo. Fue Titus quien, establecido en la localidad aragonesa de Sabiñán, se puso en contacto con Elena, enamorado de los instrumentos barrocos en miniatura que ella construía con primor.

Instrumentos vestidos de alta costura

Elena Felipe, en su taller de Zaragoza. Foto: Oliver Duch.

Fue un flechazo. "Me dio unas tablas de claves para que ensayara algunas pinturas", recuerda Elena. "Cuando vino a verlas, Titus no podía ni hablar". Para él, Elena supuso el complemento perfecto y necesario para sus instrumentos. Y encima, casi al lado de casa. En cuanto a ella, se ha convertido en la única española dedicada a este oficio, una oportunidad de sublimar sus capacidades como pintora, de dar rienda suelta a su versatilidad en los múltiples terrenos que domina y que implica esta tarea tan específica, como la policromía o el dorado.

De Aragón al mundo

En 2018, el mundo del clave es minoritario, pero no minúsculo. Holanda, con larga tradición en la fabricación de estas piezas desde su invención, es uno de sus centros neurálgicos, pero Felipe y Crijnen, construyen modelos para todo el mundo: Japón, Corea, Alemania, Francia, Italia...

El clave es actualmente uno de los instrumentos en los que decoración resulta para los músicos casi tan importante como la calidad del sonido que emite. Lo explica Elena Felipe: "Por una cuestión de sonoridad, los claves están fabricados en madera de chopo, un material pobre, el mismo del que se hacen las cajas de fruta. Por este motivo, sin ornamentar resultan muy simples a la vista. Para compensar, el luthier suele añadir ébano o marfil en las teclas, o tallas en el frente. Pero pintarlos es como vestirlos, darles presencia ante el público; los músicos dicen que, decorados, suenan el doble de bonitos, forma parte del espectáculo, de la misma manera que los músicos se arreglan para salir al escenario". "Es un trabajo muy bonito, me siento en mi elemento, cuando lo hago es como si le estuviera haciendo un traje a una novia", describe Elena.

Instrumentos vestidos de alta costura

El holandés Titus Crijnen es un luthier de claves que trabaja en Sabiñán. Foto: Roxana Dourthe

En un clave se puede embellecer casi todo, pero lo mínimo es intervenir en la tabla armónica (la pieza que recubre las cuerdas y que hay que pintar antes de ponerlas), las tapas por dentro y el exterior de la caja (a veces, incluyendo las patas). Para ello se usan todo tipo de materiales (tempera, lacas, acrílicos o papel) y técnicas. Por eso, apunta Elena, "creo que es tan difícil encontrar a la persona adecuada, porque debe dominar muchas habilidades, y adecuarse a las necesidades del instrumento y del propio músico". Elena Felipe trabaja siempre en contacto con ellos. Entre sus clientes hay instituciones, profesionales, pero también aficionados. Muchos le piden reproducciones de piezas antiguas. En ese caso, comienza el trabajo a partir de fotos, escala los diseños y reproduce los dibujos al tamaño del instrumento nuevo. En otras ocasiones, el punto de partida es alguna idea del músico o su propia creatividad. Siempre dentro de los presupuestos del arte barroco, aunque, explica Elena, también hay decoraciones modernas ("hay un clave pintado por Chagall", comenta). Pero siempre, dice, "me intento adaptar a lo que me piden los músicos, porque para ellos es algo muy importante".

Animales, flores, ‘chinoiseries’

El estilo de estos instrumentos es tan reconocible (con la policromía como constante) como variado. Elena pinta animales exóticos, cenefas vegetales, aves, paisajes antiguos, grandes bodegones florales y hasta ‘chinoiseries’, algunas sumamente complejas. Tanto, que también le han impelido a desarrollar soluciones, desde el punto de vista de la funcional y también presupuestario. Por ejemplo, en el caso los relieves. "Lo que antiguamente serían varias capas de laca, ahora las sustituyo por pastas que hago yo misma, de otra manera debería invertir mucho tiempo, el precio sería muy alto y seguramente no soportarían los traslados", explica. El toque personal de Elena Felipe es "una patina final que les da un sabor añejo". Aunque, advierte, "no por ser antiguo un clave es mejor"

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