'Alcohol y literatura' la relación constante de los literatos con la bebida

Javier Barreiro recoge en su obra 'Alcohol y literatura' la constante relación que los literatos han mantenido con la bebida.

Javier Barreiro, ayer, momentos antes de presentar su libro en la librería Lé de Madrid.
Javier Barreiro: "El alcohol está lleno de peligros, también para los escritores"
Enrique Cidoncha

Edgar Alan Poe bebía con barbarie como si estuviera cumpliendo un "destino homicida"; Goethe, conocido por su equilibrio, vaciaba hasta dos botellas de vino al día; Sócrates era apreciado como un "gran bebedor" y el noruego Knut Hamsun recogió el Premio Nobel en 1920 absolutamente borracho.

No fue el único asiduo al alcohol entre los premiados por este prestigioso galardón: el setenta por ciento de los escritores norteamericanos que ganaron un Nobel tuvieron problemas con la bebida o la utilizaron como fuente de inspiración.

Eugene O'Neill, premiado en 1936; William Faulkner, en 1949; Ernest Hemingway, en 1954; y John Steinbeck en 1962 figuran en la lista de estos escritores adictos al trago.

Con un tono "irreverente", el escritor Javier Barreiro (Zaragoza, 1953) recoge estos testimonios en las páginas de 'Alcohol y literatura', una obra donde repasa la "constante y conflictiva" relación que los literatos han mantenido con la bebida a lo largo de la historia.

Así, desde Herodoto a Bukowski, pasando por Alan Poe, Rubén Darío, Alfred Jarry, Pablo Neruda, Ernest Hemingway, Lowry, Onetti, Dylan Thomas, Juan Benet o Chandler, escritores que lograron armonizar su afición al alcohol con la genialidad literaria, aparecen en esta obra.

Pero antes de entrar en materia, el autor avisa al lector: "poca moralina" encontrará en esta obra puesto que es posible que el número de "grandes hombres" bebedores supere a de los sobrios.

Barreiro ha presentado hoy su libro en Zaragoza en un lugar perfecto para la ocasión, en la librería Cálamo, donde además de libros se venden también botellas de vino.

Allí ha explicado que los artistas tradicionalmente han estado más vinculados a las adicciones que el resto de mortales porque son unos seres "marginales", unos "outsiders", que se sienten fuera del circuito, lo que les lleva a refugiarse en el arte y en la literatura, además de en el alcohol.

"La bebida te lleva a otra dimensión también a la hora de escribir, una o dos copas te pone en un trance de mayor intensidad", ha manifestado.

Él mismo como escritor y bebedor se siente "docto en la materia", algo que le ha llevado a escribir el libro desde su experiencia personal.

"He tenido un cuerpo muy agradecido, no tuve resaca hasta los 28 años y me he metido siempre en los ambientes más extremos", ha comentado Barreiro, quien ha añadido que distingue muy bien entre un bebedor, que bebe por placer, y un alcohólico, que lo hace por adicción.

Goethe, un gran hombre conocido por su equilibrio, bebía entre una y dos botellas de vino al día, pero sin intención de emborracharse, "lo hacía como una actividad cotidiana, como tomar un refresco o cepillarse los dientes", ha afirmado.

Pero si hay un bebedor literario por antonomasia, que pueda ser considerado como el patrono de los escritores borrachos, ése es Edgar Allan Poe. "No bebía con glotonería sino con barbarie, como si estuviera cumpliendo un destino homicida", comenta el autor en su libro.

Para Poe, el bebedor literario por antonomasia, la ebriedad, además de ser recurso para afrontar sus terrores era un método de trabajo, cosa que no se puede aplicar, ni mucho menos, a todos los escritores.

"En algunos resultó un freno para el acto de la escritura propiamente dicho, aunque no lo fuera para el de su concepción. Poe, en cambio, vertía en la literatura sus estados visionarios", ha dicho Barreiro.

¿Y qué se puede contar del género femenino? En 'Alcohol y literatura' aparecen menos mujeres que hombres, aunque no faltan escritoras borrachas que ocupan su sitio con honores.

Entre ellas, la escritora y dramaturga norteamericana Dorothie Parker, contemporánea de Fitzgerald, quien, además de ser una periodista bien cotizada, era también "depresiva y alcohólica".

En España también hay ejemplos. Ana María Matute era una escritora "dada al trago". "Decía a su hijo que se había caído al suelo por un tropiezo, pero los motivos eran otros", ha subrayado Barreiro.

Este tono "irreverente" impregna el libro de Barreiro, una obra que, más allá de la historia de la literatura con el alcohol, desliza claves "perspicaces" sobre la personalidad de los autores.

"Javier conoce muy bien a los escritores que retrata", ha indicado el periodista Luis Alegre en la presentación del libro.

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