Alsasua y la vergüenza nacional

En Alsasua está en juego la defensa de la libertad frente a los herederos del terrorismo etarra.

Un momento de los sucesos de Alsasua del pasado día 4 de noviembre.
Un momento de los sucesos de Alsasua del pasado día 4 de noviembre.
Efe

El nivel de ignominia ha alcanzado tal punto que ha terminado por contaminar al ministro Grande Marlaska, otrora implacable persecutor de etarras y otras alimañas. Para Marlaska, como para miembros ilustres del PSOE, la zaragozana Beatriz Suárez, víctima del atentado de la Casa Cuartel, crispa, es una señora que ha osado ir a Alsasua a dignificar a la Guardia Civil. No es, en ningún caso, una defensora de la libertad, una mujer con dos bemoles que ha acudido allí donde otros jamás pondrán un pie porque te la juegas. Asi fue, así es y, -gracias a la irresponsabilidad de una parte de este gobierno y de algunos partidos- así será durante bastante tiempo. Expliquémoslo de otro modo para que lo comprenda bien Grande Marlaska: en Etxarri Aranatz, una localidad cercana a Alsasua, ETA asesinó en 1979 a Jesús Ulayar, el alcalde del pueblo, un hombre cabal. Durante décadas los mismos que tiraron piedras en Alsasua, vejaron a su viuda y a sus hijos, a quienes siguieron amenazando por las calles, realizando pintadas, depositando la basura en la puerta de su casa. Eran los mismos chulos que la semana pasada quisieron atemorizar a los defensores de la libertad. Como no sabe cómo viven los navarros en pueblos tomados por las radicales, cree Marlaska que los demás provocan. Lo mismo que piensa el Carnicero de Mondragón.