Los bancos centrales se conjuran contra la inflación y amenazan con más subidas de tipos

EE. UU. advierte que la economía no se está enfriando como se esperaba, mientras que el BCE augura tasas restrictivas "el tiempo que sea necesario".

La inflación subió en España por el alza de la electricidad y los alimentos.
La inflación subió en España por el alza de la electricidad y los alimentos.
Efe/Eduardo Oyana

Los bancos centrales lanzan un claro mensaje al mercado tras días de incertidumbre entorno al futuro de la política monetaria: aún queda camino que recorrer para recuperar la estabilidad de precios y están dispuestos a seguir subiendo los tipos de interés si lo consideran necesario. En sendos discursos de poco más de 20 minutos cada uno, el presidente de la Reserva Federal (Fed)de EEUU, Jerome Powell, y su homóloga del Banco Central Europeo (BCE), Christine Lagarde, borraron ayer de un plumazo la esperanza de que el ciclo de alzas en el precio del dinero pueda darse por finiquitado. El escenario elegido para ello ha sido la reunión anual de banqueros centrales en Jackson Hole (Wyoming, EEUU). Un encuentro que hace justo un año servía a Powell para anticipar el "dolor" que sufrirían familias y empresas por la dureza de la política monetaria que se avecinaba.

No se equivocaba. Y estos doce meses de esfuerzo no parecen haber sido suficientes para frenar la demanda y mantener la inflación a raya. Ni siquiera tras el reciente cerrojazo del crédito bancario, con el endurecimiento de las condiciones financieras a todos los agentes. A pesar de que Powell expresó ayer su optimismo con el papel de los bancos centrales en esta lucha -no hay que olvidar que el IPC comienza a moderarse y se nota cierta desaceleración en indicadores como la producción industrial-, la Fed es consciente de que persisten "señales que apuntan a que la economía no se está enfriando como se esperaba".

El presidente del organismo insistió además en que "la inflación sigue siendo demasiado elevada". Así que dejó la puerta abierta a más subidas de tipos, que en todo caso se decidirán "con cautela" y siempre al compás de los datos macro que se vayan conociendo. No solo eso. En el caso de que se frenen las alzas, la intención de la Fed "es mantener los tipos en un nivel restrictivo hasta que tengamos la certeza de que la inflación desciende de forma sostenible hasta el objetivo del 2%". En julio, el IPC de EE UU cerró en el 3,2%.

Más compleja parece esta dura batalla para el BCE, con cada vez mayores síntomas de desaceleración que han reactivado el fantasma de la recesión en algunas de las principales economías de la zona euro. Preocupan especialmente Alemania y Francia, que han puesto contra las cuerdas los planes de Lagarde para frenar la demanda y que los precios se reduzcan por inercia, con una posible nueva subida de tipos en septiembre, del 4,25%al 4,50%.

Control de precios

Quizá este entorno obligó a Lagarde a ser algo más moderada en sus palabras que Powell en Jackson Hole. Pero el mensaje fue el mismo: "La lucha contra la inflación aún no está ganada y el entorno actual implica fijar tasas de interés en niveles suficientemente restrictivos durante el tiempo que sea necesario para lograr relajar la inflación a nuestro objetivo de medio plazo del 2%", aseguró durante su intervención.

En la misma, Lagarde se esforzó en hacer un ejercicio de humildad, reconociendo las dificultades que los bancos centrales tienen para abordar los cambios económicos que han traído eventos como la pandemia o la guerra en Ucrania y que, a su juicio, pueden ser permanentes. Por eso, destacó la necesidad de generar nuevas estrategias "en una era que requiere una mente abierta y la voluntad de ajustar los marcos analíticos en tiempo real a los nuevos escenarios". "En estos tiempos de incertidumbre, es aún más importante que los bancos centrales proporcionen un ancla a la economía y garanticen la estabilidad de precios", añadió.

A la espera de la decisión que el BCE tome en su reunión de septiembre, lo único cierto es que la inflación en la zona euro sigue en el 5,3%. Un nivel todavía elevado, con una tasa subyacente -que excluye los precios de la energía y de los alimentos frescos- que se resiste a caer. Por eso, el riesgo de bajo crecimiento y alta inflación -la temida estanflación- ha vuelto a asomar con fuerza en el mercado. Y la institución tendrá que medir al milímetro sus palabras ante el enorme riesgo de quedarse corta, o pasarse, con sus próximas decisiones de tipos.

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