Viveros: un sector que vuelve a florecer tras la covid en Aragón

La recuperación de las reuniones sociales y el crecimiento en la demanda del plantero de huerta por la inflación ha ayudado al sector de la flor cortada a recobrar las cifras de ventas que tenía antes de la pandemia.

Foto de Viveros Laraflor, en Vía Ibérica de Zaragoza
Foto de Viveros Laraflor, en Vía Ibérica de Zaragoza
Francisco Jiménez

Que la floristería es un negocio con futuro lo saben bien viveristas veteranos de Zaragoza y también dueños de floristerías, que tras los años duros de pandemia han conseguido recuperar las ventas de antes de la covid e impulsar el crecimiento de un sector tradicional favorecido por certámenes como ‘Zaragoza Florece’, que va a una tercera edición, que les dan mayor visibilidad. Desde la Asociación Española de Floristas (Aefi), que no dispone de datos regionalizados del sector en Aragón, reconocen que pese a haberse producido una ligera caída en el número de empresas, ha habido una recuperación clara de la actividad, como demuestra la facturación y el incremento en la cifra de trabajadores por cuenta ajena en el sector. Eso sí, advierten, no se ha traducido en un mayor beneficio, dado que la mayoría ha tenido que ajustar los márgenes por los mayores costes de la materia prima, los fertilizantes, la luz, etc.

"Sí, todo cuesta más, pero no puedes subir precios en la misma proporción porque perderías al cliente", reconoce Ernesto Serrano, al frente de Viveros Flores Aznar, que a los 33 años, al fallecer su padre, tuvo que coger el testigo de la empresa familiar fundada en 1960 y que da trabajo ahora a 95 personas. «Tenemos cuatro líneas de negocio: la jardinería, el Garden Center en la carretera de Villamayor que comercializa macetas, abonos, turbas, etc.; la producción de 100.000 flores de pascua o poinsettias, y todo lo que es planta hortícola. "He pasado de facturar 4,5 millones a más de 9. 

Eso sí, trabajando y arriesgando mucho", confiesa, tras unos años complicados. "La pandemia nos sorprendió con los viveros llenos. Era un 19 de marzo y teníamos preparado el 90% de todo lo de la primavera y tuvimos que empezar a tirar lo producido y a aplicar un ERTE a los comerciales", recuerda. Después llegó la borrasca Filomena y echó abajo varios invernaderos, pero volvieron a levantarlos, añade, y ahora tiene en proyecto ampliar la producción con tres nuevos que ha de acondicionar y ocupan un total de 10.000 metros cuadrados. "En cuanto pude saqué a la mitad del personal de oficinas del ERTE para que trabajasen en la página web y vender a través de ella y en 20 días del 1 de abril al 20 de abril del primer año de pandemia facturé 125.000 euros". Poco a poco, explica, fueron recuperando ventas sin dejar de atender la red de supermercados de Alcampo y a las congeladoras de Navarra, a las que les sirven antes más coliflor y ahora sobre todo brócoli. También tienen planteros de borraja. La flor, apunta Serrano, salvo la de Pascua, apenas la cultivan y la traen en un 70% de Holanda.

Foto de Viveros Laraflor, en Vía Ibérica de Zaragoza
Laraflor. Lara, la hija de Carlos Saló, en el vivero que tienen en Vía Ibérica en Zaragoza.
Francisco Jiménez

La costumbre adquirida en pandemia de comprar flores y plantas para balcones, terrazas o el interior de las casas se ha mantenido y eso ha incrementando la facturación de Viveros Laraflor. "Respecto a 2019 hemos crecido un 15% y este año alcanzaremos entre 800.000 y un millón de euros, pero trabajando 13 o 14 horas al día", señala Lara Saló, que trabaja junto a sus padres en este negocio familiar fundado en 1992. "Parece que se está manteniendo el crecimiento que tuvimos en 2020 y 2021 y se está quedando la cultura de comprar plantas", indica. "Disponemos de página web a nivel nacional", añade. Pero en pandemia, recuerda, fue "el mayor boom" ya que entonces les hacían todos los pedidos a través de internet. Ahora, constata, con la recuperación de eventos (bautizos, bodas y comuniones) ha aumentado la venta de flor cortada y de plantas.

Foto de Viveros Aznar, en la carretera de Villamayor
Viveros Flores Aznar. Su propietario, Ernesto Serrano, ha arriesgado y trabajado mucho para superar en estos difíciles años las ventas de antes de la pandemia.
Francisco Jiménez

En España, los últimos datos publicados en 2020 por el Ministerio de Agricultura indican que el valor de producción de flor cortada y planta ornamental ascendían a 691,7 millones y representaba el 8% del valor total de la Unión Europea. Sin embargo, ese valor, en el año de la pandemia, cayó un 19% frente a 2019 y un 7% respecto a la media de los cinco años anteriores. Ahora el sector, según los viveristas y floristas consultados, se ha recuperado de esos descensos y ha vuelto a cifras previas a la covid.

Oficio vocacional y sacrificado

Ha sido con la venta sobre todo a particulares y en menor medida a jardineros profesionales como Laraflor ha podido mantener su crecimiento. En ocasiones, alquilan también plantas caras, con un precio de unos 90 euros, y al cliente se la cobran un 30% o 40% por un día o dos y luego la devuelven. Laraflor dispone de un vivero en Montañana, el más antiguo, y el que abrieron en plena crisis, en 2012 en Vía Ibérica. "Allí, en varias naves, tenemos más, todo lo que es plantero de huerta como tomate, pepino o pimientos. Y aquí es más planta y flor", indica Saló, convencida de que tomar el relevo cuando sus padres se jubilen no será fácil: "Siempre digo que además de empresario mi padre es emprendedor. Ni las crisis lo han frenado. Padeció la de 1992, la de 2008 y en 2012, aún sin estar del todo recuperados, alquiló este vivero, y a los 4 o 5 años ya lo compró".

Estar cerca del barrio de Valdespartera, ya muy consolidado, "ha traído a muchos clientes de la zona y también de Cuarte donde hay bastante vivienda adosada". Estar además muy próximos al barrio de Casablanca hace que acuda gente con el tranvía y desde el polígono Argualas. Eso sí, les beneficiaría que pusieran un paso de peatones para mejorar el acceso: "Se vende mucho ramo para comunión y bautizo y lo que son centros funerarios, junto a bastante planta de exterior", dice. Pese a lo bonito que puede parecer, "este es un negocio duro", según Saló. Hay que estar siempre con trabajos de mantenimiento, podas y a diferencia de otros negocios, no se puede cerrar quince días en agosto. 

Hay que abrir todos los días porque la flor y la planta son productos vivos y una avería hay que repararla al momento. Si no riegas o no te cierran bien las pantallas del invernadero, se te calcina las planta". Apoyada la empresa familiar por un equipo de ocho o diez personas, Saló recuerda que el comienzo de la campaña lo marca la fiesta de San Valentín. "Es como el despertar y luego ya va aumentando la actividad hasta llegar diciembre y enero, que son meses más tranquilos y en los que se vende sobre todo planta de interior", indica.

Foto de Viveros Aznar, en la carretera de Villamayor
Foto de Viveros Aznar, en la carretera de Villamayor
Francisco Jiménez

Marzo, abril, mayo y junio son los meses más fuertes y por supuesto el Pilar, con la ofrenda de flores. "Lo que se buscan son ramos cada vez más duraderos, el clavel se lo llevan porque aguanta mucho, pero también e piden otras flores más raras y resistentes, así como el ramo africanos que incluso seco quedan bonito", dice. Y la flor la traen, al igual que otros viveristas, sobre todo de Holanda, aunque también de Valencia y Almería y de Galicia en lo que a hortensia se refiere. También importan clavel de Colombia y rosa de Panamá, Ecuador o Bolivia.

Sobre si este año la sequía y las olas de calor han supuesto mayor consumo de agua, Lara Saló responde que sí, que en verano la planta pide riego cada día máxime con temperaturas de 40 grados y que además no pueden utilizar agua de la acequia, que discurre junto al vivero de Vía Ibérica, porque está inutilizada desde la tormenta del pasado 6 de julio, que derribó el muro contiguo.

El hecho de ser un negocio sacrificado y muy vocacional ha favorecido una recuperación rápida tras la covid. Aún así, recuerdan desde la Asociación española de Floristas, el incremento de costes, el aumento salarial en los tres últimos años y la gran profusión de normas no ayuda a la actividad diaria de estos autónomos y empresarios.

La economía sumergida y la competencia desleal, sobre todo a través de internet, son problemas añadidos con los que se encuentran los profesionales de este sector. Según Rubén Cebollero, presidente de la Asociación de Floristas de Aragón, "habría que controlar y vigilar más el mercado negro de la flor, que hay mucho", dice, y "velar más por los negocios de barrio que día a día levantan la persiana con todo lo que eso supone". Desde la Asociación de Floristas de Aragón, pide además para fomentar la contratación de jóvenes "ya que los acaban de formar en las tiendas" una rebaja en las cotizaciones sociales. Más apoyo para las floristerías y poner en valor al pequeño comercio es otra de las demandas de este colectivo que cuenta con 60 asociados. "Certámenes como ‘Zaragoza Florece’ a iniciativa del Ayuntamiento de la capital aragonesa o campañas como ‘Volveremos’ son un incentivo muy importante", concluye Cebollero.

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