Susana Díaz, la guardiana de las esencias

La socialista tiene a Felipe González y Alfonso Guerra como referentes.

Susana Díaz en un acto de campaña de las elecciones de Andalucía
Susana Díaz, la guardiana de las esencias
Efe

Socialista de corte clásico, Susana Díaz lleva a gala ser fiel a sus esencias, las políticas y las de su entorno social, que reivindica a menudo para tratar de demostrar que a ella no la han cambiado los oropeles del poder, que es la que era y sabe cómo vive la gente corriente porque nunca ha dejado de serlo.

"Barrio obrero", "gente trabajadora y sencilla", "padre fontanero", marido "currante mileurista" son enunciados que entrevera en casi todos sus parlamentos, venga a cuento o no.

Felipe González y Alfonso Guerra son sus referentes, a los que consulta con asiduidad, aunque su tiempo es otro; la pluralidad de múltiples actores es lo que marca ahora la política en España, como tuvo ocasión de comprobar en primera persona cuando saltaron al escenario los partidos emergentes en las autonómicas de 2015 y necesitó ochenta días para ser investida presidenta.

Se entrenó en las Juventudes Socialistas y sabe moverse con soltura por los entresijos del partido, cómo se hacen y se deshacen alianzas, qué piezas intercambiar y hasta dónde llegar en los pactos para conformar una mayoría sólida que le respalde.

De hecho, salvo la minoría sanchista, el PSOE de Andalucía es monolítico tras ella, casi nadie cuestiona su liderazgo, que ejerció desde muy joven en otros ámbitos, como el estudiantil.

Recuerda su profesor de Derecho del Trabajo, el expresidente de la Junta José Rodríguez de la Borbolla, cómo siendo delegada de curso, Díaz arengaba a los compañeros tras conocerse que les iban a cambiar de profesor porque había pedido la excedencia para participar en la campaña como candidato a la alcaldía de Sevilla.

"Fue durante el curso 1994-95, ella no se percató de que yo había entrado ya en el aula y la estaba liando, decía que no había derecho a que les cambiaran de profesor a mitad de curso", cuenta Borbolla, que perdió aquellos comicios y dice que más de una vez le aconsejó, cuando ella militaba en las Juventudes, que acabara la carrera.

Quienes la conocen la describen como un animal político, que tiene una suerte de antena parabólica que capta todo lo que le circunda, y también la habilidad de los camareros para mirar a su alrededor y no reparar en quien no le conviene en ese momento.

Dicen también de ella que tiene ambición "de ser" más que "de estar o tener"; quiere dejar huella y, a diferencia de casi todos sus antecesores, es capaz de emplear las mismas armas que sus adversarios, de participar en idénticas "reglas del juego" por muy duras e hirientes que éstas puedan ser.

Sin duda, le marcó mucho su paso por la organización juvenil del PSOE, con capacidad para condicionar las decisiones del "aparato", en la que se conspira con naturalidad y las relaciones pueden llegar a ser descarnadas para conseguir despuntar sobre el resto.

Constante, concienzuda, disciplinada, posee una capacidad de trabajo que agota a sus colaboradores. Ejerce las 24 horas del día. Se prepara a fondo los temas y todos coinciden en que es una "esponja" que absorbe inmediatamente todo lo que ve y oye.

Así, echa un vistazo a los informes que le preparan sus asesores en el coche, del que se apea unos metros antes para continuar andando hasta el lugar del acto, y cuando sube a la tribuna pronuncia su discurso sin papeles.

Como aspectos positivos destacan también su empatía con la gente, su cercanía comunicando, sobre todo en el cara a cara, su determinación y su honradez hasta donde ellos conocen.

Pero, incluso los que le profesan más o menos devoción, opinan que es sectaria, autoritaria y más desconfiada de la cuenta, y que su estilo es una mezcla de campechanía y algo de soberbia.

En estos cinco años al frente de la Presidencia de la Junta ha ido consolidando un discurso bien armado sobre Andalucía, poniendo el acento en los datos más positivos de una comunidad que sigue a la cola en empleo, de una región que ha vuelto al grupo de las menos desarrolladas, pero que bajo su mandato y en los peores años de la crisis ha logrado mantener la estabilidad.

Su desparpajo desarma a los rivales; no descuida ningún flanco, por muy a lo concreto que tenga que bajar. "De Pulpí (el pueblo más oriental de Almería) a Ayamonte (el más occidental de Huelva) lo sé todo", le espetó al senador popular Luis Aznar en la comisión sobre financiación de los partidos a la que, a la puertas de las elecciones, le llevó este partido.

"No hace daño quien quiere, sino quien puede", soltó entre cocacola y cocacola en aquella comisión de más de cinco horas que resolvió achacando a la "desesperación" del PP por no ganar en las urnas las denuncias de enchufismo de su familia.

No era la primera vez que se enfrentaba al desgraciado asunto de la corrupción, al caso ERE y al del presunto fraude de las ayudas a los cursos de formación, de los que se zafa proclamando que está en la vida política para combatirlo aunque sin dejar de defender, al mismo tiempo, la honestidad y decencia de sus "padres políticos".

Para algunos es el último bastión del viejo socialismo; a pesar de haber contado con el apoyo de casi todos los barones y de los expresidentes del gobierno -o precisamente por eso- no logró el aval de la actual militancia en su carrera de las primarias.

Dicen, y ella lo corrobora, que aquel proceso supuso "un antes y un después" en su carrera política y en su vida personal: le costó encajar el golpe, pero se repuso y en los últimos tiempos se la ve más serena, más segura y, según proclama últimamente, más "feliz", una transformación sobre la que bromea también en lo relativo a su aspecto físico cuando subraya los kilos que ha perdido en el camino.

Con 44 años recién cumplidos, su biografía es de sobra conocida: hija y nieta de fontaneros, es la mayor de cuatro hermanas y la única con carrera universitaria, que compatibilizó con clases particulares a niños y la venta a domicilio de cosméticos.

Ha vivido siempre en el barrio León, en Triana, es creyente y fue catequista; se casó en 2002 en la capilla de la Esperanza de Triana, a la que llegó en coche de caballos; tiene un hijo de tres años, es forofa del Betis y lleva también los colores blanco y verde de la bandera andaluza grabados en una pulsera en su muñeca.

Apasionada de la Semana Santa de Sevilla y asidua también de la Feria de Abril, a la que acude casi siempre vestida de flamenca, le gusta pasar sus vacaciones en la costa andaluza.

Tras su paso por las Juventudes Socialistas, ha ocupado todos los cargos políticos posibles, desde concejala hasta diputada nacional y autonómica, senadora y consejera del Gobierno andaluz hasta alcanzar la Presidencia de la Junta, cargos que ha compaginado con las tareas orgánicas en el PSOE, donde empezó desde abajo hasta hacerse con las riendas del partido en Andalucía.

Pero no ha logrado llegar a lo más alto de la dirección de su partido en España. Por ahora.

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