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Voluntarios que van, vecinos que huyen: el caos del tráfico tras el terremoto

La autovía, que apenas ha sufrido desperfectos por el seísmo, está atascada en ambos sentidos, con una interminable fila de camiones, autobuses, furgonetas, coches particulares y enormes vehículos.

La autovía, que apenas ha sufrido desperfectos por el seísmo, está atascada en ambos sentidos.
La autovía, que apenas ha sufrido desperfectos por el seísmo, está atascada en ambos sentidos.
Reuters

Seis o siete horas para recorrer 60 kilómetros de autovía: esta es la situación que se vive desde hace días en la provincia de Hatay, una de las más afectadas por el terremoto que el lunes pasado destruyó gran parte del sureste de Turquía.

La autovía, que apenas ha sufrido desperfectos por el seísmo, está atascada en ambos sentidos, con una interminable fila de camiones, autobuses, furgonetas, coches particulares y enormes vehículos que transportan maquinaria pesada o incluso casas prefabricadas.

En medio llegan ambulancias, con sirenas y luces pidiendo paso y, con cierta disciplina, todos los vehículos se apartan a derecha e izquierda para abrir un callejón central por el que atraviesa a toda velocidad el furgón sanitario, a menudo también seguido por coches de las funerarias municipales.

Desde que llegaron las primeras noticias del terremoto, numerosos ciudadanos oriundos de Hatay y residentes en otras ciudades, se montaron en el coche para acudir a la ciudad golpeada para averiguar el destino de sus familiares, cuentan los vecinos a EFE.

De hecho, más de la mitad de las matrículas que se ven ahora por Antioquia son de otras provincias, sobre todo de Ankara, que dista casi 700 kilómetros, y de Estambul, a más de 1100 kilómetros de carretera.

Junto a ellos ha llegado un enorme ejército de voluntarios de todo el país que acuden con sus propios medios para ayudar como pueden en las labores de rescate y desescombro.

Rescate de una niña tras el terremoto en Antioquia (Turquía).
Rescate de una niña tras el terremoto en Antioquia (Turquía).
Efe

Entre ellos hay un grupo de amigos de la universidad de Aydin en Estambul, compuesto por estudiantes y profesores, que han tomado el tren hasta Iskenderun (Alejandreta), también duramente golpeada por el terremoto pero aún con cierta capacidad de funcionamiento.

Ahora esperan que el servicio de emergencias y rescates público turco Afad les organice un vehículo con el que continuar hasta Antioquia, a 60 kilómetros de distancia, donde prácticamente no queda casa en pie en el centro de la ciudad.

Han traído hasta un generador de electricidad moderno, que será muy apreciado en Antioquia, pero que no saben muy bien cuánto tiempo va a funcionar, porque solo hay una gasolinera que de momento entrega un máximo de 15 litros de carburante a cada cliente.

Tras varias horas consiguen un minibus, mientras otro grupo de amigos, que ha llegado en tren desde Ankara, y espera junto a un montón de palas que les ha entregado Afad, se monta finalmente en la caja de un camión de obras para salir hacia el mismo destino.

En el carril de enfrente también pasan camiones, autobuses y muchos coches particulares con matrícula local cargados hasta los topes: son vecinos que dejan atrás la ciudad destruida para buscar refugio con familiares o conocidos en otra parte del país.

También el gobierno ha empezado la evacuación de esta ciudad de 300.000 habitantes, donde de momento no hay ni una sola casa habitable, porque también los edificios que han quedado en pie en ciertas zonas periféricas podrían tener la estructura dañada y deben revisarse primero.

Un autobus lleno de familias locales da vueltas por el centro, entre escombros y excavadoras, buscando la salida de un laberinto en el que ya es casi imposible orientarse, porque gran parte de las calles simplemente han desaparecido bajo los cascotes y el mapa de rutas en el teléfono móvil se ha convertido en una ficción.

Eso, cuando aparece el mapa en la pantalla porque también la cobertura es muy deficiente y en gran parte de la ciudad no hay manera de hacer llamadas telefónicas ni de recibir datos de internet.

Para facilitar la evacuación, las compañías aéreas turcas ofrecen hasta el fin del mes billetes gratuitos desde ocho aeropuertos de la zona afectada por el terremoto.

Es una buena noticia para quienes buscan alejarse del horror... si encuentran una plaza libre, misión imposible para los próximos días no solo en las líneas aéreas sino también en los trenes y los autobuses que salen de Adana, la ciudad más cercana a Antioquia, a unos 200 kilómetros, que sigue funcionando con normalidad.

Muchos de los que se van no van a volver nunca, cree Onur, un nativo de Antioquia que ha venido desde Ankara. "Y es que Antioquia ha dejado de existir".

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