Un religioso confiesa que abusó de 14 escolares y acepta pasar 17 años en la cárcel

El 'hermano Pedro' narcotizaba a los menores en campamentos y excursiones para tocarles y fotografiarles el pene mientras dormían.

El acusado ha negado la primera presunta violación, que habría tenido lugar en verano de 2013.
El profesor, que está en la cárcel, ha tenido que indemnizar con unos 70.000 euros a sus víctimas.

Pedro Antonio Ramos Lominchar, profesor durante más de una década en el Colegio La Salle Maravillas de Madrid, confesó este lunes ante la Audiencia Provincial de Madrid que es un depredador sexual, un religioso que utilizó su trabajo docente y su ascendencia sobre los escolares para abusar sistemáticamente de su alumnos, todos ellos menores de edad, a los que tocaba los genitales y les tomaba fotos e imágenes para después elaborar material pornográfico.

Ramos, de 42 años, conocido por todos como el 'hermano Pedro', admitió este lunes en los primeros minutos del juicio ser autor de los 14 delitos de abuso sexual a menores más diez de elaboración de pornografía y ocho de descubrimiento de secretos de los que le acusaba la Fiscalía y aceptó, con el beneplácito de las acusaciones, que, por todos ellos, más otros dos de abusos sexuales a adultos, se le imponga una condena conjunta de 130 años de cárcel. Ese acuerdo de conformidad, que hizo innecesario continuar el juicio y escuchar la declaración de las víctimas, significa que este pederasta pasará en prisión un máximo de 17 años, de los que ya ha cumplido dos desde que fue detenido y encarcelado el 29 de septiembre de 2016.

El religioso, que lleva 21 años como miembro de la Congregación de Hermanos de las Escuelas Cristianas de La Salle, y que hasta su detención fue el coordinador pedagógico de Educación Infantil y Primaria del colegio madrileño, ha tenido que indemnizar con unos 70.000 euros a sus víctimas y, cuando abandone la cárcel, deberá pasar varios años más en libertad vigilada. Durante este tiempo bajo control judicial, tendrá que seguir un programa de educación sexual y durante diez años se le prohibirá acercarse a menos de 500 metros de los domicilios, centros escolares o trabajos de las víctimas de sus abusos. Por igual período de tiempo, tampoco podrá comunicarse con ellos o sus familias a través de medio alguno.

El exprofesor confesó los delitos de los que se le acusaba y pidió perdón a los menores y a sus familias por lo que hizo, pero a ciencia cierta no se sabe cuántos abusos pudo cometer en realidad. Según los hechos que se declararán probados en la sentencia, al menos abusó de catorce escolares durante tres años. Todo empezó y terminó en sendos campamentos de verano organizados por el colegio en Collado Mediano, una población de la sierra madrileña. Allí confesó haber tocado y fotografiado a su primera víctima en julio de 2013 y, también allí, fue descubierto, tres veranos después, por una enfermera y varios monitores cuando repetía los abusos con otro escolar, de madrugada y en una de las tiendas de la acampada.

Premeditación

El modus operandi del religioso era casi siempre el mismo. Esperaba a que los niños estuviesen profundamente dormidos y entonces aprovechaba para realizar los tocamientos y las fotografías con su móvil. Pero no actuaba de cualquier manera. Todo estaba premeditado. Había investigado en internet cómo tocar a alguien mientras duerme sin despertarlo, así como las fases del sueño más profundas, y, en ocasiones, utilizaba melatonina, un narcótico del que se le requisaron 55 cápsulas, para asegurarse de que no iba a ser descubierto. Los asaltos nocturnos se repitieron entre 2013 y 2016 al menos durante otras excursiones escolares con pernoctaciones en Valdemorillo (Madrid), Granada y Valencia.

No obstante, los cientos de fotografías e imágenes que los investigadores encontraron en el disco duro del ordenador del 'hermano Pedro' demostraron que al menos en dos ocasiones varió de técnicas para sus abusos. Una de las veces instaló una cámara oculta en uno de los baños del colegio, con la que logró imágenes de un menor mientras orinaba, y en la otra usó con idéntico fin un reloj espía con cámara y micrófono. Esta segunda grabación se produjo en Keesara, una población de la India a donde se desplazó como voluntario a una misión. El artilugio le proporcionó imágenes y sonido de un menor y un adulto mientras se desvestían y aseaban.

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