Sargento Joaquín

El presidente de la Generalitat, Quim Torra.
El presidente de la Generalitat, Quim Torra.
Efe

Es un personaje. Un personaje lamentable, eso sí, edecán y botones o meritorio de Puigdemont, un señor que está solo para provocar más lío y confrontación. Torra, ese demócrata que empujaba en primera línea contra los Mossos para impedir el traslado de los bienes de Sijena desde el Museo de Lérida, se maneja a gusto en la charca del conflicto, del victimismo, un tipo con el que evidentemente Cataluña solo puede aspirar a empobrecerse un poco más todavía.

La primera autoridad del Estado en Cataluña es, en sí mismo, un problema, un cóctel inflamable, un radical con nulas posibilidades de conversión a la normalidad democrática. Poco queda de aquel joven que hizo la mili en Palma de Mallorca y que respondía al nombre del ‘sargento Joaquín’. El que juró y besó la bandera de España que ahora odia de una manera casi patológica. Quim Torra era Joaquín, como Artur Mas se llamaba Arturo. Es lo que tiene esta metamorfosis que no deja de sorprender dentro y fuera de Cataluña. El día en que la Justicia Alemana acepte la extradición de Puigdemont se acabará con esta pesadilla tan triste. Tan innecesaria.