Laura Higuera: "Goya, que es un enigma, estampó el dolor en las paredes de su casa"

La escritora convierte al pintor en la clave de su novela policíaca ‘El Ángel Negro’: un hombre es asesinado en el Prado, en una de las salas dedicadas al artista aragonés.

La joven novelista Laura Higuera, autora de 'El Ángel Negro'-
La joven novelista Laura Higuera, autora de 'El Ángel Negro'-
Aurelio Rodríguez Ariza.

"Una mañana el Museo del Prado despierta con un cadáver salvajemente mutilado frente al cuadro ‘Saturno devorando a su hijo’, la ‘pintura negra’ de Goya por antonomasia. Es el cuadro más violento que conozco y representa a partes iguales el dolor y el miedo a la muerte. Bernardo Vera, un inspector cántabro recién llegado a Madrid, es el encargado de darle luz al caso. Es entonces cuando el pasado de hace casi 150 años se hace indispensable, con una Venecia recién anexionada al Reino de Italia y un Madrid en plena y efímera Primera República". Así resume Laura Higuera (Cartagena), que visita hoy Zaragoza, el argumento de su novela ‘El Ángel Negro’ (Ediciones B). «Quería escribir una trama potente que resolviera en última instancia un enigma tan apasionante como el de una decimoquinta ‘pintura negra’ perdida», añade Laura Higuera.

¿Por qué Francisco de Goya, qué le interesa de él?

Goya era un genio. Y un genio se nutre de muchas cosas: del dolor y la alegría, del horror y la belleza. De todo eso yo me quedo con el dolor, que para mí es el origen de la inmensa mayoría de procesos creativos: esa cualidad de desgarrarse y de transformar lo que queda de uno en algo perpetuo. Siempre me ha fascinado esa figura...

¿Cuál?

La de un hombre desgastado por los desastres de la guerra, por los desastres de la vida, y que ya no puede más. Y es que el arte necesita de soledad y miseria, como dijo Alejandro Dumas.

¿Qué significan en su producción las ‘Pinturas Negras’?

Son efectivamente las pinturas del dolor. Muy poco después de acabarlas, Goya terminaría exiliándose a Burdeos de modo definitivo: eran tiempos muy difíciles para un liberal como él. Por otra parte, el misterio está servido, y de él se alimenta ‘El Ángel Negro’. Es un ‘thriller’ que habla de arte y que además lo hace en dos tiempos, y que sobre todo juega con la posibilidad de la existencia de una decimoquinta ‘pintura negra’.

¿Eran catorce, no?

La historia dice que produjo catorce, pero en la actualidad existen argumentos de peso que barajan la hipótesis de que haya una composición número quince.

¿Qué le ha intrigado de la Quinta del Sordo?

Goya vivió en la Quinta del Sordo, una casona a orillas del río Manzanares, de 1819 a 1823, y no se le ocurrió otra cosa que pintar un tributo al lado más aterrador de la vida (ese abismo al que todos tratamos de no mirar) sobre las paredes entre las que vivía.

Impresiona que viviese allí...

El panorama debía ser estremecedor, y la idea no puede parecerme más lacerante. Se me ocurren muy pocas razones que lleven a un ser humano a convertir su día a día en una visita perpetua a lo macabro. Una de ellas es la locura, y la otra es la absoluta certeza de la muerte. La historia me conmueve y me intriga a partes iguales.

Resulta literario y casi tétrico.

Goya en sí mismo me parece un enigma, y sus ‘Pinturas Negras’ no hacen más que alimentar el misterio. No sé cuánta miseria necesitaría un hombre como él para decidirse a estampar el dolor en las paredes de su casa, pero sin duda es un grado de sufrimiento que durante el proceso de escritura he creído llegar a entender.

¿Por qué decidió mezclar dos historias alejadas casi 150 años?

Un presente tan concreto como el que describo en ‘El Ángel Negro’, con un asesinato en el Museo del Prado que apunta maneras de crimen ritual, requería de un pasado muy particular. La historia central arranca cuando un banquero alemán, Emile d’Erlanger, compra la Quinta del Sordo en 1873 para hacer negocio con las ‘Pinturas Negras’. La mezcla de los dos contextos resulta tan atractiva como necesaria.

¿Cuál es la importancia de Martínez Cubells?

Salvador Martínez Cubells fue nombrado primer restaurador del Museo del Prado en 1869. Emile d’Erlanger necesitaba al mejor experto del país para pasar de revoco a lienzo las pinturas negras de la Quinta de Goya, y por eso le contrató. Hay algo muy patente en ‘El Ángel Negro’, un rasgo que se esgrime como uno de los puntos fuertes de la novela, y es que derivo a personajes reales como Cubells y d’Erlanger hacia mi propio imaginario, pero eso sí, manteniendo una base histórica sólida y muy bien documentada. Construyo un universo paralelo. ¡Ojalá sea potente e interese a muchos lectores!

Hay dos mujeres muy poderosas. ¿Qué función tienen?

Tanto Ada Adler, la contemporánea, como Alessandra Abad, musa de Martínez Cubells, son mujeres extraordinarias, cargadas de esa sensualidad que solo nace cuando cierto tipo de belleza y una inteligencia muy desarrollada confluyen. Ambas hacen de la ambición su ‘modus vivendi’. Son interesantes hasta decir basta. Ellas son fundamentales para la novela. Quería hacerlas conscientes de su gran poder.

Ha escrito un ‘thriller’, una novela histórica y una novela del arte. ¿Qué autores le interesan?

En el terreno del ‘thriller’, Pierre Lemaitre ha sido todo un referente. Ha habido muchos otros, desde luego. En general, tanto Flaubert como Vargas Llosa, pasando por Paul Auster, Thomas Mann y Ian McEwan, me han influenciado de una forma u otra.

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