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El fracaso de la moción de censura en Murcia amenaza la supervivencia de Ciudadanos

Ocho horas después de presentar la propuesta contra López-Miras, tres diputados de la formación rompían el acuerdo y pactaban con el PP votar en contra. 

La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en una rueda de prensa el pasado 8 de marzo en la sede nacional del partido.
La presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en una rueda de prensa el pasado 8 de marzo en la sede nacional del partido.
E. Parra / E. P.

Ciudadanos tocó techo en abril de 2019. Con 57 escaños en el Congreso de los Diputados, tras cosechar el mejor resultado de su historia en las generales del 28 de abril, y con una posición de privilegio en el Parlamento catalán, pocos analistas podían presagiar que, desde entonces, el partido emprendería un descenso sin freno ni rumbo definido a los infiernos cuyo último capítulo se ha vivido esta semana. El fallo de cálculo de Inés Arrimadas pactando con el PSOE una moción de censura en la Región de Murcia contra el Gobierno del popular Fernando López Miras ha acabado por dinamitar su poder territorial en Madrid, donde sus cinco consejeros fueron cesados por Isabel Díaz Ayuso en una airosa reacción que precipitó la convocatoria de elecciones anticipadas.

Por si fuera poco, 48 horas después de presentar la propuesta contra López Miras, tres diputados regionales de la formación rompían el acuerdo y pactaban con el PP para votar en contra. Lo hacían "en conciencia", aseguraron, convirtiendo a la dirección nacional en víctima de su propia jugada. Solo Andalucía, Castilla y León y el Ayuntamiento de Madrid resistieron el efecto dominó.

Si la situación ya era volátil, en el nuevo tablero de alianzas que se ha desplegado tras una de las semanas más infartantes que recuerda la política española, los naranjas se encuentran ahora en una encrucijada que les dificulta sus aspiraciones de regresar al centro para ejercer de partido bisagra. A la derecha, los acuerdos de fondo ya son prácticamente imposibles con PP y Vox, que acusan abiertamente a Ciudadanos de "no ser un aliado de fiar". El secretario general del PP, Teodoro García Egea, al que desde la calle Génova otorgan todo el mérito de desactivar la moción de censura en Murcia, lanzó un llamamiento de puertas abiertas a "todos los militantes y cargos de Ciudadanos" que quisieran dar el salto a su formación. Pablo Casado lleva meses estudiando la fagocitación de sus otrora aliados y ahora ve la oportunidad de culminar el plan.

Por la izquierda, en el PSOE aún consideran a Ciudadanos como una pieza fundamental en su estrategia de la geometría variable propuesta por Pedro Sánchez para ampliar su mayoría en el Congreso de los Diputados. Pero su socio de Gobierno, Unidas Podemos, no está dispuesto a viajar en el mismo vagón que los de Arrimadas. Desde la negociación de los Presupuestos de 2021, los morados han conformado un bloque estable de 58 diputados (junto a ERC, EH Bildu, Más País, Compromís y el BNG, con apoyos puntuales de Junts o Nueva Canarias). Iglesias no duda en hacer uso de esta oposición para condicionar el apoyo de los socialistas a sus propuestas sociales y, de paso, expulsar a los liberales de la ecuación.

Esta comunión de izquierdas debilita la maniobrabilidad de Ciudadanos cuando el partido intenta cambiar el rumbo que había fijado Albert Rivera: levantar el cordón sanitario al PSOE y romper la foto de Colón. La debacle de las generales del 10 de noviembre de 2019, en la que pasaron a tener diez escaños, fue dolorosa y provocó la dimisión de su líder. Si la llegada de Arrimadas a la presidencia de la formación insufló cierta esperanza de mantener con vida al partido, un año y medio después la desconfianza es absoluta.

Viraje al centro

La metamorfosis se ha cocinado a fuego lento. Ciudadanos comenzó a explorar nuevas rutas políticas durante el estado de alarma, apoyando las sucesivas prórrogas. También se ofreció a negociar las cuentas públicas junto al PSOE y a secundar puntualmente algunas propuestas. En estos contactos entre Arrimadas y Sánchez se empezó a plantear la posibilidad de cambiar de signo algunos Gobiernos autonómicos en los que los naranjas sostenían al PP, como es el caso de Madrid, Andalucía, Castilla y León o Murcia, que fue el lugar elegido para dar el primer paso.

Ciudadanos se beneficiaría consiguiendo, por primera vez, la presidencia de estas regiones, mientras el PSOE minaría el poder territorial de Pablo Casado. Pero ambas partes no contaban con que el terremoto se extendería, con los naranjas como la parte más perjudicada.

Este sábado, el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, se llegó a desmarcar de Ciudadanos, insinuando la ingenuidad de sus dirigentes. "Si alguien quedaba de centro, ahora mismo ha quedado envenenado y en muy mala situación", afirmó en un acto que podría calificarse de precampaña madrileña, en el que estaba acompañado por el candidato, Ángel Gabilondo, y el delegado del Gobierno en la región, José Manuel Franco.

Tampoco ayuda a cambiar esa percepción los pobres resultados obtenidos en Cataluña, cuna del partido. Si en 2017 Arrimadas, entonces candidata, ganó con más de 1.100.000 votos (aunque no obtuvo el apoyo para gobernar), el 14-F, después de deserciones como la de Lorena Roldán, que dio el salto al PP, los miedos se hicieron realidad: la formación naranja se quedaba con solo seis diputados en el Parlament.

El viernes, en medio de un incendio interno, destacados dirigentes como la vicealcaldesa de Madrid, Begoña Villacís, o Toni Cantó, exigieron a Arrimadas la convocatoria urgente de una ejecutiva para dar explicaciones de lo que consideran una "chapuza". Tendrá lugar este domingo, con las elecciones madrileñas, en la que las encuestas no les auguran nada bueno, como uno de los principales puntos del día.

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