Luis Zueco: "Cualquier novela histórica es imperfecta en sí misma, y el lector lo sabe"

El escritor aragonés ambienta en Veruela ‘El monasterio’, libro que presenta mañana y con el que cierra una trilogía.

El escritor aragonés Luis Zueco acaba de publicar 'El monasterio' (Ediciones B).
Luis Zueco: "Cualquier novela histórica es imperfecta en sí misma, y el lector lo sabe"
Guillermo Mestre

A mediados del siglo XIV, las coronas de Aragón y de Castilla combatían duramente entre sí, en lo que acabó siendo conocido como la Guerra de los dos Pedros. En ese contexto histórico, un joven llamado Bizén de Ayerbe, ayudante de un notario real de Zaragoza, llega al monasterio de Veruela para reclamar los restos del infante Alfonso por orden del rey Pedro IV de Aragón. Pero un crimen lo trastoca todo. Este es el punto de partida de ‘El monasterio’, la última novela del escritor aragonés Luis Zueco, con la que cierra su ‘Trilogía de la Edad Media’. Ayer, a las pocas horas de salir a la venta y sin apenas promoción, ya estaba en el puesto 37 de las novelas más vendidas en España en la última semana.

"Una novela histórica tiene que reflejar el espíritu de la época en la que está ambientada –señalaba el escritor–. Aunque hay que tener claro que nunca vamos a saber cómo pensaba realmente un rey medieval, y que todo lo que podemos conseguir es aproximarnos a ello".

Cuando Luis Zueco (Borja, 1979) empezó a documentarse para la novela, enseguida vislumbró la que sería su principal trama misteriosa, la peripecia vital del infante Alfonso, antes y después de su muerte.

El misterio del infante

"Era el primogénito de Jaime I, el que tenía que haber sido rey. Pero su padre contrajo nuevamente matrimonio, tuvo otros hijos que le acabaron importando más y cambió el testamento varias veces –relata–. Al final Alfonso fue medio repudiado por su padre, lo que se convirtió en un problema porque las Cortes de Aragón lo habían jurado como rey. Alfonso murió y fue enterrado en el monasterio de Veruela. No sabemos por qué se hizo así, porque en su testamento había estipulado que lo enterraran en Huesca. También había otros monasterios, como el de Piedra, más cercanos al lugar donde falleció. Y durante casi un centenar de años se sucedieron los intentos de llevar sus restos a la capital oscense".

En ese marco se desarrolla la novela, protagonizada por Bizén de Ayerbe, un personaje configurado para instalarse en la mente del lector desde las primeras páginas.

"Es un personaje con sorpresa –señala Zueco–. Descubre que en Veruela hay muchas cosas escondidas y que no es tan fácil cumplir la misión por la que ha sido enviado allí. Al final tiene su oportunidad, y el lector verá si lo consigue o no. He dedicado mucho tiempo a Bizén porque creo que en la novela histórica, como en cualquier otro género narrativo, lo verdaderamente importante son los personajes. Si buscas un periodo histórico apasionante y poco conocido, un escenario como Veruela y, si has definido bien los personajes, solo tienes que ‘soltarlos’ para que sean ellos mismos los que te creen la trama. Lo verdaderamente complicado en una novela es crear los personajes".

Toda novela histórica tiene un trasfondo, y en esta lo configura la vida cotidiana de un monasterio. "Eran microcosmos en los que había un poco de todo, porque desde ellos se administraban amplios territorios. Eran grandes centros de poder y, por ello, escenario de conspiraciones, corrupción, venganzas, pasiones, luchas...".

Todo está minuciosamente ambientado, aunque Zueco precisa que solo ha trasladado al libro entre el 1 y el 5% de lo que sabe sobre la época. "Una novela histórica no puede perder de vista al lector. A veces descubres que una escena o capítulo no funciona y es porque hay un exceso de información. Yo intento que toda la información histórica que aparece en las novelas tenga su sentido en la trama, que no sea nada gratuito. Y busco sorprender. Escribo precisamente para eso, para plantear pequeñas sorpresas a quien lea mis novelas".

¿Y los fallos? ¿Los gazapos? "Siempre se pueden cometer errores. Lo importante es documentarse bien –señala–. Pero la documentación no lo es todo en una novela histórica. Es lo más difícil, no lo más importante. Porque hay que lograr que el texto ‘transmita’, que atrape y seduzca al lector. Cualquier novela histórica es imperfecta en sí misma, y el lector lo sabe. Al lector de novela histórica no se le puede engañar. Exige cada día más, y está bien que sea así. Lo malo sería que exigiera cada vez menos".

‘El monasterio’, que ya está en las librerías, se presenta mañana (19.30) en el Teatro Principal de Zaragoza.

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