Papeles y papeleo

El papeleo innecesario es, a pesar incluso de la digitalización, un rasgo de nuestras Administraciones públicas. Hace falta una perspectiva diferente, basada en la transparencia y la confianza y no en el control, en la que prime el fondo y no la forma.

El exceso de burocracia hace más lenta a la Administración
El exceso de burocracia hace más lenta a la Administración

'Papeles y papeleo’ (ediciones El Cronista, 2015) es el título, de por sí elocuente, del profesor italiano Luciano Vandelli, que analiza, a lo largo de la literatura, el rol de la burocracia y su evolución en la Administración pública. El papel, el papeleo innecesario, han sido referencias con las que el ciudadano ha tenido que relacionarse con la Administración, que ha encontrado en reglas y trámites formales claramente innecesarios un argumento (y argumentarios) para hacer del procedimiento administrativo una carga y no una garantía ligada al derecho a buena administración. En pleno siglo XXI, con la posibilidad de generalización de medios electrónicos, el papel y el papeleo siguen siendo una triste realidad. Lo que se explica, en parte, por cierta tendencia al conformismo con lo que ‘siempre se ha venido haciendo’ y, por otra parte, por la desconfianza de la Administración hacia las peticiones de los ciudadanos o empresas, a las que, en ocasiones (más de las debidas), se les presume de antemano intereses espurios y no voluntad de colaborar en la satisfacción del interés público. Agrava este escenario cierta contaminación política de las tramitaciones administrativas, y la desconfianza hacia un modelo cimentado sobre la premisa del ‘win/win’ (que implica confianza entre las partes) complementado con sistemas profesionalizados e independientes de control, que lleva a preferir un modelo formal, cargado de trámites innecesarios, donde prima un ‘control’ de la forma sobre el fondo. Y ello porque así se evita poner en cuestión la verdadera decisión adoptada, su finalidad o significado, protegiendo el interés político y no el interés público. Esta situación explica la percepción de desconexión existente entre el mundo administrativo y las demandas de los ciudadanos hasta el extremo (claramente hiperbolizado) de que Charles Dickens pensara que el objetivo principal de todos los organismos públicos es no hacer nada.

El libro de Luciano Vandelli, excelente profesor universitario y también gestor público (ha sido miembro del Consejo Superior de la Jurisdicción Administrativa en Italia), nos ilumina, a través de la literatura, sobre las disfunciones del modelo burocrático (donde, por cierto, se siente ‘muy cómoda’ la corrupción, tal y como se describe en la novela ‘El inspector’ de Nikolái Gógol) y nos indica el camino para avanzar hacia lo que deben ser las señas de una Administración pública moderna, orientada hacia el derecho a una buena administración, que es el fin esencial que justifica el rol de nuestras Administraciones Públicas. Como decía Kafka (y nos lo recuerda Vandelli), la función del buen empleado público debe consistir en "no jactarse de méritos diferentes de aquellos que se hallan asociados al propio trabajo; ser inamovible en su imparcialidad y justicia; mostrar sensibilidad intensa y viva por la condición de los trabajadores, pero siempre con respeto de los límites impuestos a sus esfuerzos en este sentido por la ley".

En definitiva, desde la necesaria autocrítica (nada hay peor que la autocomplacencia o la justificación sobre exclusivos elementos ideológicos, pues se pervierte la finalidad de la justificación del propio Derecho), conviene repensar la eficacia de nuestro modelo de organización y empleo administrativo. Un modelo moderno, pensado para el ciudadano, que incorpore los medios electrónicos y la tecnología como herramientas ordinarias (no solo suponen más eficacia, sino, en especial, más transparencia y mejor control), que sea colaborativa -con otras Administraciones y también con la sociedad civil-, que piense en el fondo de la decisión y no solo en la forma, y que, con transparencia, atienda a la mejor solución desde la perspectiva de justicia material.

Concluyo con un reconocimiento a la figura del maestro Luciano Vandelli (catedrático de la Universidad de Bolonia y nombrado doctor ‘honoris causa’ por la Universidad de Barcelona en enero de 2019), con el que tantos lazos académicos y personales nos unen a los miembros del Seminario de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza. Su figura es ejemplo del buen hacer como empleado público, tanto en su faceta de jurista como en la de profesor universitario, siempre con trabajo, curiosidad y ética como claros referentes. Su trayectoria profesional y personal reflejan lo que es la esencia del oficio universitario comprometido en conseguir una mejor y más eficaz Administración al servicio del interés general y de los ciudadanos.

José María Gimeno Feliu es catedrático de Derecho Administrativo de la Universidad de Zaragoza