Crímenes con castigo

En menos de cuatro años de duración, el régimen camboyano de los jemeres rojos dejó un millón y medio de muertos. Dos de sus líderes acaban de ser condenados por genocidio por un tribunal auspiciado por la ONU, tras un largo proceso.

El ex 'número dos' e ideólogo de la organización comunista, Nuon Chea, de 92 años, y el antiguo jefe de Estado de ese régimen, Khieu Samphan, de 87, condenados a cadena perpetua.
El ex 'número dos' e ideólogo de la organización comunista, Nuon Chea, de 92 años, y el antiguo jefe de Estado de ese régimen, Khieu Samphan, de 87, condenados a cadena perpetua.
Efe

Han tenido que pasar 40 años para que el criminal régimen camboyano de los jemeres rojos haya sido condenado por genocidio por un tribunal auspiciado por la ONU. Nuon Chea, de 92 años, el segundo máximo responsable tras Pol Pot, el líder ya fallecido de aquel movimiento maoísta, y Khieu Samphan, de 87 años, quien fue su jefe de Estado, han sido condenados a cadena perpetua y pasarán lo que les queda de vida entre rejas.

Fue un gobierno breve. Apenas duró tres años, ocho meses y veinte días. Entre el 17 de abril de 1975 y el 7 de enero de 1979. Pero la cosecha de muerte fue terroríficamente fructífera. El baile de cifras varía entre un millón y medio y algo más de dos millones de muertos de un total de siete millones de habitantes. Es decir, entre el 20 y el 30% de la población fue liquidada.

Tal como recuerda Bernard Bruneteau en su libro ‘El siglo de los genocidas’, es bueno recordar que muchos futuros dirigentes de uno de los regímenes más crueles del siglo XX provenían de la buena sociedad y «se hicieron comunistas durante viajes de estudios a Francia (la antigua colonia) entre 1949 y 1958, entre ellos el propio Pol Pot, que acabó militando en el Partido Comunista francés».

El camino hasta la ejemplar condena del viernes pasado ha sido muy largo y laborioso. En 1989, tras la retirada de Vietnam de Camboya, país que había aplastado el régimen criminal de Pol Pot, fue imposible introducir la palabra genocidio en el acuerdo de paz que se firmó en París y que fue tutelado por varias potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad de la ONU.

Durante los primeros años noventa se decretaron leyes de amnistía a los que se podía acoger los jemeres rojos que renunciasen a la violencia. Estas leyes beneficiaron a algunos altos funcionarios implicados en atrocidades. El propio primer ministro Hun Sen, antiguo oficial de los jemeres rojos y que lleva en el poder desde 1998, propició la incorporación de sus antiguos compañeros a la administración y al ejército y fue partidario de pasar página sin valorar el sentimiento en contra de los familiares de las víctimas.

Tuvieron que pasar casi dos décadas de silencio hasta que el 12 de diciembre de 1997 la Asamblea General de la ONU se refirió por primera vez a «actos de genocidio». Y casi otra década más para que las Cámaras Extraordinarias en la Corte de Camboya fuesen creadas en 2006.

Durante sus primeros años realizaron las investigaciones y los arrestos de los altos cargos del régimen criminal que continuaban con vida. El tribunal también buscó supervivientes de un régimen obsesionado por crear una sociedad agraria y sin clases y por asesinar a todos los que percibía como enemigos, a los que sometía a trabajos forzados o mataba de hambre.

Los jemeres rojos ordenaron abandonar la capital Phnom Penh a todos sus habitantes en abril de 1975, los obligaron a vivir en cooperativas rurales y establecieron ‘el año cero’ como inicio de un nuevo periodo de la historia en el que se alentaba a la población a conformar una nueva sociedad.

Tuol Sleng fue la principal instalación de detención, tortura y exterminio aunque había otros 150 centros de terror distribuidos por todo el país. Por sus dependencias pasaron ministros del régimen caídos en desgracia, algunos diplomáticos extranjeros que no consiguieron abandonar el país antes de la instauración del terror y unos 2.000 niños.

Se conoce el funcionamiento interno de Tuol Sleng gracias a los archivos que los máximos responsables no pudieron destruir. Los prisioneros fueron sometidos a métodos de tortura brutales. Fueron detenidos entre 14.000 y 17.000 mujeres, niños y hombres. Todos, sin excepción, fueron fotografiados antes de ser asesinados.

Sólo seis prisioneros sobrevivieron al infierno en este centro que hoy se puede visitar como un sobrecogedor Museo de la Memoria. Las últimas 14 víctimas yacían achicharradas en las habitaciones de tortura cuando los soldados vietnamitas entraron en el centro de detención en enero de 1979. Sus tumbas están hoy alineadas en la entrada.