Tercer Milenio

En colaboración con ITA

O invertimos o pagaremos

Estamos en una década decisiva en la larga guerra contra el cáncer. Cada vez ganamos más batallas y disponemos de mejores armas. Pero en España tenemos que invertir más en estas investigaciones. O acabaremos pagando muy caros los tratamientos.

Nixon declaró la Guerra contra el Cáncer en 1971 con el objetivo de encontrar una cura al final de esa década. Pretendía emular la promesa de Kennedy que llevó al hombre a la Luna al final de la anterior. Subir a la Luna fue fácil porque se tenía del conocimiento necesario. Sin embargo, hemos tardado más de 40 años en cimentar el conocimiento, y en desarrollar la tecnología necesaria, para plantar cara al cáncer. Vivimos un punto de inflexión, la ‘década D’ de esta Guerra. Comenzamos a ganar batallas.

Una imagen puede cambiar el trascurso de una guerra. Todos recordamos a esa niña desnuda huyendo de una nube de napalm durante la Guerra de Vietnam. La Guerra contra el Cáncer está llena de imágenes. El pasado julio, Emily Whitehead, una niña de 12 años, irrumpió en una sesión de la Agencia Americana del Medicamento en la que se debatía si aprobar un nuevo tratamiento. Este fármaco era muy prometedor pero podía tener fuertes efectos secundarios. Se acercó al conferenciante, le acarició la espalda y este rompió a llorar. Emily había recibido cinco años antes un tratamiento de células T con receptores quiméricos antigénicos (CAR-T) frente a su cáncer. El hombre que hablaba era su padre. Tom pedía al panel que aprobara ese tratamiento, que consiste en sacar linfocitos –los policías del cuerpo– de una muestra de sangre, armarlos mediante ingeniería genética y reintroducirlos en un paciente para que ataquen el tumor. El panel de evaluación tenía muchas dudas porque incluso la pequeña Emily sufrió una reacción inmunológica que pudo causarle la muerte. Influido por el testimonio vital de la niña el panel aprobó el uso de esta terapia para niños y jóvenes frente a la leucemia linfoblástica aguda. Meses más tarde la aprobaron para linfomas no-Hodgkin convirtiendo 2017 en un año histórico en la lucha contra el cáncer.

Seguimos profundizando en el conocimiento de la biología del cáncer y descubriendo cómo manipular al sistema inmune para usarlo como nuevas terapias: las inmunoterapias. Empezamos a identificar a los pacientes en los que funcionan y los tipos de cáncer que parecen beneficiarse siguen aumentando.

Las mejoras y el abaratamiento de las técnicas de secuenciación del ADN hacen que podamos detectar y analizar ADN liberado por un tumor en una muestra de sangre. Lo llamamos biopsia líquida. Explotando esta técnica se están desarrollando varios test genéticos que prometen ser más sensibles que una mamografía o una colonoscopia, y que pueden abordar la identificación de muchísimos tumores en un análisis rutinario de sangre.

Estas nuevas tecnologías de análisis de ADN, y el conocimiento íntimo de las mutaciones en el ADN presentes en los tumores, han permitido una nueva forma de ensayos clínicos que agrupa a los pacientes en función de las alteraciones encontradas en su genoma y no por el tipo de tumor. Un ‘ensayo en cesto’ reemplaza hasta a 40 ensayos tradicionales, acelerando los descubrimientos, abaratando los costes y permitiendo analizar más tipos de tumores que de otra manera no se harían por su baja frecuencia.

La medicina de precisión, la biopsia líquida y las inmunoterapias requerirán un cambio en la asistencia clínica. Ahora que hemos acumulado conocimiento y sabemos hacer terapias contra el cáncer, es el momento de multiplicar la inversión en investigación oncológica. En EE. UU. ya lo han hecho, aquí seguimos disminuyéndola. Podemos ser parte de esta guerra o pagar la reconstrucción. Ramón y Cajal advirtió hace más de un siglo que "pagaremos su peso en oro todo aquello que no inventemos". Busquemos la fórmula para que lo descubierto aquí, con dinero público, se aplique aquí primero y sin costes adicionales. El precio de estas terapias, como las células CAR-T que superan el medio millón de dólares, plantea dilemas. ¿Cuánto nos costaría aplicar linfocitos CAR-T si los hubiésemos descubierto en una universidad española? El coste es elevadísimo, ¿podrá asumirlo la Seguridad Social? Pero, ¿cuál es el coste de no usarlas?