sociología

Sari Hanafi: "La izquierda está demasiado obsesionada con el colonialismo"

Palestino nacido en el campo de refugiados de Yarmuk, Sari Hanafi es presidente de la Asociación Internacional de Sociología. Este jueves se ha celebrado el Día Mundial del Refugiado. 

Sari Hanafi visitó recientemente Zaragoza
Sari Hanafi visitó recientemente Zaragoza
Guillermo Mestre

Usted nació en el campo de refugiados de Yarmuk, en Siria, donde su madre ha permanecido gran parte de su vida.

Mi familia fue expulsada de Palestina en 1948 y nos movimos al campo de refugiados de Yarmuk. Yo estuve hasta los 25 años, pero mi madre vivió ahí hasta su destrucción, en 2012. Si le preguntas cuál es la principal tragedia de su vida, te dirá que la destrucción de Yarmuk y su expulsión de Haifa.

¿Cómo recuerda la estancia ahí?

Para alguien que ha investigado sobre refugiados durante 15 años, Yarmuk aquellos años se podría describir como un campo cinco estrellas. Por una simple razón: Damasco trataba a los palestinos como a cualquier sirio, excepto a la hora de votar. Más tarde, cuando visité campos en Gaza o en el Líbano sentí lo que era ser un refugiado en una situación terrible. Son lugares excluidos de las ciudades.

Europa ha desviado el foco de la crisis migratoria. ¿Es ahora cuando empiezan los verdaderos problemas?

La crisis de los refugiados, que incluía a sirios pero también a afganos y somalíes, ha terminado: en 2018 hubo 116.000 personas cruzando el Mediterráneo, lo que supone un 90% menos que en 2015. Y sin embargo el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) declaró que el XXI es el siglo de los desplazamientos. Lo que es nuevo, comparado con los otros conflictos, es que anteriormente afectaba a un grupo cerrado de personas y ahora se trata de un fenómeno de impacto global. Vamos a ver, yo he crecido en Siria y me obsesiona este caso. Las crisis siguen siendo locales, pero sus consecuencias son globales: si yo no estoy seguro, nadie lo está. Yo no me canso de repetir que si Estados Unidos y Europa siguen vendiendo armas a Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos, los dictadores de estos países continuarán alimentando los conflictos.

El punto de mira se desplaza ahora a Libia.

Es otro ejemplo claro. Ha habido un proceso de paz conducido por la ONU, pero recientemente Francia decidió de forma unilateral respaldar a Egipto y Arabia Saudí en su apoyo a Haftar. Si los problemas ahí no cesan, volverá a haber un flujo estable de refugiados. Lo que intento decir es que los conflictos son cada vez más globales, al menos a tenor de sus efectos, y que las consecuencias son terribles para todos los desplazados y emigrantes.

¿Qué es la xenosofía?

Yo considero injusto que cada vez que hablamos de migraciones en Europa pensemos en xenofobia; hay evidencias estadísticas de que a gran parte de los alemanes les gustan los extranjeros. En este sentido, tienes xenofobia, el odio al extranjero; xenofilia, amor hacia el extranjero, y xenosofía, algo más complejo: una sabiduría. La sabiduría de ser conscientes que necesitamos darles alojamiento, algo más racional. Una mezcla de amor y sabiduría.

¿Como un paso más allá de la xenofilia?

Sí. Yo soy un sociólogo de las religiones; me interesa mucho cómo la religión influye en nuestras vidas. Los sirios descubrieron la humanidad de los europeos: han visto cómo les han aceptado pese a que son cristianos, mientras que contemplan cómo los musulmanes en los países del Golfo no lo hacen. He hecho muchas entrevistas en Alemania con musulmanes practicantes y me han dicho que han descubierto allí un humanismo, el sentimiento de que hay una familia humana más allá de las distintas religiones.

Las proyecciones dicen que el mundo será más religioso en 2050 que ahora. ¿Cómo observa este fenómeno?

Los últimos datos a nivel mundial muestran que el 80% de la gente se declara algo o muy religiosa; esto evidencia que los expertos que daban por hecho que la ciencia o el secularismo iban a sustituir a la religión estaban equivocados.

La religión siempre está interfiriendo en la política, a veces de un modo ético y otras no

Y ¿no deberíamos diferenciar entre si hay más o menos gente religiosa o si hay más o menos Estados religiosos?

Es una buena pregunta. La separación de religión y estado se ha convertido en una suerte de verdad universal, aunque hay que recordar que puede existir esa separación pero no entre religión y política; aquí es donde hago la distinción: no son entes separados. De hecho, las políticas de la identidad son persistentes, incluso en Francia. Mire a Trump: el 82% de los evangelistas pentecostales votaron por él, luego no se puede entender cómo utiliza Trump su poder sin su efecto en la religión. La religión siempre está interfiriendo en la política, a veces de un modo ético y otras no. Tomemos Turquía, por ejemplo. Podemos decir que no nos gusta cómo el partido de Erdogan está mezclando religión con política, porque está minando las libertades individuales. Si este es el caso, denunciémoslo. Pero no el hecho de que declaren que tienen una ética islámica, del mismo modo que Chirac decía que Francia tiene una ética cristiana. El asunto tiene que ver con la sustancia de esa mezcla, si va contra los derechos humanos o no.

Usted es el primer presidente árabe de la Asociación Internacional de Sociología. ¿Es más una responsabilidad o un honor?

Claro, es un honor. Pero quiero decir que yo fui apoyado por África, Latinoamérica o Asia: soy el candidato del sur global y quiero ver una asociación menos blanca, menos anglosajona. Y he llegado con una agenda contra el autoritarismo. Me gusta una sociología situada a la izquierda, pero para mí la izquierda se encuentra en estos momentos demasiado obsesionada con el colonialismo y no tanto con el autoritarismo.

¿Por qué cree que sucede?

Cuando hablan de la situación de Argelia, la izquierda critica la actuación de Francia, cómo ha mantenido una relación con la élite militar. Pero Buteflika ha continuado durante seis mandatos y eso no tiene que ver con Francia, sino con que hablamos de un dictador. La izquierda global subestima la magnitud del autoritarismo, que no tiene que ver con las antiguas potencias coloniales.

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