Presidente matemático

Si son las 'matemáticas' parlamentarias las que determinan las alianzas, habrá que dar por válidas todas las 'operaciones'.

La política española está en un equilibrio inestable.
La política española está en un equilibrio inestable.

Tengo cuarenta años y un presidente fruto de la aritmética. Los números salen, las cuentas con dedos ensangrentados, con sonrisas golpistas, con afanosos comunistas. Las matemáticas traen la paz. Las matemáticas son la última realidad democrática. Tengo cuarenta años y soy aragonés. Veo a los políticos de mi región preocupados por la llegada de partidos y que callan ante el enésimo desaire presupuestario. Tengo cuarenta años y soy profesor de instituto. Como el buen alumno enrabietado ante las dádivas al gamberro de la clase, propongo como el alcalde de Benasque proclamar diez segundos la república.

Tengo cuarenta años y soy español, sin querer ser redundante, veo cómo se blanquea a Otegi en Cataluña y recuerdo la Semana Santa que llegábamos a Salou y la muerte siguió camino hasta Vich. Todavía escucho el sonido sordo de la bala que mató a Giménez Abad o el concierto de Bunbury la noche antes del asesinato de los guardias civiles en Sallent. Por eso me enferma ver la mitad del Parlamento andaluz en silencio cuando se nombra a Jiménez Becerril o se llama pistolero a una persona que vio su nombre rodeado por una diana durante muchos años. Tengo cuarenta años, acabo de ser padre y nadie puede convencerme que rodear sesiones de investidura o prender fuego a contenedores es un ejemplo de ejercicio de democracia. Tengo cuarenta años y este mes me toca examinarme de un par de asignaturas de Exactas. La matemática es lo único que nos separa de la barbarie. Solo les pido que todas las operaciones valgan.

Octavio Gómez Milián es profesor y escritor