elecciones vascas

La campaña cierra marcada por el asedio de Bildu al fortín del PNV

Imano Pradales y Eneko Andueza confían en que sus méritos y "el error" de Otxandiano en la recta final frene el avance abertzale que daban las encuestas.

El cabeza de de EH Bildu, Pello Otxandiano, recibe el apoyo ayer en Bilbao del president Aragonés (ERC).
El cabeza de de EH Bildu, Pello Otxandiano, recibe el apoyo ayer en Bilbao del president Aragonés (ERC).
Agencia EFE | EFE

La que quizá haya sido la campaña más breve de la historia terminó este sábado en el País Vasco prácticamente como empezó, con la incógnita de si, doce años y medio después de que ETA anunciara el cese definitivo de su actividad armada y seis después de comunicar su disolución, Bildu logra el hito de desbancar al PNV como primera fuerza política, aun sin haber condenado los crímenes de la organización. Los nacionalistas vascos y el PSE, comprometidos a renovar la coalición de Gobierno que mantienen desde 2016, confían en que el acelerón final de la contienda –marcado por la negativa del candidato de la izquierda abertzale a calificar como terrorista a la banda y por el ataque con gas pimienta al aspirante peneuvista, Imanol Pradales– les haya permitido recuperar terreno. Pero la izquierda abertzale sigue confiando en su victoria.

El sistema político vasco tiene una particularidad respecto al nacional y al de la mayoría de comunidades autónomas y es que en la investidura del futuro lendakari no es posible el voto en contra. Los grupos solo pueden dar el sí o la abstención a los candidatos que se presentan. Y, en la práctica, eso significa en estos momentos que Pradales tiene, pase lo que pase, todas las papeletas para suceder a Iñigo Urkullu porque ni su partido ni Bildu llegarán por sí solos a la mayoría absoluta, porque los socialistas ya le han garantizado el apoyo y porque el partido de Otegi no tiene nadie más con quien sumar salvo Podemos, a quien las encuestas le otorgan, en el mejor de los casos, dos escaños.

Lo que puede parecer un elemento tranquilizador para el que durante 40 años, casi sin interrupción, ha sido el partido gobernante en el País Vasco ha acabado siendo, sin embargo, a juicio de algunos de sus miembros, un arma de doble filo que ha aletargado a una parte de su antiguo electorado en un momento en el que las siglas acusan un perceptible desgaste. Pero en la formación bicéfala, presidida por Andoni Ortuzar, creen que en los últimos cinco días, después de una precampaña e inicio de campaña hipotensas, el tablero ha sufrido una sacudida.

Tanto en el PNV como en el PSE entendían que Bildu había llegado a la pegada de carteles con todos sus votantes movilizados y que ellos debían despertar aún a los suyos. Algo que no ha sido fácil. La Semana Santa primero, los previos del Athletic-Mallorca y la posterior victoria del club bilbaíno, ganador de la Copa del Rey en Sevilla, sumados al luto posterior por la muerte del exleendakari José Antonio Ardanza, puso la tarea cuesta arriba. Apuntan, sin embargo, a que las cosas cambiaron el pasado lunes. "Fue cuando pasamos de la gabarra a la campaña", dicen en el partido nacionalista.

Sobre cuál fue el detonante de mayor envergadura hay discrepancias. Algunos creen que ver negro sobre blanco el lunes, último día permitido por la ley, que había unanimidad en los sondeos sobre el triunfo de Bildu activó anticuerpos. Otros conceden mayor importancia a la entrevista en la que Pello Otxandiano demostró en la Ser que, pese a pertenecer a una nueva generación, centrar su discurso en lo social y poseer una estética distinta, su posición respecto al terrorismo etarra es exactamente la de sus ‘mayores’. Y en el PNV meten en la ecuación otro factor: la intervención de Pradales en el debate de EiTB poco después del ataque que le dejó ciego durante varios minutos. "Ante una reacción de estrés reaccionó con madera de lendakari", valoran.

Que el propio Otxandiano cree que cometió un error con una respuesta que permitió meter en campaña un tema que incluso el PP había relegado y al que solo el PSE estaba recurriendo para convencer a sus votantes de que, pese a los vínculos de Sánchez con la izquierda abertzale, él no pactará con Bildu por convicción ética, es evidente. El candidato abertzale se lamentó el jueves en Telebilbao de haberse expresado en esos términos. No por el fondo, que reflejó lo que piensa. "Me arrepiento de no haber respondido diciendo que tenemos que sacar este tema fuera del contexto electoral", adujo.

Efecto incierto

Cuánto ha podido alterar el devenir de la campaña, hasta entonces centrada en la sanidad o la vivienda, ese episodio –amplificado en el ámbito nacional por la súbita indignación escenificada por el Gobierno de Pedro Sánchez– no está claro. Algunos socialistas creen que bastante, pese a reconocer que Otxandiano solo hizo evidente lo que ya se sabía. «Hay trasvases a Bildu de Podemos y Sumar que se han podido ver frenados», apunta un dirigente de la formación. El PNV cree que le ha podido servir para atrapar voto útil, tanto de la abstención, como del PSE o del PP. Fuentes de Bildu aseguran, sin embargo, que no aprecian impacto alguno y auguran una victoria por uno o dos escaños.

El partido de Otegi tiene asumido que ese eventual resultado no le servirá para gobernar ahora, pero la suya es una estrategia a largo plazo en la que, de momento, se contenta con ensanchar sus bases. El portazo preventivo de los socialistas, que aspiran a retener sus 10 diputados o crecer hasta los 11, no hace prever ningún tipo de represalia contra Sánchez, que depende de su apoyo para gobernar. Arnaldo Otegi ha dejado claro en muchas ocasiones que ve la debilidad del jefe del Ejecutivo como una oportunidad de producir avances en "el debate sobre las naciones sin Estado, como la vasca", un asunto en el que Bildu va del brazo de ERC. No es baladí que Otxandiano estuviera este sábado acompañado en el cierre de campaña por el presidente de la Generalitat, Pere Aragonés, y el ministro norirlandes Conor Murphy, ex componente del IRA.

Para el PNV y el PSE, en todo caso, poder reeditar la coalición de Gobierno no bastaría. Su objetivo, en el aire según los sondeos, es sumar entre ambos la mayoría absoluta situada en 38 escaños, que no es necesaria para la investidura pero sí les facilitaría la gobernabilidad. Los socialistas se muestran por ahora confiados en aguantar la posición. Creen que en una coyuntura complicada, Eneko Andueza –líder del partido desde finales de 2021– ha sido capaz de defender su espacio entre los nacionalistas y Bildu, con quienes existen fronteras porosas. "Nuestro votante siempre se moviliza más tarde, pero hemos ido a mejor", dicen.

Si la suma no les diera, el resto de actores podrían cobrar un protagonismo que hoy no tienen. El PP, que en 2020 no pasó de los seis diputados y ahora aspira a crecer dos, en el mejor escenario, ya ha advertido de que no regalará nada después de la experiencia de las municipales y forales de mayo del pasado año, cuando con sus votos impidió que Bildu se hiciera con el Ayuntamiento de Vitoria y la Diputación de Guipúzcoa (y en Cataluña, que la ciudad de Barcelona no cayera en manos de los independentistas, con los que luego Sánchez pactó su investidura y a los que el alcalde, Jaume Collboni, planea ahora incorporar al Gobierno).

Sumar ha tratado de presentarse como única garantía de que el PNV y el PSE hagan "políticas de izquierdas". Pero, como en el caso de Podemos, no está claro que logre representación.

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