La política como vocación

Existen dos modos de hacer de la política una profesión, según Max Weber: o se vive para ella o se vive de ella. Pedro Sánchez trasmite la sensación #de que solo le interesa el poder por el poder.

La política requiere compromisos.
La política requiere compromisos.
F. P.

Hace un siglo, el 28 de enero de 1919, Max Weber pronunció la que algunos consideran que es la mejor conferencia sobre politología, ‘La política como vocación’. En ella, el sociólogo alemán planteó su teoría de las dos éticas, la de la convicción (de los principios) y la de la responsabilidad.

La teoría weberiana suele ponerse sobre la mesa, según escribe Victoria Camps en ‘Ética, retórica, política’, "con el fin de señalar el inevitable divorcio entre la ética y la política; quien quiera comportarse éticamente, sin abdicar de sus principios, debe huir de la política que obliga a olvidar los principios para asumir las consecuencias de los propios actos". Lo mismo ha dicho otro prestigioso catedrático, Michael Ignatieff, en ‘Fuego y cenizas’: "Siempre habrá quienes ajustan su brújula a una ética así (la de los principios), pero es probable que su carrera en la política sea corta". Y el canadiense es muy taxativo: "No puedes lograr nada para ellos (los votantes) si valoras tu conciencia más que sus intereses".

La ética de la responsabilidad ha gozado de muy poco prestigio en España desde el final de la dictadura. A cambio, la ética de las convicciones ha encumbrado a quien decía ser su seguidor, aunque ha sido muy raro el caso del político que haya podido ejercer su cargo sin salirse de sus límites. Pero una vez asentada la democracia, los líderes políticos están abrazando la ética de la responsabilidad. Pablo Iglesias, Albert Rivera y Pedro Sánchez actúan con una descarnada concepción de la política como puro juego de fuerzas. De hecho, el líder morado lo dejó claro desde el primer momento: "Cuando en política no tienes poder, no tienes nada. No cuentan las razones, cuenta el poder".

En los casos de los jefes de filas de Podemos y de Ciudadanos, es lógico que sigan la ética de la responsabilidad porque encabezan partidos nuevos, sin tradición ni historia. En el caso del secretario general del PSOE, también es comprensible que no quiera quedarse rezagado en esta época de política emocional y de espectáculo. Así se explica la hábil partida de póquer que está desplegando sobre la mesa: está utilizando el auge de Vox para sacar adelante sus presupuestos. A los independentistas catalanes y Podemos les plantea: ¿preferís que siga yo en la Moncloa o que haya un gobierno PP-Cs-Vox como el de Andalucía? Pero si le falla este ‘bloque progresista-nacionalista’, puede intentar recomponer el ‘bloque constitucionalista’ con PP y Cs con la excusa de frenar el auge de la extrema derecha.

Pedro Sánchez, no obstante, ha pasado de una forma tan radical de la ética de la convicción a la de la responsabilidad, en términos weberianos, que hace difícil que la ciudadanía siga viendo al PSOE como un partido de Estado y de Gobierno. Ya no encarna la imagen de quien quiere modernizar el país (Felipe González), sino de quien quiere el poder para mantenerse en él. Se suma así a una corriente socialdemócrata encarnada por líderes como Blair, Clinton y Schröder, que pensaban que los proyectos de transformación de la sociedad (los típicos del socialismo) eran algo obsoleto y que el objetivo de la izquierda debía ser administrar la democracia capitalista mejor que la derecha. Claro que los mandatos de estos dirigentes acabaron fracasando porque se convirtieron en un mero ejercicio tecnocrático sin un propósito moral general.

En realidad, Weber consideraba que un político debe hacer compromisos entre las dos éticas, la de la convicción y la de la responsabilidad. Pero el propio sociólogo alemán trazó los matices: "Quien hace política aspira al poder; al poder como medio para la consecución de otros fines (idealistas o egoístas) o al poder por el poder, para gozar del sentimiento de prestigio que él confiere". Es decir, que hay dos modos de hacer de la política una profesión: o se vive para ella o se vive de ella.

Cada día que pasa, parece más claro que Pedro Sánchez no vive para la política (su objetivo sería la regeneración y modernización del país) sino de ella (su meta es seguir en la Moncloa).