Sánchez vive la semana más negra en cien días de Gobierno

Los socialistas preveían un inicio de curso arduo por Cataluña y los Presupuestos pero nunca pensaron que el 'caso máster' y la tesis doctoral del presidente complicarían la vida al Ejecutivo.

Pedro Sánchez en la última sesión de control al Gobierno en el Congreso.
Sánchez vive la semana más negra en cien días de Gobierno
Efe

No era así como Pedro Sánchez había pensado celebrar sus cien días de Gobierno. En apenas cinco días, el jefe del Ejecutivo ha perdido a una de sus ministras más cercanas en lo personal y en lo político por las sospechas de que recibió el mismo trato de favor de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) que se atribuía a la expresidenta de Madrid, Cristina Cifuentes, también caída en desgracia, o al presidente del PP, Pablo Casado. Pero, además, se ha tenido que defender de las acusaciones de plagio de su propia tesis electoral con un ejercicio de transparencia al que hasta ahora se había resistido.

La embestida obligó al 'spin doctor' del Ejecutivo, Iván Redondo, a poner la maquinaria de respuesta ante situaciones de crisis a pleno rendimiento. En el Gobierno dan la polémica por encauzada y se preparan para salir al contraataque contra Ciudadanos y el PP, pero confiesan que esta, la semana en la que habían previsto sacar lustre a sus iniciativas más simbólicas -la convalidación del real decreto que autoriza la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos, el que desarrolla parte del pacto por la violencia de género, la recuperación de la sanidad pública universal (que ya proporcionaban numerosas comunidades autónomas) o la reversión de los recortes en Educación (que también habían realizado muchos territorios)- ha sido una semana "intensa" e incluso "dura".

"El Gobierno bonito ya es un Gobierno mellado", resumía un veterano fontanero socialista este martes, tras la dimisión a cámara lenta de la ministra de Sanidad, Carmen Montón. A cámara lenta porque a la política valenciana le llevó dos días presentar la renuncia para desesperación de buena parte del PSOE que no entendía su empeño y, lo que es más relevante, el empeño del propio Sánchez por preservarla en su puesto.

En la Moncloa -desde donde todavía el viernes la ministra portavoz, Isabel Celaá, se refirió a Montón como "ejemplar ministra"- explican que la titular de Sanidad estaba preparada desde hacía meses para un ataque relacionado con su máster en estudios de género. Ya se enfrentó a una pregunta parlamentaria sobre ello en las Cortes valencianas cuando aún era consejera de Sanidad del Gobierno de Ximo Puig y había recopilado toda la información que tenía al alcance al ver la deriva del 'caso Cifuentes' (se da la circustancia de que su máster y el de los dirigentes del PP fueron impartidos por el Instituto de Derecho Público que dirigía el profesor Enrique Álvarez Conde hoy imputado y suspendido por la Universidad). "Creía que su defensa era sólida porque a diferencia de la presidenta madrileña ella sí podía demostrar que había hecho un trabajo de fin de máster examinado por un tribunal". Un trabajo que, no obstante, se negó dejar consultar cuando estalló el escándalo.

El lunes, tras haber hablado con ella el miércoles anterior, 'eldiario.es' publicó que la ministra había obtenido su título de posgrado en un proceso "plagado de irregularidades". Ella se defendió como gato panza arriba, aseguró que siempre tuvo un légitimo interés en las asignaturas y achacó al centro universitario cualquier comportamiento dudoso. Pero las informaciones que apuntaban a que su TFM contenía 19 páginas de 53 copiadas fueron determinantes. Montón nunca admitió el plagio y en el Gobierno siguen sin darlo por bueno. Hablan de un sacrificio personal para no perjudicar la acción política.

Reacción

El "sacrificio" con el que los socialistas creían haber superado el bache y con el que confiaban en "poner a Casado frente al espejo" dio paso, sin embargo, a otras 48 horas de crisis cuando el líder de Ciudadanos cambió sobre la marcha su pregunta en la sesión de control al Gobierno (algo que va en contra del reglamento) y exigió a Sánchez que ya puestos hiciera pública su tesis. El presidente lo hizo este viernes, tras someter el texto a dos programas de software antiplagio de los que salió airoso, y tras amenazar con acciones legales a quienes la acusen de haber 'fusilado' a otros autores.

El jefe del Ejecutivo y su entorno estaban mentalmente preparados ya en agosto para un inicio arduo del curso. Lo auguraba el escenario previsto en Cataluña -la Diada, el aniversario del 1 de octubre, la cercanía del juicio por el intento de secesión- y en no menor medida el fracaso que supuso, a finales de julio, el rechazo de los socios de la moción de censura a la senda de estabilidad con la que iban a elaborarse los Presupuestos Generales del Estado para 2019. Pero admiten que esta crisis, aderezada con la polémica abierta por la ministra de Defensa, Margarita Robles, al anunciar por su cuenta y riesgo que se suspendía el envío de bombas a Arabia Saudí, ha sido un zarpazo inesperado.

En el PSOE no falta quien sostiene que, visto lo visto, habría sido menos arriesgado convocar elecciones cuando aún podían saborear las mieles de su llegada al poder y contaban con la prima de la defenestración de Mariano Rajoy entre el electorado progresista. El estudio del CIS del pasado mes de julio no dejó lugar a dudas sobre el estado de ánimo que generó la operación de derribo del PP tras la sentencia del 'caso Gürtel'.

Ahora, dicen, toca apretar los dientes. Aseguran que Sánchez está dispuesto a plantar batalla. Este lunes prepara otro acto de reafirmación por sus cien días en Moncloa en Casa de América.

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