El pesimismo se apodera de la búsqueda del Titan

El oxígeno se agota dentro del submarino perdido en el océano Atlántico con cinco personas que iban a ver el Titanic.

El sumergible Titan, durante unas pruebas en Everett (Estados Unidos).
El sumergible Titan, durante unas pruebas en Everett (Estados Unidos).
AFP

Sin tierra a la vista, en la inmensidad del Atlántico Norte, el lugar donde se hundió el Titanic en 1912 con más de 1.500 personas de 33 nacionalidades diferentes a bordo es tan remoto que sólo trasladar hasta allí el equipo necesario para rescatar un sumergible, el Titan, supone una batalla contra reloj a la que este martes se sumó Francia.

El país galo tenía entre los cinco tripulantes de la pequeña nave desaparecida a uno de sus mejores expertos marítimos, Paul-Henri Nargeolet, director de investigaciones submarinas de la compañía estadounidense RMS Titanic, Inc, la subsidiaria de EMG, LLC, a la que en 1994 los tribunales adjudicaron legalmente los derechos exclusivos de los restos del Titanic. La empresa ha realizado ocho grandes expediciones que sirvieron a Nargeolet para hacer 35 inmersiones hasta los 3.800 metros de profundidad donde descansa el mítico barco crucero. Se cree que su papel en esta última misión era servir de guía a los tres multimillonarios que habían pagado 250.000 dólares por cabeza para contemplar con sus propios ojos lo que el resto del mundo tuvo que ver a través de una película de Hollywood.

Se trataba del empresario y aviador británico Hamish Harding, de 58 años, que tenía tras de sí una impresionante lista de expediciones para ricos que incluía compartir con el dueño de Amazon, Jeff Bezos, su viaje al espacio en la lanzadera Blue Origin y tres récord Guinness. Además, estaba el vicepresidente de la multinacional de fertilizantes Engro Corporation, Shahzada Dawood, miembro de una de las familias más ricas de Pakistán, tan obsesionado con las últimas fronteras que había montado una fundación que lleva su apellido dedicada a buscar vida extraterrestre. Para este viaje había llevado a su hijo Suleman, de 19 años, al que la familia ha descrito en un comunicado como un «gran fan de la literatura de ciencia ficción, el voleibol y el cubo de Rubik».

La última identidad en conocerse fue la del piloto que, según la cadena NBC, es el propio jefe ejecutivo de la empresa Ocean Gate, Stockton Rush. El año pasado invitó al periodista de CBS David Pogue a cubrir una de sus expediciones. Rush le contó divertido la simplicidad de una nave «que no requiere muchas habilidades», tan fácil de manejar que sólo tenía un botón. Para dirigir los movimientos del sumergible de fibra de carbón y titanio que se vendía como un hito tecnológico utilizaba el control de una PlayStation Sony, literalmente.

«La gente debería saber que antes incluso de subir al barco tienes que firmar una descarga legal masiva en la que se enumeran todas las formas en las que puedes morir», contó a la BBC Mike Reiss, que hizo el mismo viaje experimental en 2022. «Sólo en la primera página se menciona la muerte cuatro veces. Nunca se te va de la cabeza. A ninguno de los que estaban allí les puede haber pillado por sorpresa».

Harding, Dawood, Rush y Nargeolet eran los tripulantes del Titan.
Harding, Dawood, Rush y Nargeolet eran los tripulantes del Titan.
Vocento

A casi 1.450 kilómetros de Cape Cod (Massachusetts), los aviones estadounidenses y canadienses C-130 llevan dos días buscando en la superficie los restos del Titan, con el que se perdió contacto a la hora y 45 minutos de haber emprendido su descenso hacia las profundidades del océano. Fuentes de este periódico en una gran compañía oceanográfica aseguran que el barco Polar Prince, que trasladó hasta allí el sumergible y monitoreaba su descenso, escuchó una gran explosión, por lo que extraoficialmente se cree estar ante una operación de recuperación, más que de rescate. Por si acaso, la tecnología norteamericana intenta también penetrar en la oscuridad de las aguas profundas y escucha con atención cualquier sonido que pueda evocar la señal de los sónares. Ha resultado que Francia tenía un buque de investigación a 48 horas del siniestro, capaz de llegar antes que los estadounidenses y descargar sus robots submarinos.

Robots franceses

La lanzadera sumergible de apenas 6,7 metros de largo, en la que sólo cabían cinco personas sentadas, tenía oxígeno para 96 horas, de las que ayer a las 13.00 hora local quedaban 40, según estimó en conferencia de prensa la Guardia Costera estadounidense. Suponiendo que no hayan sido víctimas de un accidente fatal, para cuando hoy a las 20.00 llegue el navío francés, con robots capaces de descender hasta cerca de 4.000 metros de profundidad, a los turistas del Titan les quedarían apenas nueve horas de vida, de las que cuatro se consumirán en el trayecto de ida y vuelta hasta los restos del naufragio.

Esa teoría, forjada en torno a la posibilidad de que el sumergible se encuentre enredado en los brazos del Titanic, se considera una ilusión óptica, porque en tal caso la comunidad internacional tendría apenas cuatro horas para encontrar la manera de subirlo a la superficie, desde una zona a la que no pueden descender por sí solos ni los buzos más experimentados. La mejor opción de supervivencia es que la nave haya salido a flote en alguna parte del mar sin forma de comunicarse. Según la Guardia Costera estadounidense, la búsqueda se centra en un área tan vasta como el estado de Connecticut, de 20.000 kilómetros cuadrados, casi el triple que todo el País Vasco.

Dado que EE UU se encuentra a más del doble distancia que la costa canadiense de Finisterre, de la que partió la expedición, la Guardia Costera estadounidense ha decidido compartir el mando de las operaciones con su contraparte canadiense, que ayer tenía en camino al velero canadiense John Cabot. Si encontrar al Titanic costó más de siete décadas, hallar al diminuto Titan que espiaba su sueño voyerísticamente puede ser una tarea para la posteridad como la que perseguían los millonarios a bordo.

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