CUBA

El Gobierno cubano sostiene que cuentas en Twitter creadas en EE UU y España prendieron la revuelta

La Habana reconoce una víctima mortal y trata de restar gravedad a los choques con la población al sostener que se han visto «escenas peores en capitales europeas».

Emigres in the Little Havana neighborhood react to reports of protests in Cuba against its deteriorating economy, in Miami
Manifestantes en Miami contra el régimen cubano
MARIA ALEJANDRA CARDONA

Al final, Barack Obama tenía razón: la apertura de Cuba al mundo, de la mano de internet, abriría los ojos al pueblo. Pero el exilio cubano también acertaba: secar la fuente del turismo y asfixiar económicamente al régimen, hasta el punto de no poder proporcionar lo más básico, sacaría a la gente a las calles.

El primer chispazo ha dejado al menos un muerto y alrededor de 150 detenidos, según el balance preliminar. El fallecido se llama Diubis Laurencio Tejada y tenía 36 años, según confirmó el Ministerio del Interior a la agencia oficial ACN. Según esta versión, no murió el domingo sino el lunes, lo que revela que las protestas continuaron al menos en el barrio de Arroyo de Naranjo, a las afueras de La Habana, donde hubo «varios lesionados y detenidos cuando el grupo trató de dirigirse a una estación de Policía con el objetivo de agredir a sus respectivos y dañar la instalación», contó la agencia oficial.

Se sabe poco de lo que está ocurriendo en Cuba, porque el Gobierno suspendió inmediatamente internet en los móviles y bloqueó selectivamente páginas web y aplicaciones, en un país en el que muy poca gente puede permitirse conexión en casa. «Faltan datos, pero también faltan medicamentos», admitió el ministro de Asuntos Exteriores Bruno Rodríguez Parrilla durante una conferencia de prensa con corresponsales extranjeros celebrada el martes.

Confrontado con la violencia que ha aplicado la Policía cubana en las calles, el canciller respondió desafiante. «He visto escenas peores en algunas capitales europeas», contraatacó. Rodríguez admitió que el país está viviendo «una situación compleja», pero negó tajantemente que haya nada parecido a una crisis de gobierno. «Los cubanos hemos vivido momentos peores y sabremos resolverlo», atajó.

En realidad no habido ninguno como éste. El único precedente se remonta al llamado 'maleconazo' de 1994, durante el desabastecimiento y los apagones que han traído de vuelta la pandemia y el recrudecimiento del embargo. Durante el deshielo de Obama y la tímida apertura del régimen hacia los cuentapropistas, floreció una incipiente clase media que permitía a los jóvenes soñar con una vida mejor.

Dar marcha atrás no es fácil, después de haber probado las mieles de la clase emprendedora. Ahora faltan alimentos, medicinas y hasta electricidad para poner en marcha los aires acondicionados y electrodomésticos que se compraron en República Dominicana u otros países a los que el Gobierno permitía viajar. Por faltar, faltan hasta turistas a los que pedirles un dólar.

Y lo que empezaba a sobrar era información del mundo exterior y propaganda de Miami. La imagen apocalíptica que pintaba el exilio caló en las calles, donde nunca antes desde el triunfo de la revolución se habían oído gritos al unísono pidiendo «¡libertad!», «¡abajo la dictadura!».

Falta de cooperación

El Gobierno cubano asegura que la chispa del 11-J la prendieron una docena de cuentas de Twitter creadas en EE UU y España por sistemas informáticos capaces de emitir cinco retuits por segundo. «¡Prueben ustedes a hacerlo!», retó el canciller. El programa incluso cambiaba el perfil de geolocalización para aparentar que los usuarios actuaban desde Cuba, según la versión del Gobierno, que sitúa el nacimiento de la etiqueta #SOSCuba el 15 de junio. La habría creado una empresa de Miami una semana antes de que la Asamblea General de la ONU votase abrumadoramente en contra del embargo.

El Ejecutivo de Miguel Díaz-Canel acusa directamente al Gobierno de EE UU de estar implicado en la campaña de la empresa de Florida que recibe ayudas estatales, y reta a la Casa Blanca a desmentirlo si no es cierto. La verdadera frustración de La Habana es que nada ha cambiado con la llegada de Biden al poder, porque no ha derogado ninguna de las 243 medidas que impuso Donald Trump en plena pandemia para endurecer el embargo. «Hasta con el ébola tuvimos cooperación», se quejó el canciller, que culpa al embargo de las dificultades que ha tenido el país para lograr los materiales e ingredientes con los que desarrollar su propia vacuna.

La hipocresía y el cinismo con el que la Casa Blanca ha pedido al Gobierno de La Habana que escuche la voz de su pueblo pero ignora el clamor de éste contra el embargo, es de las pocas cosas que encuentra eco mayoritario en las calles. La oposición y el exilio piensan que no es momento de negociar, sino de apretar aún más para hacer saltar al régimen, más débil que nunca ante la ausencia de los Castro.

El gobernador de Florida, Ron DeSantis, incluso planteó el martes en una mesa redonda cómo llevar Internet a Cuba para seguir arengando por las redes sociales, pero de momento eso parece tan ilusorio como las flotillas que pretenden llegar a la isla para apoyar las revueltas.

Los cubanos siguen alborotando en las calles, pero no en La Habana sino en Miami, donde desde el domingo cortan el tráfico todos los días. En la isla es el Gobierno el que ha vuelto a recuperar el control. Por ahora.

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