Atrévete a saber

Hay ciudadanos dispuestos a confiar los asuntos públicos a fuerzas políticas cuya vocación es activar los monstruos de la razón que provoca el miedo a un mundo globalizado, en el que han desaparecido las certezas que ejercían de escudo protector.

La educación es la salvaguardia del ser humano frente al oscurantismo.
La educación es la salvaguardia del ser humano frente al oscurantismo.
HERALDO

¡Atrévete a saber! ¡Ten valor para disponer de tu propio entendimiento! Este es el lema de la Ilustración que, según Kant, suponía que el ser humano había llegado a la mayoría de edad y había de empezar a pensar por sí mismo. Para desarrollar esa capacidad y ejercerla con criterio debía formarse, de ahí el "atrévete a saber". Lo propio del hombre es aprender de otros hombres, ser enseñado por ellos. Aprender a pensar y aprender a pensar sobre lo que se piensa. Según Kant, la principal asignatura que se enseñan los hombres, unos a otros, es en qué consiste ser hombre. Puesto que nos atrevemos a pensar para saber, deberíamos preguntarnos: ¿vivimos ahora en una época ilustrada? Steven Pinker, en su último libro, ‘En defensa de la Ilustración’, al que Bill Gates ha definido como su "libro favorito de todos los tiempos", realiza un alegato en defensa de esta y contra aquellos que consideran que el mundo no deja de retroceder y, por supuesto, son ellos los que se ofrecen como salvadores. Para ello es necesario conocer y ser capaces de juzgar por nosotros mismos.

Recordemos algunos datos. El progreso de la Tierra en el último siglo ha sido el mayor que ha gozado nunca la humanidad. Hace treinta años, uno de cada tres ciudadanos del mundo vivía en la extrema pobreza. Ahora solo uno de cada diez. Y, mientras durante la mayor parte de la existencia del ‘Homo sapiens’, la esperanza de vida era de unos 30 años, ahora vivimos hasta los 70. Y, en países como España, por encima de los 80. Y todo ello ha sido posible, según Pinker, por los ideales ilustrados, racionalidad científica y liberalismo progresista. "Los ideales de razón, ciencia y humanismo necesitan ser defendidos ahora más que nunca, porque sus logros pueden venirse abajo. El progreso no es una cuestión subjetiva. Y esto es sencillo de entender. La mayoría de la gente prefiere vivir a morir. La abundancia a la pobreza. La salud a la enfermedad. La seguridad al peligro. El conocimiento a la ignorancia. La libertad a la tiranía. Todo ello se puede medir y su incremento a lo largo del tiempo es lo que llamamos progreso. Eso es lo que hay que defender".

Pensemos para saber y preguntémonos ¿quiénes son los mayores enemigos de los ideales ilustrados? Y coincidiremos con él en que son adversarios bien conocidos y temibles. Donald Trump, el ‘brexit’, el populismo y los nacionalismos tribales forman parte de esa cohorte oscura, adversaria de los valores de la Ilustración. Hemos de saber que han sido muy hábiles en la utilización y manipulación de los datos y se ha producido en los ciudadanos una reacción de inquietud, miedo a lo desconocido. El no querer conocer y saber les hace sentirse marginados frente a esa corriente gradual e inexorable que conduce al cosmopolitismo, la liberalización de las costumbres, los derechos de las mujeres, etc. Y a quien asusta es curiosamente a aquellas personas más fácilmente manipulables y, como señalaba Kant, el problema es la educación, pues esta es la salvaguardia que faculta al ser humano para defenderse en el mundo real, es decir, le ofrece las herramientas que desde el punto de vista instintivo le son limitadas.

En Europa, estamos asistiendo a un resurgir de distintos tipos de nacionalismos excluyentes y autoritarios. Polonia y su justicia cada vez menos independiente; el nuevo gobierno italiano; las importantes extremas derechas de Austria, Holanda, Francia; la regresión de la Europa del Este y su rechazo a los refugiados. Coinciden en el racismo anti-inmigratorio (sobre todo anti-musulmán), la homofobia y el machismo, la negación del cambio climático, el liderazgo fuerte, el autoritarismo, el rechazo del poder judicial independiente, el ataque a los medios críticos y a la libertad de información, la afirmación religiosa cristiana de cuño fundamentalista (católica, evangélica y ortodoxa) y la política del miedo. Se trata de retrotraerse al propio caparazón por miedo a la globalización y al cambio de época en que vivimos.

En España, como en otros Estados europeos, hay ciudadanos dispuestos a confiar la gestión de los asuntos públicos a fuerzas políticas cuya vocación es activar cada uno de los monstruos de la razón que provoca el miedo a un mundo globalizado e interdependiente, en el que han desaparecido las certezas que ejercían de escudo protector. Y de nuevo hemos de preguntarnos para saber. ¿Las ideas que proponen los populismos podrán aliviar los problemas de nuestra sociedad cada día más abierta y diversa?