Los resultados de las elecciones del 20 de diciembre ya aventuraban la dificultad de un acuerdo de investidura pese a que desde el primer momento los diversos líderes aseguraban estar abiertos al diálogo para hacerlo posible y
advertían de que la repetición de los comicios sería un fracaso.
Para evitarlos, el presidente del Gobierno en funciones y del PP,
Mariano Rajoy, lanzó un día después de los comicios la propuesta que ha seguido manteniendo durante todo este tiempo: una gran coalición de su partido
con el PSOE y a la que invitaba también a Ciudadanos.
Se trataba de una oferta que trasladó en persona al líder socialista,
Pedro Sánchez, y al de C's, Albert Rivera, en sendas reuniones que mantuvo con ellos en Moncloa.
Pero la respuesta del secretario general del PSOE ya hacía presagiar que esa
opción era imposible porque garantizó que en ningún caso llegaría a un acuerdo con los populares y aseguró que buscaría todas las opciones de cambio.
Fue simbólico su viaje el día 7 de enero a Lisboa, donde se reunió con el primer ministro portugués, el socialista
Antonio Costa (después de que este lograra ese cargo tras un acuerdo con la izquierda radical), y donde aseguró que él pretendía también
una gran coalición progresista para desalojar a Rajoy de la Moncloa.
Era uno de sus primeros mensajes post-electorales al
líder de Podemos, Pablo Iglesias, que aseguraba estar abierto al diálogo pero mantenía prioridades como la de un referéndum en Cataluña que obstaculizaban cualquier entendimiento.
Lo constataban las voces de dirigentes socialistas, entre ellos algunos de sus barones territoriales como la presidenta andaluza,
Susana Díaz.
Lo que hizo Sánchez a continuación es aumentar el espectro hacia el que dirigía su oferta de gobierno
"progresista y reformista", incluyendo también a Ciudadanos.
Con esas posiciones y después de un pacto entre
PP, PSOE y C's que hizo a Patxi López presidente del Congreso en la XI legislatura, el Rey inició su primera ronda de contactos con los dirigentes de los partidos y que culminó con el ofrecimiento que Rajoy declinó para someterse a una sesión de investidura.
El presidente en funciones argumentó para ello que
carecía de apoyos suficientes y, por tanto, no tenía sentido participar en una iniciativa que interpretó que sería un engaño a los ciudadanos.
En esa primera ronda de contactos, el Rey fue el primero en conocer la oferta de Iglesias de
formar un ejecutivo con Sánchez al frente, él de vicepresidente y varios ministros de Podemos.
Un planteamiento que
alertó de nuevo a dirigentes e históricos del PSOE y que llevó a Sánchez a comprometerse el 30 de enero ante el Comité Federal del partido a que cualquier acuerdo lo sometería a refrendo de la militancia.
Con Rajoy
reiterando su oferta de una gran coalición y con Sánchez
empeñado en un gobierno de cambio, Felipe VI convocó entre el 27 de enero y el 2 de febrero una nueva ronda de consultas que concluyó
encargando al líder del PSOE que intentara su investidura.
A partir de ese momento se multiplicaron las reuniones a varias bandas, como la de
Rajoy y Sánchez en la que ni se dieron la mano públicamente y sólo sirvió para apuntalar su distanciamiento y para que el líder socialista reiterará su rechazo a los cinco grandes pactos de Estado que el presidente le había hecho llegar a él y a Rivera.
Sánchez y su equipo negociador mantuvieron
otra serie de reuniones que desembocaron en un pacto suscrito de manera solemne junto a Rivera y que provocó que
Podemos suspendiera sus contactos con el PSOE.
Con ese pacto avalado por casi el 80 por ciento de los militantes socialistas que se pronunciaron sobre el mismo, Sánchez acudió al debate de su investidura, que fue rechazada por la mayoría del Congreso en las dos votaciones realizadas,
el 2 y el 4 de marzo.
Se entró en un compás de espera con Rajoy manteniendo su oferta de gran coalición, y
Sánchez e Iglesias intentando un acercamiento para el que el líder de Podemos dijo, que si él era el obstáculo, renunciaba a formar parte del gobierno "a la valenciana" al que aspiraba.
Pero el pacto
PSOE-Podemos parecía cada vez más difícil porque Sánchez aseguraba que mantendría su acuerdo con Ciudadanos, mientras que Iglesias y Rivera se confesaban incompatibles.
Es lo que se puso de manifiesto a primeros de abril en la cita a tres entre PSOE, Podemos y Ciudadanos.
La única opción para que el pacto PSOE-C's permitiera un
nuevo gobierno es que lo avalaran los militantes de Podemos en la consulta que se comprometió a realizar la dirección de este partido y en la que defendía el rechazo al mismo.
El "no" a esa vía fue avalado por casi el 90 por ciento de los que se pronunciaron en ella.
Con todos esos antecedentes, el Rey inició ayer la tercera ronda de contactos con los líderes y hoy ha constatado la evidencia de que habrá que recurrir a las elecciones del 26 de junio para confiar en que se desbloquee la situación y sea posible un nuevo gobierno que sustituya al que lleva ya 128 días en funciones.