Cambio de papeles

Pedro Sánchez, en la conferencia en la que ha dado a conocer a los miembros de su Ejecutivo.
Pedro Sánchez, en la conferencia en la que ha dado a conocer a los miembros de su Ejecutivo.
Efe

La moción de censura y el cambio de gobierno suponen un riesgo para España, principalmente por las compañías que han alzado a Sánchez al poder y por la estrecha base parlamentaria del nuevo presidente, que lo sitúan en una posición objetivamente débil. Ahora bien, es igualmente cierto que el relevo gubernamental ha venido a dinamizar el panorama político español, que permanecía prácticamente bloqueado desde hace dos años y medio. Y, sobre todo, ofrece una oportunidad a los dos partidos tradicionales del sistema político, el PP y el PSOE, de restaurar su imagen ante la ciudadanía y recuperar al menos una parte del terreno electoral que han ido perdiendo. Si aciertan a hacer bien las cosas –y no es fácil– a los dos les puede sentar bien el cambio de papeles.

Sánchez ha conseguido, sobre todo, sacar a su partido, y salir él mismo, de la irrelevancia a la que parecía condenado dentro de una oposición fragmentada y más vocinglera que eficaz. La presidencia del gobierno le confiere protagonismo, visibilidad e iniciativa política, que son una buena base para intentar conectar de nuevo –después de las derrotas de 2015 y 2016– con los electores. Sus primeros pasos –mantenimiento de la intervención de las cuentas de la Generalitat, nombramiento de un equipo económico competente– contribuyen a disipar inquietudes. Veremos.

Pero, aunque suene paradójico, la nueva situación debería ser un alivio también para el PP. Dos años más de legislatura con un gobierno gastado, falto de ideas y trabado, cuando no chantajeado, por la oposición no hubieran sido sino una larga agonía, una cuesta abajo en los sondeos hasta el precipicio final. Los populares, liberados del gobierno, están ahora obligados a hacer de tripas corazón y ponerse a la tarea, tantas veces demorada, de elaborar un proyecto de partido y de país con nuevos mimbres.

La temeridad de Sánchez, inopinadamente, ha abierto un resquicio para que los dos partidos clave del baqueteado régimen del 78 restañen sus heridas y se fortalezcan. A todos nos conviene que uno y otro lo aprovechen.