El oro malva

La lavanda, muy demandada por la cosmética y la perfumería, está de moda y se va abriendo paso como cultivo en Aragón.

La espectacularidad de los campos de lavanda se ha convertido también en un gancho turístico en tierras manchegas.
La espectacularidad de los campos de lavanda se ha convertido también en un gancho turístico en tierras manchegas.
Heraldo

A las numerosas propiedades de la lavanda (es antiinflamatoria, sedante, antiséptica...) y al innegable atractivo de su aroma, se añade ahora otro gancho. Esta planta lila, originaria de la Europa mediterránea y del norte de África, aparece en el siglo XXI como alternativa económica y sostenible en el sector agrario. La lavanda huele a dinero. Y a sostenibilidad. En España, empieza a sustituir, cada vez con más brío, a los tradicionales cultivos de cereal, lastrados por la crisis (muchos apenas se mantienen con la ayuda de la PAC) y por el agotamiento de la tierra. Al contrario, la lavanda, sobre todo, y otras plantas aromáticas, son demandadísimas por la industria cosmética y perfumera, mayoritariamente extranjera. Una demanda que actualmente supera producción. La lavanda se paga muy bien.

Castilla La Mancha es la región española que lleva más trecho recorrido en su apuesta por estos nuevos cultivos. Y los beneficios no solo se están viendo entre los agricultores. La espectacularidad de los campos malvas en plena floración ha empezado a activar el turismo. Crecen los visitantes que acuden a disfrutar de su belleza, un deleite para la vista y el olfato.

En Aragón se están dando, de momento, tímidos pasos al respecto. Hay ya campos de lavanda, por ejemplo, en las Cinco Villas, en Teruel y, asimismo, está en marcha otro proyecto experimental en Jaca, a las faldas del monte Oroel, impulsado por el Ayuntamiento de la localidad altoaragonesa y el Gobierno de Aragón a través, estos dos últimos, del Centro Centro de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (CITA).

Juliana Navarro, doctora en ingeniería agrónoma e investigadora del CITA especializada en plantas aromáticas, describe el panorama en torno a la lavanda en Aragón como "un ‘boom’ en torno a lo que se ha estudiado hasta la fecha" (en particular, por su antecesor en el CITA, Jesús Burillo).

La rentabilidad de esta planta aromática es el motor principal del proyecto que lidera Navarro. "La lavanda es la alternativa a algo que ahora mismo no está dando de comer", sostiene Navarro. Se refiere al cereal, un cultivo arraigadísimo, pero que hoy, dice la investigadora, "tiene un rendimiento muy bajo aun cobrando las ayudas" que llegan de la UE. A esta situación se añade el empobrecimiento de los suelos, a cuyo rescate podría salir la lavanda. Explica Navarro: "Es una planta autóctona de Aragón, es rústica, apenas exige agua o abonos, necesita muchos menos insumos en comparación con el cereal". "La lavanda es ecológica per se", concluye. Además, es perenne, con una vida de 8 o 10 años según los cuidados, otro punto a favor del medio ambiente y en contra del empobrecimiento del suelo.

Destiladoras portátiles

Esta naturaleza endémica de la lavanda y otras plantas aromáticas es la primera y más importante pista de que su cultivo "irá bien". Pero también, curiosamente, ha funcionado como un obstáculo a la hora de ser vista como un recurso "cultivable". Al aparecer ‘por castigo’ en el campo, nunca se ha visto como algo de valor, susceptible de dar dinero, a pesar de que antiguamente se recogían plantas aromáticas silvestres que, con destiladoras portátiles, daban esencias que se vendían en los mercados. Esa imagen la guarda en la memoria Nuria Martínez, experta en perfumería, que regenta la tienda Elements en la Gran Vía de Zaragoza, especializada en fragancias de autor. Originaria de La Mancha, Martínez recuerda la lavanda como "mi primer olor". "Los campos malvas en la sierra de Letur son el paisaje de mi infancia, cómo se recogía por el campo y se destilaba con alambiques". En una tierra tradicionalmente de emigrantes y con poco pastoreo, esta planta aromática resurge como alternativa. "Mi familia manchega la cultiva y obtiene esencias que se venden a precio de oro; cada vez se pide más y se paga más". Para Nuria, además, la lavanda viene a cerrar un círculo de necesidades. Es una planta que se da bien, precisamente, en zonas despobladas, en las que puede suponer un acicate económico, también por el turismo. La solución a los problemas de casa llega sin salir de casa.

Cambiar mentalidades

La tradición cerealista, en el ADN del mundo agrario aragonés (y español), y la humana resistencia al cambio actúan habitualmente en contra de la extensión de este cultivo. "Hay que cambiar mentalidades", opina Juliana Navarro. "A veces echa para atrás plantearle a un agricultor una inversión de 15.000 euros, pero en 10 años todo serán ganancias", defiende la experta, para quien "la lavanda se impondrá porque, desgraciadamente, el campo va mal".

Otro elemento limitante es el hecho de que este cambio obliga a buscar nuevos compradores, la mayoría fuera de España, particularmente en Francia. La lavanda está en el origen de la industria moderna del perfume. La Provenza francesa, en particular la villa de Grasse, escribe en letras malva la historia que la ha puesto en el mapa como capital mundial de las fragancias. Rodeada  de campos de flores aromáticas, con un museo y el prestigioso Grasse Institute of Perfumery, la zona era una gran productora de cuero y, para evitar su mal olor, plantaron campos de lavanda e inventaron, de paso, los guantes perfumados. Cuando la piel dejó de ser rentable, se especializaron en la perfumería.

Navarro se muestra convencida de que "ese nuevo mercado llegará" a Aragón. Y lo hará más fácilmente "juntándose para hacer más superficie, como en La Mancha". "Hay que arriesgar", anima. Y confía en "el efecto llamada". Aunque, a su juicio, también hacen falta ayudas y promoción institucional. Para Navarro, el cultivo de plantas aromáticas supone "economía circular 100% y una vuelta a lo natural".

Teruel y Jaca son, actualmente, de la mano del CITA, dos bancos de prueba de la lavanda. En la localidad pirenaica, este marzo se cumple un año de la puesta en marcha de una parcela experimental. Es el propio Ayuntamiento, a través de su oficina de Fomento y con el Instituto Pirenáico de Ecología, con sede en Jaca, quien impulsa la iniciativa para "implementar plantas agromedicinales como vía de desarrollo". José Ángel Hierro, director de la oficina de Fomento, explica el proyecto: "Elegimos una zona de cereal, que no tiene posibilidad de implementar riegos y que está agotada". Allí, explica, "se han plantado variedades de lavanda de las que el Gobierno de Aragón tiene patente, para ver si son adecuadas y rentables". Junto a la lavanda convive una franja de cereal para establecer la comparación. Al ser, de momento, experimental "se está midiendo primero la adaptabilidad de la planta" para, en una segunda fase, estudiar la rentabilidad. De paso, se colabora con el propietario de la parcela para que aprenda las cuestiones prácticas sobre el cuidado de este tipo de plantas.

Mínimas bajas

El pasado noviembre se hizo una presentación a los agricultores  y, tras la próxima floración en mayo, se obtendrán en el CITA los aceites esenciales y se volverá a convocar a los agricultores. De momento, cuenta Hierro, "las bajas en las plantas han sido mínimas". En cuanto a la experiencia turolense, que se desarrolla con la compañía Térvalis, este año, explica Navarro, "se empieza con la producción alta de lavandín" y tanto la empresa como los investigadores valorarán "lo que ha ocurrido, comparando los rendimientos de las plantas aromáticas con el cultivo tradicional". Asimismo, se medirá la calidad del aceite obtenido por Térvalis frente a otros franceses.

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