Operación Errejón

La alianza entre Íñigo Errejón y Manuela Carmena para concurrir a los comicios autonómicos y municipales del mes de mayo bajo la marca Más Madrid supone un ataque frontal contra Podemos y la fractura casi definitiva de la formación morada.

Íñigo Errejón y Manuela Carmena en imagen de archivo.
Íñigo Errejón y Manuela Carmena.
Chema Moya / Efe

¿Fracaso o refundación? Tal vez ambas opciones. Con la decisión de Íñigo Errejón de sumarse al proyecto de Manuela Carmena (Más Madrid) Podemos ha terminado por reventar. El mismo día en que se celebraba el quinto aniversario de su fundación, el partido que se imaginó a sí mismo como el aglutinante de la izquierda española, capaz de tragarse al PSOE, uno de sus rostros más reconocibles detonaba la formación a golpe de portazo. Errejón reivindicaba lo ya conocido: su presencia ideológica en un ángulo político más centrado, alejado de las tesis de Pablo Iglesias y distanciado de la heterodoxia de muchas de las familias y corrientes integradas en Podemos. Iglesias, que interrumpió por unas horas su permiso de paternidad, según él mismo reconoció, aseguró que «en política hay que estar acostumbrado a este tipo de maniobras, incluso si vienen de compañeros, pero reconozco que me he quedado tocado y triste. No doy crédito a que Manuela e Íñigo nos hayan ocultado que preparaban lanzar un proyecto electoral propio para la Comunidad de Madrid y que lo hayan anunciado por sorpresa».

La sorpresa fue evidente, no hay duda. El distanciamiento entre Errejón e Iglesias venía de lejos y trascendía a la escenificación de la derrota vivida por el primero en el congreso de Vistalegre II. Errejón tenía otro Podemos bien distinto en la cabeza. Pensaba en un partido de izquierdas de perfil intermedio, sin complejos, con capacidad para pactar con el PSOE y, si era necesario, hasta con Ciudadanos, con la energía necesaria como para sacudirse los extremos y dispuesto a convertirse en una alternativa real de gobierno. Muy similar al modelo puesto en marcha por Carmena en el Ayuntamiento de Madrid, donde la alcaldesa ha sabido quitarse las imposiciones de Podemos y los excesos políticos de muchos de sus concejales, Errejón ha optado por emprender un proceso político de refundación asentado en el fracaso de Podemos y que puede que no se detenga en Madrid.

Aunque las dudas son múltiples, la primera de ellas pasa por preguntarse qué hará el PSOE, cuál será su reacción y si está dispuesto a mover ficha para forzar un entendimiento con un tándem político que no tiene posibilidad alguna de marcha atrás ni de reconciliación con Podemos. El reto de Errejón, a quien los socialistas siempre han querido ver en su órbita, se encuentra en descubrir hasta dónde alcanza su liderazgo y si esta aventura terminará muriendo en sí misma, con la posibilidad de subsumirse en forma de corriente en el PSOE o si, por el contrario, tomará vuelo y alcanzará un espacio nacional que fragmente aún más el bloque de la izquierda. El verdadero drama al que se enfrenta Podemos no es otro que la ruptura casi definitiva de su condición de alternativa y su posición en un espacio ideológico dividido que observa cómo todo el bloque de la derecha sabe ponerse de acuerdo cuando es necesario.

Pese a que Iglesias hace tiempo que asumió que el proyecto de Podemos no está en condiciones de crecer más de lo que ya lo ha hecho y que su inercia solo les permite convertirse en muleta de los socialistas, es más que seguro que se busque un rearme en la formación morada en clave de mayor firmeza y disciplina internas. La decisión de Errejón contribuirá a desatar un seguro efecto dominó que alimentará la tensión con las diferentes mareas y confluencias. Ejemplos no faltarán y en Zaragoza, el alcalde Pedro Santisteve, hoy enfrentado con la dirección de Podemos Aragón por la elaboración de la lista municipal, correrá el riesgo de pensar que su personal tirón político es parejo al de Manuela Carmena y que alguno de sus próximos puede ser Íñigo Errejón.

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