Sedantes sin receta, fentanilo y favores a altos cargos, los problemas de la Casa Blanca

El Departamento de Defensa descubre faltas de control, registros erróneos de fármacos potentes y asistencia a funcionarios y contratistas no autorizados en la clínica de los presidentes durante la época de Obama y Trump.

Fentanilo, el opioide más consumido en España.
Fentanilo, el opioide más consumido en España.
N. L.

Reparto de sedantes sin receta, ausencia de registros sobre las reservas de fentanilo, asistencia médica a cientos de funcionarios sin autorización, operaciones quirúrgicas a personas identificadas por alias para ocultar sus nombres o atención a la carta en base al poder del paciente. Estas son algunas de las irregularidades (que no delitos) que el Pentágono ha descubierto en la Unidad Médica de la Casa Blanca, la clínica militar particular que atiende a los presidentes de Estados Unidos, durante los mandatos de Barack Obama y Donald Trump.

Lo que, al parecer, se trataba de un secreto a voces en la alta jerarquía institucional de Washington ha quedado confirmado en un informe de la Oficina del Inspector General del Departamento de Defensa fechado el pasado 8 de enero, que constata cómo las operaciones farmacéuticas de la clínica de la Casa Blanca tenían "problemas graves y sistémicos". El documento llama la atención sobre faltas de supervisión o la dispensación de medicamentos a una parte del personal que no podía acceder a este servicio, con el consiguiente riesgo de distraer recursos a la auténtica función de esta unidad: cuidar la salud del presidente y el vicepresidente.

Al parecer, existía incluso un importante botiquín abierto para que cualquiera pudiera coger fármacos básicos de los que no necesitan receta como analgésicos y pastillas para la tos, según relata 'The Washington Post' en una exhaustiva investigación que publica este domingo.

El rotativo reproduce una frase de Omarosa Manigault Newman, antigua asesora de Trump, quien con ocasión de una torcedura de tobillo acudió en enero de 2017 al dispensario en busca de un calmante. "Repartían cualquier cosa, directamente del frasco, sin necesidad de receta", contó posteriormente. En realidad, la distribución habitual de sedantes y estimulantes sin las recetas adecuadas -se citan marcas como Ambien y Provigil- desconcierta en especial al inspector, que denuncia también cómo el equipo se negaba a adquirir genéricos porque los pacientes exigían marcas específicas. Solo por este hecho, el informe menciona que se malgastaron 100.000 dólares entre 2018 y 2019 en la compra de los dos medicamentos citados y un tercer somnífero.

Pero si esta conducta resulta poco tolerante para la clínica que debía encargarse de la salud del presidente, lo son todavía menos los pedidos de potentes medicamentos de riesgo sobre los que no parecen haberse hecho registros correctos. Durante los primeros nueve meses de 2019, la unidad médica solicitó cuatro entregas separadas de fentanilo (en 34 bolsas), opioide llamado también la 'droga zombie' por sus efectos mortales y los estragos que está causando por su drogodependencia en Estados Unidos y gran parte de Europa. 

También se requirieron dos pedidos de morfina y otros tantos de ketamina. "Para una clínica que normalmente no realiza procedimientos (con) sedación moderada, seguramente están ordenando cantidades prodigiosas de morfina, fentanilo, versed y ketamina", escribió Nick Mark, médico con sede en Seattle, en 'Neesweek' el pasado 29 de enero.

El asaltante y la verja

Los empleados de la unidad nunca han ocultado la existencia de pedidos de fentanilo, e incluso que estos pudieran haberse registrado de forma errónea -el informe oficial solo alude a problemas de inscripción-, pero han asegurado que nunca se recetó ni salió del dispensario. Este tipo de drogas narcoticas se conservaban en la farmacia ante la eventualidad de que alguien sufriera un accidente grave en la Casa Blanca y necesitara una intervención urgente. Como dijo el jefe de la unidad en su día, "imaginen que un asaltante intenta entrar en el recinto y se empala en los barrotes de la verja". Por fortuna, casos así no se han producido.

Los problemas analizados por la inspección ocurrieron durante las presidencias de Obama y Trump, en los que la supervisión médica de la Casa Blanca estuvo sustancialmente en manos de Ronny Jackson, un médico de urgencias nacido en Texas cuyo padre quería que se dedicara al negocio del petróleo. Jackson dirigió la clínica hasta finales de 2014 y después ocupó el cargo de médico del presidente hasta que Joe Biden se convirtió en mandatario y en 2021 lo sustituyó por Kevin O'Connor, su facultativo personal. Jackson es ahora congresista republicano.

Su primer contacto con el ejército tuvo lugar al obtener una beca de la Marina que le permitió matricularse en Medicina a cambio de pasar cuatro años de servicio. Jackson desarrolló una notable carrera mixta en los dos terrenos, el sanitario y el militar. Se especializó en buceo, como urgenciólogo y ejerció de oficial médico en una brigada de desactivación de explosivos. Todo, muy al límite. Durante la guerra de Irak perteneció a un grupo de traumatología que operaba a los militares heridos por la explosión de bombas. Llamó la atención de los asesores de Bush. En 2006 fue contratado por la Unidad Médica de la Casa Blanca y en 2010 empezó a dirigirla. En poco tiempo el servicio pasó de veinte a sesenta trabajadores.

Las normas de esta clínica son claras: asistir al presidente, el vicepresidente y sus familias, así como a un reducido grupo de altos cargos militares y funcionarios que sirven directamente al Despacho Oval. Si por algún motivo otros asesores ejecutivos de Presidencia accedían a sus servicios, más tarde debían abonarlos de su propio bolsillo. Sin embargo, parece ser que las consultas se ampliaron a un amplio número de personas, desde miembros del servicio secreto o del departamento de prensa hasta empleados del comedor y contratistas ajenos, pero con vínculos con el Gobierno. La unidad envió supuestamente a los quirófanos del Hospital Militar Nacional Walter Reed, bajo nombres falsos que ella misma asignaba, a personas «no elegibles» para esas cirugías gratuitas. Este hospital es la referencia del sistema sanitario militar estadounidense. Allí fue ingresado Donald Trump cuando se contagió de la covid-19 y también el secretario de Defesa Lloyd Austin es asistido ahora del cáncer de próstata en sus sofisticadas instalaciones.

Según 'The Washington Post', Jackson pudo actuar de esta manera siguiendo un patrón particular, según el cual, al atender al personal próximo al presidente, éste estaría mejor protegido y rodeado de un equipo más eficaz para ayudarle en sus funciones. Se trata de una figura controvertida. El senador demócrata Jon Tester dice de él que tenía el apelativo de 'el hombre de los caramelos'. Otros le conocían como 'Doctor Siéntete Bien'. Muchos destacan su mal humor en el trabajo. Y abundan quienes le ensalzan por "preocuparse" de sus pacientes "como ningún otro medido se ha interesado". También hay rumores de que, bajo su mandato, se estableció una escala asistencial en función del poder que ostentaban los pacientes.

"Finalmente me hice cargo de todo el ala oeste, el ala este y todos los que los apoyaban", ha reconocido el propio facultativo. "Era una medicina ejecutiva de consejería en toda regla y exagerada, y lo hicimos mejor que nadie en el planeta", señaló en sus memorias en 2022.

La pugna política

Jackson controló la buena salud de Obama y Trump. Los acompañó en sus viajes. A veces les dispensó un analgésico o un sedante ligero, pero no existe constancia de que les hubiera recetado medicamentos en exceso. Ni a él ni a otros políticos o funcionarios. Lo que sí hizo fue granjearse el favor de un amplio espectro de gente con poder.

De hecho, el informe de la inspección encuentra irregularidades de gestión y control, pero no formula ninguna acusación delictiva sobre los años que pasó al frente de la clínica presidencial. El propio facultativo explicó el mes pasado en una entrevista que quienes pasaron por allí recibieron "atención médica autorizada", cuya validez debía ser aprobada por los abogados de la Casa Blanca. Jackson añadió que en su dilatada carrera en este servicio recetó narcóticos "menos de cinco veces" -por ejemplo, cuando alguien sufría una fractura- y que nunca dispensó fentanilo o morfina. "Es absurdo".

Las investigaciones en torno a la Unidad Médica de la Casa Blanca tienen su propia historia oscura. Los primeros rumores de favoritismo y conflictos de gestión proceden de hace una década. Pero fue en 2018, tras recibir una docena de quejas, cuando la Inspección General comenzó a indagar en las supuestas irregularidades. Al comienzo de 2020, Trump cesó al inspector. En medio, en 2019, el líder republicano quiso nombrar a su galeno secretario de Estado para Asuntos de los Veteranos, aunque éste renunció al cargo debido a las abrumadoras críticas que circulaban sobre su conducta.

Jackson es hoy un congresista republicano con enorme repercusión en las redes sociales y un puesto de privilegio en el sector trumpista más fanático. Achaca todo este tipo de noticias a "ataques políticos" dirigidos a minar al candidato republicano, con el que mantiene una buena amistad. No en vano, durante sus años en la Casa Blanca él dormía en la habitación situada debajo del dormitorio de Trump y ambos celebraban conversaciones matinales diarias sobre cuestiones de Estado. El médico nunca confesó a Obama sus preferencias por los conservadores hasta que el día en que el presidente demócrata salió del Despacho Oval le informó de que iba a cuidar de la salud de su sucesor.

Jackson es un activo propagandista de la "buena salud" mental del expresidente. Famosas son sus frases de que Trump posee "genes increíblemente buenos" y que "si hubiera tenido una dieta más saludable durante los últimos 20 años, podría vivir hasta los 200 años". También es el político republicano que más cuestiona a Joe Biden, del que destaca habitualmente sus lapsus. Desde el inicio de la actual carrera electoral, él y otros congresistas conservadores exigen casi cada semana que el líder demócrata se someta a un "examen cognitivo". El informe de la inspección sobre la Unidad Médica de la Casa Blanca es un material altamente sensible, sobre todo por tratarse del equipo en cuyas manos está la salud del máximo mandatario de Estados Unidos.

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