Ecoescuelas sociales

La educación tiene que ofrecer a los chicos y chicas argumentos para que se posicionen ante la múltiple y variada crisis ecológica y social que tenemos planteada. Y ayudarles a conseguir estrategias que les permitan adaptarse al futuro.

Ecoescuelas sociales.
Ecoescuelas sociales.
I+G

La gente corriente tenemos cada vez más dificultades para entender el día a día. Las noticias van y vienen, nos asombran, nos congratulan o nos decepcionan con una rapidez inalcanzable. Además, empezamos a ser conscientes de que casi todo está conectado: las grandes dimensiones sociales, económicas y ecológicas interfieren en las estructuras de la vida. Si esas se llevasen bien, si su interacción no fuese traumática, es casi seguro que la mayoría de la gente podría transitar sin graves tropiezos por el convulso siglo XXI. Además, todo ese entramado –más visible en lo cercano y cotidiano– alcanza una dimensión global, todavía más compleja. La mayor parte de las cuestiones de la vida (sobre todo las que evidencian la relación entre sociedad y medio ambiente), incluso las más sencillas, tienen enlaces con territorios, sociedades y futuros. El simple hecho de leer un libro, encender una luz, llevar a nuestra boca un determinado producto, desplazarnos cerca o lejos o manejar un móvil enlaza una malla de consecuencias múltiples. Este asunto debería ser un argumento principal en la educación ciudadana, no formal; necesitamos ser sociedades construidas en un aprendizaje permanente.

Pero sobre todo es urgente en la escuela. Por ella pasan todos los actores principales del devenir, por activa o por pasiva, para mejorarlo o empeorarlo; por eso ha de abrirse a los problemas reales del mundo. No se trata de fomentar un adoctrinamiento nuevo sino de preparar ciudadanos que sepan entender las problemáticas de su existencia. Se necesitan chicos y chicas que se ejerciten en el pensamiento crítico y hagan de este un argumento de vida que les permita posicionarse ante la múltiple y variada crisis ecológica y social que tenemos planteada; cada vez son menos quienes la niegan. Hemos de ayudarles a conseguir las estrategias necesarias para cuestionar el presente, para prepararse y adaptarse al futuro cambio socioecológico que les espera. Anotemos algunos ámbitos de aprendizaje escolar en los que hace falta profundizar: la superación del antropocentrismo, el cambio climático, la energía y los materiales, la alimentación, el capitalismo y las economías alternativas, la ciudadanía y la desigualdad de género, los conflictos y valores ecosociales.

Al hilo de esta tarea transformadora, la Fundación Alternativas ha publicado recientemente el informe ‘Educación para la sostenibilidad en España. Reflexiones y propuestas’, fácilmente accesible en internet. En él se hace un breve balance sobre este asunto en los últimos cuarenta años. Se pregunta si no es necesaria una nueva educación para este nuevo mundo, cambiante a velocidades desconocidas, complejo, interconectado en los problemas ambientales y en sus soluciones. Plantea que es urgente cambiar el objetivo de aprender a conocer por aprender a vivir junto con los demás. El documento recoge que el desarrollo de políticas de sostenibilidad ha llegado a los centros educativos: algunos las han incorporado en los procesos de gestión de recursos como consumos de agua, electricidad, residuos, en estrategias y protocolos de compra verde, etc.; otros llevan a cabo trabajos en valores de solidaridad, justicia social o equidad; los hay que han ido incorporando la sostenibilidad en la docencia y el currículo, tanto en actividades aisladas como en programas específicos de educación ambiental y educación para la sostenibilidad, sorteando las barreras y oportunidades que plantean los desarrollos curriculares.

Pero el informe también avisa de que falta mucho por hacer con urgencia, pues hay signos de que nos encontramos ante una posible emergencia planetaria, con múltiples aristas. Por eso, anima a los departamentos de Educación y a las comunidades educativas a reflexionar sobre el camino recorrido para alcanzar nuevas metas. Ahora que se impulsa la innovación escolar cabría emplear el espíritu de globalidad y la participación como argumentos continuos para desarrollarla; porque los aprendizajes que se necesitan son sobre todo éticos. Además, los colegios e institutos vivos nunca pueden permanecer indiferentes, tienen una comprometida encomienda de universalidad que va más allá de sus aulas. Seguro que dentro de unos años los chicos y chicas que asisten a ellos agradecerán la puesta en valor de las escuelas ecosociales.