Una boda real diferente

Afroamericana, divorciada y caminando sola un trecho hacia el altar. Meghan hizo este sábado de su enlace con el príncipe Enrique una renovadora declaración de intenciones.

El príncipe Harry y Meghan Markle se dan el 'sí quiero'

El tópico nupcial pide para la novia algo azul, algo prestado y algo nuevo. Si Meghan Markle llevó algo azul no pudo apreciarse este sábado a simple vista en su boda con el príncipe Enrique de Inglaterra. Prestada fue, por ejemplo, la espectacular tiara que sujetaba su velo, que perteneció a la reina María, abuela de Isabel II. Y lo nuevo fue... ella misma. Porque Meghan es en la Familia Real británica una mujer de primeras veces. Es la primera afroamericana en la época moderna (hay quien dice que la reina Carlota tenía ancestros africanos). También es la primera, por ejemplo, en haber protagonizado una serie de televisión. La boda de este sábado en la capilla de San Jorge del Castillo de Windsor fue, en consecuencia, un reflejo de los aires renovados que la ya duquesa de Sussex va a imprimir a su recién adquirida familia política. A la que, por cierto, esta actriz de 36 años le ha venido muy bien para mejorar sus índices de popularidad. Y la boda de este sábado, seguida por miles de personas en las calles y en sus casas, no hizo sino acrecentar esta sensación.

Fue un enlace en el que se logró un muy adecuado equilibrio entre el rígido protocolo que gira en torno a Isabel II y el estilo desenfadado de esta pareja de treintañeros, improbables aspirantes al trono, cuya principal misión dentro del engranaje de la corte será la de dedicarse a las causas benéficas o sociales. Se habla de la Commonwealth para ambos y de cuestiones relacionadas con las causas de la mujeres para ella (declarada feminista).

Seiscientos elegidos

Apenas unos 600 invitados (familia, amigos y ningún político), de los más de 2.000 que acudieron después al convite, pudieron estar presentes en la capilla. La ceremonia comenzó a las 13.00 (hora española) y solo un minuto antes llegó, vestida de amarillo limón, la reina Isabel, última en acudir según la costumbre. Antes lo había hecho el novio, acompañado de su hermano Guillermo. Desde un cercano hotel se aproximaba a la capilla la novia, que viajaba en un Rolls Royce junto a su madre, Doria Ragland (con su ‘pearcing’ en la nariz), un momento muy esperado que adelantaba que no iba a ser una boda como las demás.

Efectivamente, tras la tan comentada ausencia de Thomas, el padre de Meghan (oficialmente por problemas de salud), fue finalmente su madre quien la acompañó hasta el castillo. Al llegar fue la novia sola, en un momento que pasará a la historia, la que recorrió parte del camino hacia el altar. A pocos metros, fue Carlos, el príncipe de Gales, a punto de convertirse en su suegro, quien le salió al paso para escoltarla hasta el novio. Se quiso evitar la apariencia de una "entrega". No fue el único cambio para evitar la idea de sumisión. Meghan renunció a pronunciar las frases que prometen obediencia al marido.

Guiños a su cultura

Hubo más ‘toques Markle’. La boda estuvo llena de guiños a su cultura y a su raza. Un coro de voces negras entonó en un momento de la ceremonia la popular canción ‘Stand by me’, de Ben E. King. Y negro también fue el virtuoso joven intérprete de varios solos de violoncelo: Sheku Kanneh-Mason. Pero si un personaje se llevó la atención del oficio religioso fue Michael Curry, la cuota estadounidense entre los celebrantes, al que le correspondió el sermón. Curry, que en 2015 se convirtió en el primer obispo afroamericano en presidir la Iglesia Episcopaliana, pronunció un apasionado discurso sobre la fuerza del amor.

"Hay poder en el amor. No lo subestiméis. Cualquiera que alguna vez se haya enamorado sabe a qué me refiero", predicó en un apasionado discurso, escrito en una tablet, con menciones a Martin Luther King.  "Él tenía razón; debemos descubrir el amor, el poder redentor del amor. Cuando lo hagamos haremos de este viejo mundo un mundo nuevo", agregó en una homilía muy comentada al alejarse de la sobriedad característica que marca la tradición británica. "Si los gobiernos se guiarán por el amor, ningún niño se iría a la cama hambriento nunca más", concluyó Curry, cuyas palabras fueron recibidas con grandes sonrisas y asentimientos por parte de la novia.

Meghan Markle, modernidad y diversidad en la Corona británica

Fue tan arrollador el ‘efecto Markle’, que el vestido quedó casi en un segundo plano. Fue, finalmente Givenchy quien vistió a la novia. Su directora creativa, la británica Clare Waight Keller, fue la primera mujer en llegar a este cargo en la firma francesa. El modelo escogido: un clásico minimalista. Escote tipo barco, muy poca cola y un largo velo romántico que llevaba bordadas flores de los 53 países de la Commonwealth. En los pies, unos salones blancos completaban una imagen sencilla, subrayada por un maquillaje muy ligero y un peinado que le jugó alguna mala pasada y que Markle  se vio obligada a recomponerlo en varios momentos.

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