Rescates entre minas perdidas en Jerson

Los equipos de socorro y los civiles se enfrentan a la amenaza que suponen miles de trampas antipersona dispersadas por la riada.

Voluntarios ayudan a evacuar a residentes en la región de Jerson
Voluntarios ayudan a evacuar a residentes en la región de Jerson
ALINA SMUTKO

La lista de problemas no tiene fin. Lo dice Oleg Stefanovski a las puertas de la histórica Escuela de Vela de Nikolaev, a orillas del Pivdennyi Buh, el segundo río más largo de Ucrania. "Desde el impacto de las minas desenterradas por el agua a la cantidad de cementerios que han quedado arrasados", enfatiza.

La rotura de la presa de Kajovka se deja notar ya en todo el sur del país. Si Jersón es la provincia más afectada, en la vecina Nikolaev, a unos 70 kilómetros, el río también ha subido ya un metro de altura y los vecinos se acercan con incredulidad a hacer fotos de lo que antes era el malecón, ahora devorado por el agua.

Lo que hasta ahora veían por la televisión ha llegado a sus vidas. Es mínimo comparado con las zonas más próximas a la presa, pero "lo peor reside en que no sabemos qué será lo siguiente. Las presas son infraestructuras fundamentales, no se puede jugar con esto", opina Stefanovski, quien repite para sus adentros que "nadie había visto algo igual en esta ciudad, ni los mayores recuerdan un Pivdennyi Buh a estos niveles, esperemos que baje".

La situación se ha complicado aún más al conocerse que los campos de minas que las fuerzas rusas habían desplegado para defender sus posiciones frente al ejército ucraniano han sido destruidos a causa del agua. Cruz Roja alertó del riesgo que supone la dispersión de miles de minas antipersona a lo largo de los cientos de kilómetros cuadrados inundados. Un riesgo directo para los equipos de rescate que tratan de socorrer a los miles de civiles que han quedado atrapados y una amenaza durante las próximas décadas para aquellos que decidan regresar a sus casas en el futuro. Nadie sabe dónde han acabado estos artefactos. Solo se conocen, por las explosiones, los que detonaron durante los primeros momentos de la riada, activados por el peso del agua o la vibración.

Las autoridades rusas de la zona ocupada en Ucrania reconocieron la pérdida de estos campos de minas -algunas de ellas muy sofisticadas- y el riesgo que suponen a partir de ahora para los civiles y soldados. Natalya Humenyuk, portavoz de las fuerzas de defensa en el sur del país, denunció que en estos momentos "hay minas que explotan de manera descontrolada y otras son arrastradas por el río".

El tercer día tras el desastre de la presa sirvió para que el presidente Volodímir Zelenski se acercara a la ciudad de Jersón, donde se subió a una barca para recorrer algunas de las calles totalmente inundadas. El gobernador, Oleksander Prokudin, le recibió con un dato preocupante ya que la media del nivel del agua alcanzó por la mañana los 5,61 metros. Prokundin aseguró que "seiscientos kilómetros cuadrados de la región están bajo el agua. El 32% se encuentra en la orilla derecha, mientras que el 68% restante está en la orilla izquierda".

Fue el segundo viaje del presidente a una ciudad que ya visitó cuando fue liberada de manos rusas en noviembre. Durante su estancia se produjeron varios impactos de proyectiles rusos en la zona y Zelenski acusó al enemigo de atacar a los grupos de rescate, la misma acusación que hicieron los rusos contra los ucranianos desde la otra orilla del río.

Según Humenyuk, la portavoz militar en el sur, el único efecto positivo de la rotura de la presa es que "las fuerzas rusas han tenido que retroceder y los bombardeos se han reducido a la mitad en los últimos días".

Ya no queda agua

Mientras los dirigentes de Kiev y Moscú siguen acusándose mutuamente de lo sucedido en Kajovka, desde la ONU lanzaron una doble alerta sobre el agua y el riesgo de un brote de cólera. El acceso al agua potable es "una de las principales preocupaciones", apuntó el portavoz de la Secretaría General de Naciones Unidas, Stéphane Dujarric, quien recordó que "miles de personas dependen del embalse de Kajovka para beber y los niveles están descendiendo rápidamente".

La alarma se agravó el jueves por la anoche cuando la compañía estatal responsable del pantano, Ukrhydroenergo, informó que el nivel de llenado había descendido a 12,5 metros, dos décimas por debajo del llamado 'punto muerto', a partir del cual es imposible la toma de agua para las poblaciones y la planta atómica de Zaporiyia. Dado el grado de destrucción del dique, prácticamente ya desmoronado y sumergido, la empresa aventuró que el embalse seguirá vaciándose hasta quedarse con una lámina de agua de tres metros de altura y 1,5 kilómetros de ancho; es decir, las "mismas dimensiones del río".

Respecto al cólera, la técnico oficial del Programa de Emergencias Sanitarias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Teresa Zakaria, alertó que "las muestras ambientales señalan que el patógeno existe" y "ésto constituye un riesgo".

Oleksander, de 48 años, era marinero, pero desde el estallido de la guerra su barco está en tierra, muy cerca del ahora inundado malecón de Nikolaev. "Al principio de la guerra no podía creer que los rusos nos estaban atacando, hasta que les vimos a diez kilómetros de la ciudad. Ahora nos toca esto y he terminado por creer que todo es posible en esta guerra. No hay líneas rojas. Asusta pensar que no hay líneas rojas".

Si al sur de Kajovka hay más de 600 kilómetros cuadrados inundados, al norte preocupa y mucho la situación en la central nuclear de Zaporiyia, situada a unos 100 kilómetros. La central ha aumentado todas sus reservas de agua de enfriamiento para los reactores ante la disminución de los niveles del embalse de Kajovka, y, según el OIEA, esos depósitos propios serán suficientes para "varios meses". Deberán serlo, ya que del embalse ya no se espera nada.

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