Una confesión sin arrepentimiento y que busca una condena más benévola

Las pruebas demostrarán hasta que punto la declaración de Ana Julia responde a la verdad.

Ana Julia Quezada abraza al padre de Gabriel Cruz unas horas antes de ser detenida como sospechosa del crimen.
Ana Julia Quezada abraza al padre de Gabriel Cruz unas horas antes de ser detenida como sospechosa del crimen.
EFE

La Guardia Civil tenía en su mano agotar el plazo máximo de detención de 72 horas que permite la ley para conseguir que Ana Julia Quezada confesara su crimen. Como en otros casos, ese es el tiempo que del que disponen los investigadores para reunir el máximo de pruebas posibles antes de poner a disposición judicial a cualquier detenido. El plazo terminaba a las 14.00 de este miércoles.

Según la Ley de Enjuiciamiento Criminal, solo en el caso de que la detenida estuviese relacionada con bandas armadas o terroristas, algo que no sucede en esta causa, puede prolongarse la detención por las Fuerzas de Seguridad del Estado el tiempo necesario para los fines investigadores, hasta un límite máximo de otras cuarenta y ocho horas. En tales circunstancias, la prórroga debe ser solicitada dentro de los primeros dos días y estar motivada. Posteriormente y una vez puesta a disposición judicial, es el juez quien puede mantenerla detenida durante otras 72 horas. Sobre todo, si considera preciso practicar nuevas diligencias e incluso que la investigada esté presente.

Ana Julia Quezada, la sospechosa de matar al pequeño Gabriel Cruz, de 8 años, no había colaborado en la investigación y lo primero que dijo cuando fue arrestada fue "yo no he sido". Mantuvo su silencio hasta que el martes a media mañana, la Guardia Civil comenzó a interrogarla y decidió confesar. Pero, como era de esperar y dados los rasgos psicológicos de la detenida, era difícil que fuera sincera y acabara confesando lo que hizo realmente y sus motivaciones. Desde un punto de vista penal y aunque el caso será considerado asesinato por las agravantes que probablemente apliquen (alevosía y, quizás también abuso de confianza), admitiendo el crimen tal y como lo ha hecho (alegando una increíble defensa propia) lo único que busca es que sea calificado como homicidio. La diferencia de pena entre uno y otro de 10 a 15 años de prisión por homicidio o de 15 a 25 por asesinato. En este caso, al ser un menor de 16 años, la petición de condena podría ser la prisión permanente revisable. 

En casos anteriores que se podrían asimilar a este por la crueldad de los actos y la indefensión absoluta de las víctimas, como el de José Bretón, que asesinó a sus hijos pequeños Ruth y José y quemó sus restos en una hoguera, el homicida no confesó nunca los hechos a pesar de las pruebas que había en su contra. Al igual que el de Bretón, el perfil de Ana Julia Quezada, es el de una persona con un alto control de sus emociones y frío, controlador y manipulador cuando las circunstancias lo requieren.  El primer condenado en España a prisión permanente revisable es David Oubel, que mató a sus hijas de 4 y 9 años utilizando una sierra radial eléctrica y un cuchillo de cocina y tras haberlas drogado para evitar que pudiesen defenderse. En ambos casos los dos mataron para vengarse de sus exparejas.

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