José María Maldonado: "Los dos bandos quisieron enterrar el bombardeo de Alcañiz de 1938"

Dos minutos, 10.000 kilos de explosivos y 500 muertos. Alcañiz, 3 de marzo de 1938. ¿Fue aquel el bombardeo olvidado?

Sucedió seis días antes de que empezara la batalla de Aragón, que va a romper el frente republicano y va a llegar al mar en menos de seis meses. La noticia aparece en los periódicos al día siguiente, pero después se olvida. En el fondo es lógico: a los republicanos no les interesaba que la gente se desmoralizara y silenciaron el bombardeo; y por la otra parte, cuando los nacionales llegaron a Alcañiz vieron la masacre causada y evitaron decir que eran los responsables. Por ambos lados hubo una voluntad de enterrar la noticia.

¿Está demostrado que se registraran 500 muertes?

Ni lo está ni lo estará jamás. Tenemos el testimonio del oficial del juzgado que acudió a la morgue –la iglesia de San Francisco, contigua al hospital–. En diferentes momentos y a diferentes personas, él transmitió que cuando pasó de 500 cuerpos dejó de contar. Si además tenemos en cuenta que muchos fallecidos fueron directamente trasladados a las fosas comunes por cómo estaban los cuerpos, tenemos una cifra bastante superior a 500. Ese documento judicial se eliminó o se traspapeló; ya no existe.

¿Más muertes que en el bombardeo de Guernica?

Hablamos de uno de los tres mayores bombardeos de toda la Guerra Civil. En Guernica se han dado muchas cifras, desde un centenar hasta un millar. En todo caso, por encima de Alcañiz solo estarían Guernica y un bombardeo en Barcelona el 18 de marzo del 38.

¿Qué objetivo tenía el ataque en Alcañiz?

Preparar la batalla de Aragón. Lo tremendo es que se llevara a cabo en pleno núcleo de Alcañiz.

Las bombas no tienen ideología.

La orden que dan los italianos a sus pilotos es el bombardeo por avistamiento: en el momento en el que veían el pueblo, soltaban las bombas. A todos, de izquierdas y de derechas. Por eso, la parte inicial del pueblo viniendo de Zaragoza fue la más castigada.

Ha dicho que fue su incredulidad ante lo sucedido lo que le llevó a escribir en 2003 el libro ‘Alcañiz, 1938. El bombardeo olvidado’.

Se lo escuché tantas veces a mi abuela o a mi padre que llegó un momento en que decidí que debía aparecer en los libros.

Ahora acaba de publicar novela sobre ese episodio, ‘El dolor del silencio’. ¿Un cambio de registro?

Durante cuarenta años he sido profesor (ya estoy jubilado). Cuando me contaban los abuelos sus historias –he hablado con cientos de ellos–, había situaciones personales que me llamaban la atención pero que, claro, no podía incluir en un libro de historia. Pero yo tomaba nota. Ahora, como la gente no lee historia y yo quería que esto se supiera, he intentado contar cómo era la vida en esos momentos en Alcañiz, a un nivel más popular. La editorial Doce Robles me lo propuso y contesté que sí, sin dudarlo.

El Ayuntamiento de Belchite, en manos del PP, celebró el pasado septiembre (también coincidiendo con el 80 aniversario) su primer homenaje a los supervivientes de la batalla. ¿Empiezan a restañarse las heridas?

La gente empieza a querer conocer qué pasó en sus pueblos. Como historiador, no me gusta que se den matices hacia un bando u otro; hay que contar la historia como ocurrió. Yo digo una frase un poco bruta: la historia está para contarla, pero en estos momentos la basura no hay que removerla. Debemos contar qué ocurrió en Calanda o Alcañiz, pero sin dar nombres: los nietos no tienen por qué estar marcados por lo que hicieron sus abuelos.

El Gobierno de Aragón tramita la Ley de Memoria Democrática. ¿Qué le parece el proyecto?

A mí lo que me gusta es que las cosas que han pasado se conozcan. Partimos de recuperar la historia, y por tanto me parece una buenísima idea. No entro en valoraciones políticas, pero en general me parece que la ley es correcta.