Miguel Otero-Iglesias: "Hay que evitar las desigualdades porque llevan al conflicto social"

El investigador del Real Instituto Elcano reivindica un nuevo contrato social, distinto al surgido después de la Segunda Guerra Mundial.

Miguel Otero-Iglesias, el pasado martes en el Patio de la Infanta de Ibercaja.
Miguel Otero-Iglesias, el pasado martes en el Patio de la Infanta de Ibercaja.
Francisco Jiménez

¿Cómo afectan los conflictos bélicos actuales a la economía, en concreto a España?

Influye porque socios como Alemania han entrado en recesión. Eso nos afecta a todos, es la mayor economía de Europa. También afecta en que tenemos un periodo de mayor inflación, suben los tipos de interés y eso afecta a mucha gente, a que la actividad económica no sea tan pujante. Y luego está la incertidumbre. Los sentimientos de los actores económicos de que esto puede escalar retrae inversión. A España le ha afectado menos hasta ahora porque depende menos del gas ruso, está más lejos, y nuestra recuperación ha ido con más brío porque el turismo se recuperó después de la pandemia y eso se ha notado.

¿Tenderemos a una desglobalización tras lo vivido ahora en el mar Rojo, antes en el bloqueo del canal de Suez, o en la falta de suministros para nuestras fábricas?

Aquí hay que diferenciar. Una cosa fueron los efectos de la pandemia por los cambios de hábitos, que la gente compró más bienes duraderos porque no podía gastar en servicios, lo que generó cuellos de botella, y luego está el tema digital, ahí la globalización está aumentando enormemente, con muchos más flujos, incluso el comercio entre Estados Unidos y China ha aumentado. Los datos que tenemos sugieren que no hay una desglobalización como tal, aunque podemos decir que hay una fragmentación de esa globalización. Ahora es más regional, tiende hacia los bloques.

¿Más selectiva?

Sí, más de amigos también, al menos en el discurso político, en los datos aún no lo vemos.

¿Habrá que relocalizar producción?

Hemos pasado de una economía que se decía que era de la eficiencia, con el ‘just in time’, sin tener duplicados ni almacenes llenos, ir sobre el minuto, a una economía que se llama ahora de resilencia o del ‘just in case’, por si acaso, y eso significa muchas cosas: diversificar, producir más cerca o en casa, toda una estrategia de diversificación de los riesgos, de los proveedores y de los socios comerciales.

La disrupción de la tecnología hace que no podamos renunciar a la globalización.

Sería un error intentar que la tecnología no avanzase. También sería un error no hacer negocios o tratos con otros porque no queremos compartir la tecnología o porque no queremos ser dependientes de su tecnología. Ahí tenemos que ser selectivos, otra cosa es que sea una tecnología desgobernada, sin gobierno. De ahí el espíritu y la misión del Centro de Gobernanza del Cambio (foro de reflexión del IE, en el que colabora Ibercaja). La historia nos demuestra que aquellos que se han asustado por la tecnología de otros o que no quisiesen compartir tecnología con otros les ha ido mal. El ejemplo de un gran actor geopolítico al que mucha gente tiene miedo, que es China, es claro: no tuvo la revolución industrial porque no quiso aceptar la tecnología que venía de Occidente y se vio superada por Occidente muchos años.

Eso ha cambiado. Mire China dónde está.

Justamente por eso yo creo que desacoplarse de China, darle la espalda, pensar que no nos conviene hacer negocios con ese país porque fortalecemos su régimen comunista es un error. China va a seguir haciendo negocios con el resto del mundo, va a seguir innovando y es un mercado enorme, y muchas empresas tienen que estar en ese mercado para saber qué están haciendo los chinos porque van a tener que competir con esas mismas empresas en terceros países. De ahí todo el debate sobre el sur global, que a mi me gusta llamar el sur plural, países que ven los dobles raseros de Estados Unidos y Europa, no alineados como la India o Brasil, de ese sur plural que va de Chile a Bangladesh, que no están en la dinámica de que Occidente es bueno y China es mala y que no hacemos negocios con los chinos. Todo el mundo está pensando: Si puedo hacer negocios, diversificar, conseguir tecnología buena y barata, lo voy a hacer.

¿Y Europa qué tiene que hacer?

Europa durante mucho tiempo se muestra como esa potencia normativa, regulatoria, pero su bienestar se ha basado a lo largo de los siglos en estar en la vanguardia, en la frontera de la innovación y la tecnología. Yahora Europa se está dando cuenta de que no puede competir porque no tiene la escala de otros. El mercado único europeo sigue muy fragmentado, y eso hace que en general Europa no tenga los mismos recursos y capacidades que otros. Y para defender nuestros valores la regulación es imprescindible, pero tiene que ser inteligente y no excesiva.

¿Cómo engancha con esto el contrato social?

El contrato social se ha roto. El ascensor social se ha roto. Entonces hay que ver cómo nos reorganizamos frente al reordenamiento de factores tan importantes como la tecnología, pero también el cambio climático, la rivalidad geopolítica, elementos que se entrelazan y entrecruzan. Por tanto, cómo hacemos que el ciudadano sienta que no está en una sociedad injusta, una sociedad donde se siente vulnerable, desprotegido, donde los que tienen más recursos al final tienen más poder. Hay que evitar esas desigualdades porque nuestra historia nos dice que esas desigualdades llevan al conflicto social. Entonces, frente a la incertidumbre del conflicto social, contrato social. Pero no el de después de la Segunda Guerra Mundial. Tiene que ser un contrato social nuevo, inteligente, en el que mucho se centre en la colaboración público-privada.

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