Un cura alaba el "exquisito" trato de sus asaltantes pero les afea usar su tarjeta en un club

"No los disculpo ni justifico, pero sí me lo explico", sostiene el sacerdote de Pazos.

El párroco Jaime González
Un cura alaba el "exquisito" trato de sus asaltantes pero les afea usar su tarjeta en un club
Efe

El cura de Pazos de Borbén (Pontevedra) víctima de un asalto a su casa en enero de 2013 ha destacado este martes el "trato exquisito" de los tres ladrones, pero les ha reprochado que le mintieran diciendo que necesitaban el dinero cuando en realidad "se fueron de putas" a un club en el que pagaron con su tarjeta.


El párroco Jaime González, citado como testigo para el juicio que se iba a celebrar este martes en la Audiencia de Pontevedra y que se ha resuelto con un acuerdo de conformidad, ha detallado a la prensa que los asaltantes no tuvieron "una mala palabra" ni "un mal gesto" con él, e incluso uno de ellos, al despedirse, le besó la frente.


Ha abundado en que no guarda "ningún trauma" del momento en el que los asaltantes estuvieron en su casa -incluso ha ironizado con "que todos los ladrones fueran así"-, y ha comentado que la única amenaza que le hicieron fue relativa a si no les daba el PIN correcto de su tarjeta de crédito, ya que si tenían que volver, "a lo mejor la cosa variaba".


Tampoco se sintió intimidado por el cuchillo que exhibió uno de los asaltantes, porque lo llevaba "como jugando con un molinillo de viento".


Lo peor llegó luego, durante la "noche negra, espantosa", que pasó, ya que cuando se marcharon lo dejaron maniatado con cables de teléfono y de un tensiómetro, lo que le produjo una gran hinchazón en las manos, hasta que al día siguiente lo encontró "medio grogui" su asistenta.


"Eso sí que me dio miedo, pero el trato personal con ellos, exquisito. Lo firmo", ha aseverado.


Lo que no les perdona el cura de Pazos a sus asaltantes es que no pagaran con su tarjeta una compra o un juguete para un hijo, que le dijeron que tenían alguno, sino que se fueran a un club de alterne de O Porriño y se gastaran cerca de 700 euros, además de otras cantidades en una gasolinera y de retirar 600 euros en un cajero.


En el primer caso, ha abundado, "no los disculpo ni justifico, pero sí me lo explico", pero cuando se enteró de que anduvieron de fiesta mientras él sufría maniatado le "dolió en el corazón" porque lo "pillaron allí para mentir".


El párroco Jaime González, que no reclamaba nada en la causa, ha considerado lógico que los asaltantes tengan que "pagar esa barbaridad que hicieron", pero ha insistido en que, "personalmente, no les vi mal ninguno".


"Si vienen -a robarle-, que vengan así", ha proclamado; eso sí, para la próxima vez, "que me aten con una cuerda, no con cables".


Finalmente, fiscalía y defensa han llegado a un acuerdo de conformidad que rebaja considerablemente las penas de cárcel para los tres acusados, ya que el representante del ministerio público pedía 10 años para cada uno de ellos por los delitos de robo con violencia y retención ilegal, y por una falta de lesiones.


Javier P.O. ha sido condenado a cinco años y cuatro meses, y a una multa de 120 euros y a Francisco S.M., a quien le han aplicado la agravante de reincidencia, le han caído cinco años y dos meses y una multa de 180 euros. En ambos casos se ha apreciado la atenuante de drogadicción.


Víctor José M.L., ha aceptado cinco años y una multa de 180 euros. En su caso, se ha aplicado la atenuante de confesión.


Según se recoge en el escrito de acusación, los tres asaltantes se presentaron en la casa rectoral de Pazos ya de noche, con las caras tapadas con unos trozos de tela.


Rompieron un cristal y cuando su morador se asomó a ver qué sucedía, dos de ellos se introdujeron en el domicilio por la fuerza mientras el tercero se quedó vigilando.


Supuestamente, Javier P.O. amenazó al párroco con un cuchillo y lo obligó a que le entregara 30 o 40 euros en metálico, así como su tarjeta de crédito y el código PIN, bajo la amenaza de que si no era correcto volverían a la casa.


Después, con la ayuda de Víctor José M.L., lo ataron fuertemente de pies y manos y los tres abandonaron el lugar en el coche en el que se habían presentado minutos antes en la casa rectoral.