Cómo derrotar al populismo

Frenar al autoritarismo exige políticas pragmáticas, al modo de un nuevo contrato social, para resolver problemas inmediatos y convencer al ciudadano de que la democracia liberal es la vía más prometedora para alcanzar un futuro mejor.

La derrota del populismo pasa por renovar el contrato social que garantizó un gran progreso en la mitad del siglo XX.
La derrota del populismo pasa por renovar el contrato social que garantizó un gran progreso en la mitad del siglo XX.
Krisis'19

Lo interpretó sagazmente Sánchez Ferlosio en uno de sus ‘pecios’, recogido en ‘Vendrán más años malos y nos harán más ciegos’ (1994): "Fue al representante Newt Gingrich, jefe de la mayoría republicana en el Congreso en tiempos de Bush padre, al primero que le oí la fórmula ‘sin complejos’, que, a juzgar por los contextos a los que se aplicaba, quería ser como un atrevido ‘sin escrúpulos morales’".

Efectivamente, la estrategia del frentismo radical fue revitalizada en los años noventa por la revolución neoconservadora de Gingrich. Después la siguió el ‘Tea Party’. Y ahora se ha extendido, cual mancha de aceite, con Trump, Salvini, Bolsonaro… En esta época de decadencia de la Ilustración, de los discursos supremacistas, del temor, del racismo o de las fobias están siendo recuperados con orgullo ("sin complejos", como les gusta decir) por los nuevos populistas y seguidos dócilmente por las viejas fuerzas políticas conservadoras. Esta es la gran victoria ideológica de la extrema derecha en Europa y en América. Desprecia la clásica moderación conservadora y practica una agresiva política de miedo (al crimen, al terrorismo, al paro, al declive económico, a la pérdida de los valores nacionales), rompiendo así los consensos morales y lanzando nuevas guerras culturales.

También lo dijo Sánchez Ferlosio: "El fascismo consiste sobre todo en no limitarse a hacer política y pretender hacer historia". El populismo de derechas va a por todas, quiere desnaturalizar el modelo liberal porque la zozobra económica y política les da alas. Pero la democracia, como el capitalismo, sobrevive a las crisis por su capacidad de adaptación. Ya fagocitó en el siglo XX al comunismo y al nazismo. Y hace cuatro años, el populismo de izquierdas (Podemos) parecía capaz de asaltar los cielos; hoy, sin embargo, está desaparecido en combate. Con Vox pasará igual. De hecho, los líderes del ‘posfascismo’ (Enzo Traverso) ya están sufriendo las primeras derrotas. Solo basta con observar la actual debacle del Reino Unido y de todos los que impulsaron el ‘brexit’. Son un claro ejemplo de que las promesas de los populismos soberanistas se resquebrajan en cuanto toman contacto con la realidad: Inglaterra es hoy un país dividido, retraído y aún más asustado que cuando votó el referéndum. Y el ínclito inquilino de la Casa Blanca (convertida en un "manicomio", según Bob Woodward) ya ha perdido en las urnas el control de la Cámara de Representantes.

De todos modos, el liberalismo no puede cruzarse de brazos y esperar que el autoritarismo se desmorone solo. Debe reaccionar, aún sin el apoyo de los intelectuales, cada día más irrelevantes. La cultura de masas ya no pasa, por los libros, los periódicos, la universidad, la academia… hace ya varias décadas se volcó en la televisión y, ahora, en las redes sociales. Por eso, internet determina hoy el tejido cultural en los países donde gobierna el populismo.

La derrota del populismo pasa por renovar el contrato social que garantizó un gran progreso en la mitad del siglo XX. Ahora toca reeditar un pacto intergeneracional que reconcilie de nuevo capitalismo inclusivo, progreso social, lealtad constitucional y democracia. Al ultranacionalismo se le puede vencer con medidas y programas político-económicos que devuelvan la esperanza a los ciudadanos y les hagan menos proclives al miedo y al pesimismo.

Las democracias liberales deben reaccionar en defensa de sus valores. Tienen que impulsar una visión optimista de la realidad que contraste con la visión distópica y derrotista de los populistas. Así lo hicieron los socialdemócratas y los democristianos tras la II Guerra Mundial.

Los actuales tiempos aciagos ya los aventuró el propio Ferlosio en ‘Vendrán más años malos y nos harán más ciegos’: "Vendrán más años ciegos y nos harán más malos". Pero, la reedición del contrato social es la salida. Como explica el catedrático Mark Lilla en su último ensayo, el centro del liberalismo tiene que dejar de ser la diferencia para que de nuevo lo sea una comunidad que comparta el liberalismo cívico que trabaja por el bien común.