Hay que triplicar el número de hembras para sacar al lince del riesgo de extinción

Para que la especie tenga una viabilidad genética a largo plazo se necesita, además, duplicar las zonas de asentamiento actuales y conectarlas.

Foto de archivo de un lince ibérico
Foto de archivo de un lince ibérico
Pixabay

El lince, el felino salvaje ibérico por excelencia, ha salido poco a poco de la UCI en la que entró a principios de siglo, cuando se encontraba, literalmente, a un paso de su desaparición. Gracias al trabajo conjunto de instituciones, naturalistas, propietarios rurales y cazadores durante dos décadas, una colaboración tan ejemplar como inusual, esta raza autóctona inició una franca recuperación que ha permitido que las autoridades internacionales no la consideren desde hace un lustro en riesgo de extinción aunque sigan apreciando peligros para su supervivencia. El lince ya ve la luz al final del túnel, pero los trabajos de recuperación necesitan dos décadas más de avances eficaces para situar la especie fuera de todo riesgo.

Justo ese es el debate. Qué deben hacer técnicos, políticos y particulares para garantizar la viabilidad a largo plazo del 'lynx pardinus' en libertad. La Estación Biológica de Doñana, el instituto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que protege el bastión donde resistieron las últimas parejas de lince, ha publicado un estudio con la batería de medidas indispensables si se quiere salvar definitivamente a este felino.

La investigación de los expertos de Doñana defiende que para que el lince esquive la extinción no basta con multiplicarse sino que también debe romper con su actual endogamia, algo que solo le aporta debilidad genética y le hace vulnerable a cambios, amenazas o contratiempos en su ecosistema. En otras palabras, que además de sus enemigos tradicionales -atropellos, declive del conejo (su sustento), acoso del urbanismo y cambio climático- le amenaza el factor genético. "La recuperación de una especie no solo depende de las cifras absolutas de su población, sino también de una mínima variabilidad genética para garantizar su supervivencia", explica José A. Godoy, uno de los autores.

Los científicos creen que al menos se deben dar tres condiciones para asegurar la viabilidad genética del felino: crecimiento de la población y de las hembras reproductoras, aumento de las zonas de asentamiento y pasillos de conexión entre estas áreas para permitir las migraciones y el mestizaje.

En el primer punto, calculan que la población de linces, que en las navidades pasadas eran 1.668, necesita al menos duplicarse, pasar a entre 3.000 y 3.500 ejemplares, y, sobre todo, que las hembras en situación de reproducirse se tripliquen, que de las 326 del último recuento aumenten a 1.100. Creen que sería factible para 2040 siempre que se mantenga el esfuerzo regenerador que ha permitido multiplicar por 18 la población en 20 años (desde los 94 que quedaban en 2002), con crecimientos anuales superiores al 20% desde 2019.

La mitad sur peninsular

La segunda exigencia de los biólogos es duplicar el número de subpoblaciones, que es como llaman a los asentamientos naturales de la especie. Habría que pasar de los ocho enclaves que hay hoy a no menos de dieciséis, porque lo actual "no es suficiente".

Hoy los linces campan por las marismas, dehesas y cerros de Doñana y de la sierra jienense de Andújar (los que fueron sus dos últimos reductos), por Sierra Morena (en sus dos vertientes, andaluza y manchega), por los Montes de Toledo, el Valle de Matachel (Badajoz) y el Valle del Guadiana (Portugal) y están empezando a ser reintroducidos en Sierra Arana (Granada) y en Lorca (Murcia). Avisan que ninguno de estos objetivos es fácil de alcanzar a medio plazo por el enorme coste que conlleva crear nuevas subpoblaciones y la escasez de áreas adecuadas y con suficiente densidad de conejos.

Hay una tercera condición indispensable. Un mayor nivel de migración de los ejemplares. Las subpoblaciones deberían estar lo suficientemente conectadas como para favorecer el intercambio genético entre unas y otras. Se debería lograr un intercambio de entre ocho y quince individuos por generación entre las subpoblaciones vecinas.

A favor del propósito tienen que los linces han demostrado gran capacidad de migración. "Han llegado a viajar cientos de kilómetros y, en algunos casos, se han establecido de forma exitosa en otras subpoblaciones", comenta Godoy. Para lograrlo hay que crear corredores ecológicos o establecer subpoblaciones intermedias con pocas parejas reproductivas que funcionen como guías para atraer individuos dispersos y dirigirlos hacia el siguiente asentamiento.

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