Ana Matallana: "Quiero contar la escala de grises de la vida"

La periodista debuta en la ficción con 'Las cuentas pendientes', una novela coral que gira alrededor de un muerto

La escritora Ana Matallana
Ana Matallana: "Quiero contar la escala de grises de la vida"
Oliver Duch

"Me siento castellana y aragonesa. Nací en Burgos en 1988 y vivo en Zaragoza desde los once años. Siempre me recuerdo leyendo y escribiendo. Los cuentos han sido una fuente constante de interés, como lectora y como incipiente autora, quizá por ello estudié Periodismo", dice Ana Matallana, que acaba de publicar su primera novela, ‘Las cuentas pendientes’ (Salto de Página), una de esas obras polifónicas, de distintas voces, hasta seis, "algunas son las voces de personajes heridos y desubicados", en la que se intenta reconstruir la vida de un personaje. El libro arranca con fuerza y humor: "Federico Yáñez está muerto y, a pesar de su buen gusto, no ha podido controlar la simetría de su ataúd, la cruz de su tapa está torcida".

Ana Matallana continúa su relato. Tras licenciarse, ingresó en ZTV y en HERALDO TV. "Ahora trabajo en ‘Aragón TV’. He hecho reportajes y actualmente estoy adscrita a deportes con Óscar Marco y Pedro Hernández. Cuando estaba en ZTV decidí darme una oportunidad y me apunté a la Escuela de Escritores de Madrid. Pensé que lo necesitaba. Me fui a la capital de Espaa. Coincidí con Pedro Bosqued, escritor y colaborador de HERALDO", dice.

El aprendizaje de la ficción

Explica Ana Matallana que se puede aprender mucho en una escuela de escritores. A depurar el estilo. A conquistar una voz. Se adquiere el manejo de muchas herramientas y se asumen riesgos. "La exigencia está al orden del día. Te obligas y te obligan a salir de tu zona de confort, te liberas de ti misma y de tus defectos, aprendes a contar de varias maneras, usas diferentes puntos de vista e intentas ser más concreta y menos retórica. Aprendes a cultivar los pequeños detalles", precisa la joven autora.

En el curso afinó la redacción de relatos, "de quince páginas como máximo", dice y sonríe, y de repente, casi por azar, dio el salto, le salió el esqueleto de ‘Las cuentas pendiente’, que mereció el aplauso de su tutor, Alfonso Fernández Burgos, y también del director de la Escuela de Escritores, Javier Sagarna. Mandó el libro a Salto de Página; al cabo de bastantes meses recibió la llamada del editor. "Sabemos que no es un libro comercial al uso, pero nos ha interesado la voz y la historia. Vamos a publicarlo", le dijo, y dos meses después ya estaba en la calle. La novela se presentó en Madrid y esta misma semana en Cálamo, en Zaragoza, con Alberto Baeyens.

‘Las cuentas pendientes’ sucede en un tanatorio. Seis personajes intentan desvelar si Yáñez se suicidó, fue asesinado o si murió de manera natural. Entre esos personajes está su propia hija, con la que había tenido una relación más bien escasa, un camarero amigo, tres pacientes trastornados y un extraño. Todos, a su modo, acaban construyendo un discurso que tiene mucho de indagación y quizá de responso coral sin voluntad de serlo.

La condición humana

"Me llama la atención la ambivalencia humana. La ambivalencia y la ambigüedad, las contradicciones que tenemos en función del entorno y las circunstancias. No somos tan buenos ni tan malos. Como si fuera una fotógrafa, para mí es muy importante la escala de grises, y en esa variedad la tendencia a ser impredecibles es donde está nuestra riqueza. El ser humano acaba siendo un misterio y de eso va ‘Las cuentas pendientes’"», matiza.

Ana Matallana intenta "no enrevesarse demasiado en la prosa. He aprendido a podar, prescindo de adjetivos rimbombantes y quiero ser más directa. Uso monólogos interiores, el perspectivismo, e intento que el interés del libro no flaquee", señala. Ya de paso confiesa algunas pasiones. "Ray Bradbury y sus ‘Crónicas marcianas’, Agota Kristof, William Faulkner, en particular su novela ‘Mientras agonizo’, Ken Follet, que me engancha mucho, y el Mario Vargas Llosa de ‘La ciudad y los perros’, estas serían referencias fundamentales para mí", añade. Expresa un deseo o un modo de encarnar el porvenir: "Escribo porque me llena y me desahogo. Quiero que la literatura me acompañe. No me pongo metas. La literatura te permite crear mundos, abrir puertas, desarrollar la imaginación. La literatura es un ejercicio de libertad creativa, por eso resulta tan atractivo. Y querría seguir ahí contando cosas".

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