Arruga: "Fandiño era muy querido en Aragón"

El banderillero de Cariñena formó parte de la cuadrilla del malogrado diestro durante tres temporadas completas.

Fandiño y Arruga, en imagen de archivo.
Fandiño y Arruga, en imagen de archivo.

“No está al cien por cien. Pero se le ha metido en la cabeza llegar a tiempo y ya lo conocéis: es vasco y cabezota”. Dos escuetas frases le bastaron a Néstor García -apoderado y mentor de Iván Fandiño- para confirmar a este periódico, allá por el mes de octubre, la presencia de su torero en la Feria del Pilar. Ocho días antes, Fandiño había sufrido una cornada de 15 centímetros en el muslo izquierdo, pero, impulsado en la garra que le caracterizaba, hizo el paseíllo junto a Joselito Adame y Javier Jiménez, con toros de Fuente Ymbro.

El diestro de Orduña no tuvo excesiva suerte con su lote y resultó herido -cornada de 15 centímetros en el muslo derecho- en la tarde en que cerró la temporada española 2016 y se despidió para siempre de la afición aragonesa. Aquella fue su última corrida en la Misericordia, plaza en la que toreaba año tras año desde su tardía irrupción en la Fiesta.

En la adolescencia, Fandiño había destacado como pelotari y no cambió el frontón por el ruedo -profesionalmente hablando- hasta que rondó la veintena. Debutó de luces en 1999 e inauguró una trayectoria marcada por el sacrificio. Empezando por que tuvo que perder 40 de los casi 100 kilos que pesaba para enfundarse el traje, y terminando por su particular forma de entender el oficio.

Se presentó como novillero en Madrid, en 2004; tomó la alternativa de manos de El Juli en Bilbao, en 2005; y confirmó en las Ventas en 2009, un año antes de cortar su primera oreja en la capital y de asentarse en el circuito de las grandes ferias. “A lo largo de 2010 -Goyesca del 2 de mayo, San Isidro y Otoño- sumó cuatro orejas en Madrid y se encaramó a lo más alto. Fue el año de su explosión”, recuerda el aragonés Jesús Arruga, que formó parte de la cuadrilla de Fandiño durante las temporadas 2013, 2014 y 2015.

“El mayor éxito que viví junto a él fue en 2014, en su única puerta grande en las Ventas”, añade el banderillero, y define al malogrado compañero como alguien “leal, íntegro y respetuoso con el oficio”. Premisas que, sumadas a su carácter ganador, le llevaron a encerrarse en Madrid con seis toros de las ganaderías más duras y prestigiosas del campo bravo. Una apuesta sin parangón en los tiempos que corren. “Era primera figura y lanzó la moneda al aire sin necesidad. Si llega a triunfar, hubiera tomado el cetro del toreo, pero la cosa salió mal y le castigaron en exceso”, valora el subalterno, sobre una cita que, a pesar del pobre resultado artístico, fue especial para él.

Seis autobuses se desplazaron desde Cariñena -localidad natal de Arruga- para presenciar una corrida que tuvo lugar el 29 de marzo (Domingo de Ramos) de 2015. “Los aficionados de aquí le tenían mucho cariño y él lo supo agradecer después, viniendo a torear al Festival de la Vendimia en el pasado mes de septiembre. Brindó la muerte de un novillo a mi mujer y a mi hijo, antes de salir a hombros junto a Miguel Abellán”, explica un emocionado Arruga, que siempre llevará “en el corazón” a quien le aupó a la cúspide del toreo.

“Ayer, mientras viajaba al tanatorio, pensaba en todos los momentos vividos y en lo agradecido que le estaré eternamente. Por lo bien que se portó conmigo y también por lo comprometido que siempre estuvo con Aragón. Toreó en Huesca, Teruel, Calanda, Ejea de los Caballeros y, por supuesto, en Zaragoza. El pasado 10 de octubre, tras la cornada que sufrió en su última comparecencia en la Misericordia, le llevé al hospital una cinta de la Virgen del Pilar. Él no era creyente, pero su madre (Txaro) me ha asegurado que la seguía conservando”, indica Arruga.

Un cartel fatídico

En su viaje hacia Amurrio -localidad próxima a Orduña en la que fue instalada la capilla ardiente antes del entierro-, Jesús Arruga bordeó Calahorra y no pudo evitar que le viniera a la cabeza el recuerdo de un cartel con tintes trágicos. El 31 de agosto de 2015 torearon allí Juan José Padilla, el propio Iván Fandiño y Víctor Barrio, fallecido en Teruel solo once meses antes. “Todavía formaba parte de la cuadrilla de Iván. Es inevitable pensar en el final que ha tenido, cuando la desgracia de Barrio todavía estaba tan cercana”, concluye Arruga.

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