La Guerra de Siria desde Aragón

"La intervención internacional en Siria llega dos años tarde"

La comunidad siria de Zaragoza, instalada en Aragón desde hace años, vive el conflicto entre el temor y la inquietud mientras espera que la virulencia del conflicto amaine por fin.

Ismael Hamam, uno de los sirios residentes en Zaragoza
Ismael Hamam, uno de los sirios residentes en Zaragoza
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Hace mucho que Ismael y Abdul no pueden hablar bien de su país. El conflicto instalado en Siria desde hace ya más de dos años ha borrado la nostalgia de los ojos de estos dos vecinos de Zaragoza, residentes en Aragón desde hace más de 30 años, que en poco más de un lustro han visto cómo el lugar donde nacieron ha pasado de ser uno de los países de referencia en Oriente Próximo a estar completamente devastado por una guerra civil "sanguinaria en la que se ha perdido el respeto a cualquier razón humanitaria". Un conflicto que ya es considerado como el más cruel del siglo XXI, y en el que ambos esperan que la inminente intervención internacional pueda, "al fin", apaciguar un escenario que se ha convertido en "un infierno" para sus familiares y conocidos.


Para Ismael Hamam, que desde hace década y media regenta un restaurante en el centro de Zaragoza, "es una locura" que el mundo haya rechazado mirar hacia Siria hasta que saliera a la luz el uso de armas químicas. "Es necesario que el país se deshaga de la corrupción y de esta barbarie para poder empezar a construir un lugar en el que mis hijos puedan ver en él su origen", cuenta Hamam, que se mantiene al tanto de todo lo que sucede a través de los canales árabes y por vía telefónica con sus familiares, residentes en la zona de la costa, donde la guerra, por el momento, no ha mostrado su cara más amarga.


Su opinión es idéntica a la de Abdul Badawi, uno de sus compatriotas en la capital aragonesa que explica que la comunidad siria de Zaragoza -formada por algo menos de 100 personas- vive el conflicto con ansiedad al ver el terrible caldo de cultivo que se ha formado en el país. "El régimen ha revelado su lado más sanguinario con la puesta en pie del ejército rebelde, en el que por otra parte se están empezando a formar grupúsculos radicales que tampoco auguran un futuro demasiado apacible". Pero lo principal, tanto para ellos dos como para el resto de sus conciudadanos, es que se comience a frenar una escalada de violencia que ha dejado ya más de 120.000 muertos y ha obligado a exiliarse a dos millones de sirios, casi un 10% de la población.


"Uno de mis hermanos desapareció un domingo y el lunes encontraron su cuerpo, y otro murió cuando un misil cayó sobre la casa de mi familia en Alepo", explica Badawi con un tono ya mermado por la crudeza de un conflicto que ha durado demasiado. La familia de Abdul Badawi se encuentra precisamente en una de las ciudades más azotadas por la guerra. Alepo, una de las capitales de la revolución que ha quedado totalmente devastada por los bombardeos. "Si el mundo se hubiera preocupado antes por Siria miles de muertes se habrían evitado", señala preocupado este hombre, que lleva 35 años sin poder pisar su país.

Sin poder volver a su tierra

La comunidad siria aragonesa llegó en su mayoría a España durante los años 70 y 80 buscando formación participando en programas universitarios de medicina y otras ciencias. Algunos llegaron explorando una vía que la buena posición de sus familias les permitía recorrer, y otros casi empujados después de que su entorno se viera afectado por las malas relaciones con el régimen.


Ese es el caso de Abdul Badawi, que tuvo que emigrar a España después de ser señalado tras denunciar una trama de venta ilegal de niños en un hospital militar de la ciudad. "Me metieron en un agujero, y en el momento en el que me dejaron salir, volé hacia España, donde tenía conocidos", relata Badawi, que explica que el tráfico de influencias es la moneda de cambio habitual en el país.


Una situación similar le sucedió a Ismael Hamam cuando intentó regresar a Siria 19 años después de emigrar. "Conseguí después de varios años un salvoconducto para entrar en el país, pero al llegar me retuvieron 18 horas debido a un problema que había surgido con uno de mis familiares". Desde entonces, Hamam ha renunciado a llevar a sus dos hijos a Siria, pese al dolor que le supone.


En la pequeña población siria de Zaragoza esta guerra entre bandos y etnias también ha provocado algunos encontronazos entre los partidarios del régimen y los que reclaman la salida de Bachar el Asad, aunque, como señalan Bedawi y Haman, ambas posturas acaban siempre encontrándose "gracias a la ausencia de radicalismos", y la visión común de que hace falta frenar una masacre "que ya ha durado demasiado tiempo".