Javier Hernández, tercer conductor con los pies de toda Europa

El exnadador paralímpico, periodista y conferenciante Javier Hernández no tiene barreras personales. Nació sin brazos y acaba de sacarse el carné de conducir.

Javier con su "L"
Javier Hernández, tercer conductor con los pies de toda Europa
Marc Guanyabens

Superación y desafío son dos constantes en su vida, pero él la recorre con toda normalidad porque la falta de brazos le viene de nacimiento, igual que cualquier persona tiene otros condicionantes. Su empeño personal en probarse a sí mismo y su profundo rechazo al derrotismo lo llevaron en su día a aparcar el periodismo deportivo –al que se dedicaba profesionalmente–, para averiguar hasta dónde podía llegar como deportista en la natación. Y, a pesar de empezar a entrenar en la piscina con 30 años, logró llegar a nadar la final de su categoría en los Juegos Paralímpicos de Londres 2012 tan solo tres años después; una proeza sin precedentes en tan corto espacio de tiempo. Ahora, tras dejar atrás la competición y llevar unos años de actividad vertiginosa en otros ámbitos ha conseguido un nuevo récord personal: se ha convertido en el tercer conductor con los pies de toda Europa.


A Javier Hernández (Zaragoza, 13 de junio de 1979), se le abrió un mundo cuando se enteró, hace ya unos años, de que una persona de Madrid con una discapacidad como la suya se había sacado el carné de conducir. Entonces se marcó un objetivo que, sin embargo, no ha podido abordar hasta ahora, primero por los Juegos y después por la vorágine que siguió: dando conferencias, sacando los títulos de entrenador de fútbol y de director deportivo, y escribiendo un par de libros; el último, la autobiografía "De los pies a la cabeza", que también da nombre (todo junto.org) a su web personal. Hasta este año no tuvo tiempo de empezar las clases en la única autoescuela existente en España para discapacidades como la suya: Irrintzi, en Basauri (Vizcaya).


El 12 de enero empezó las clases. El 4 de febrero sacó el teórico y el 5, una prueba práctica previa que les exige Tráfico y Sanidad para apuntarse a circulación. Tras un impasse administrativo forzoso hasta el día 23, volvió a Basauri para seguir su aprendizaje. El pasado 2 de marzo, después de hacer con un Ford Mondeo que prepararon para él nada menos que 2.500 kilómetros de prácticas en una ciudad desconocida, con un intenso tráfico y muchas curvas y pendientes, hizo por fin el examen práctico de circulación. Y lo aprobó.

A la primera

"He sido el tercero en Europa que lo ha sacado. Y a la primera creo que el primero, aunque no estoy seguro", señala orgulloso. "Ya tengo la ‘L’ en casa", proclama satisfecho, aunque de momento aún tardará en tener su propio coche adaptado. "Tal y como tengo organizada la vida ahora mismo, no es una prioridad. Si lo fuese, me metería, pero para gastarte 45.000 o 50.000 euros, que es lo que cuesta, porque la adaptación ya son 35.000 y luego pon el coche, pues antes de eso afronto otras inversiones".


La adaptación de vehículos para personas discapacitadas –que consiste en instalar los mandos al volante para personas en silla de ruedas– existe desde hace mucho, pero en su caso es más nueva, porque "cuando no es una situación muy habitual cuesta que las cosas progresen", explica Javier. En 2001 Fiat desarrolló como marca un modelo de adaptación para conducir con los pies, pero a principios de 2003 murió Giovanni Agnelli, patrón de la firma italiana y nieto de su fundador, y la empresa se sumió en un periodo de deudas, pérdidas y una gama de modelos deficiente, y eso fue lo primero que abandonaron.


Tras varios años de vacío, el sistema para conducir sin manos no fue rescatado por otro fabricante, sino por la autoescuela de Basauri, que, a partir de piezas desarrolladas por la firma alemana Paravan, transforma y acopla en su propio taller los dispositivos a la medida del usuario.


En su caso, tiene dos dispositivos; uno en cada pie. Con la palanca del izquierdo controla el freno hacia adelante y el acelerador hacia atrás (lo invirtieron así porque con la disimetría de sus piernas y la limitación de giro en la rodilla le resultaba más cómodo). Con el pie derecho controla la dirección mediante un ‘joystick’ con el que no hace falta fuerza, aunque sí mucho tacto, algo a lo que está muy acostumbrado. El dispositivo tiene al lado cuatro botones a la vista para arrancar, aparcar, poner marcha adelante, marcha atrás o punto muerto, y el cambio es automático.


Finalmente le ponen un botón donde tenga movilidad o acceso, en su caso entre el hombro y el cuello, y que según el rato que tenga presionado le indica con pitidos las órdenes para las luces, el intermitente, el claxon y los distintos grados del limpiaparabrisas. Lo cual maneja sin apartar para nada la vista de la carretera.

"Lo más natural"

"Esto puede parecer un poco de efectos especiales, pero para mí es lo más natural del mundo ­–explica–. Manejar automatismos con los pies es algo que tengo muy asimilado. A mí conducir con los pies no me supone nada". También se desenvuelve asombrosamente bien para enfundarse el cinturón de seguridad o manejar el mando a distancia del garaje, para lo que habría otras adaptaciones, pero al final "todo es coste sobre coste".


Por eso, y por lo caro que sale simplemente sacarse el carné pasando inevitablemente más de un mes fuera de casa (más de 10.000 euros en total), sostiene sin dudar que "debería haber ayudas" para este fin. Aunque como principio tiene claro, en general, que "todos somos iguales y sólo hay que atender a la gente en lo que no llega por sí sola dando el cien por cien".


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