Heraldo del Campo

La uva está en las bodegas y la inquietud en el mercado

La vendimia ha finalizado en Aragón. No ha alcanzado aquellas primeras previsiones realizadas en primavera, pero supera con creces, las pesimistas estimaciones con las que comenzó la recolección. Lo que no mejora es la incertidumbre que se ha instalado en un mercado, donde la demanda no da muestras de recuperación. 

Vendimiadores recogen la uva en los viñedos de la Denominación de Origen Cariñena, la más grande y más antigua de Aragón.
Vendimiadores recogen la uva en los viñedos de la Denominación de Origen Cariñena, la más grande y más antigua de Aragón.
D.O. Cariñena

La campaña vitícola de este 2022 ha sido una auténtica montaña rusa. En primavera, los agricultores y las bodegas miraban los viñedos con las más altas expectativas. Todo apuntaba a una gran cosecha. Pero cuando los vendimiadores comenzaron ya adentrado el verano a recoger el fruto, las previsiones cayeron en picado. La falta de lluvias y el abrasante calor hacían temer lo peor. Se hablo de mermas importantes en las producción y las estimaciones se realizaron a la baja. Eso sí las cuatro denominaciones aragonesas -Cariñena, Campo de Borja, Somontano y Calatayud- ya auguraban que los vinos elaborados en tan complicada campaña serían "espectaculares" porque, como no hay mal que por bien no venga, el clima tan seco y caluroso que había sido uno de los enemigos de la producción era el mejor aliado para la sanidad y la calidad del fruto.

Sin embargo, conforme la uva entraba en las bodegas, aquellos temores con los que se comenzó la recolección comenzaron a disiparse porque el resultados final de la vendimia ha sido "mejor del esperado" en todas las denominaciones, sin excepción.

Las cuatro D. O. aragonesas suman este año una producción de algo más de 139 millones de kilos de uva, una cifra muy superior que la que se estimó cuando se iniciaba la cosecha.

Ahora con la uva ya en las bodegas y despejados los nubarrones que se cernían sobre la vendimia, la tormenta se ha desplazado a los mercados, en los que la demanda no muestra los signos de recuperación que se esperaban tras el brutal impacto que la covid provocó en el sector y muestra el temor que produce en el consumo la crisis que está provocando los efectos de la invasión rusa en Ucrania, los disparados costes energéticos la desbocada inflación.

Unos efectos a los que además no son ajenas las bodegas que han visto como se incrementaban sus costes de producción por el incremento de lo que el sector llama la materia seca, es decir, el corcho, el cartón, las etiquetas y sobre todo las botellas, para las que ya se anuncia un nuevo incremento a comienzos del nuevo año. 

La incertidumbre no se suscribe solo a esta campaña navideña, el momento del año en el que las bodegas realizan hasta el 40% de sus ventas. La inquietud de los productores va más allá. No se atreven a augurar como serán los próximos ejercicios, porque, aseguran, que tras lo vivido es complicado prever lo que va a suceder. Por eso, reconocen que van a tener que "reinventarse" o a "dar un viraje" -como ya están haciendo algunas denominaciones- para llegar al mercado a precios competitivos, para responder al nuevo perfil de clientes o los renovados hábitos de consumo.  

En la D. O. Cariñena pensaron en un gran cosechón cuando la primavera dada sus primeros pasos. Se hablaba entonces de hasta 100 millones de kilos. Una cifra que intenso calor y la falta de precipitaciones hizo rebajar nada menos que a los 65 millones de kilos. Pero terminada ya la vendimia el resultado final ha sido casi inesperado. En la denominación más grande y antigua de Aragón se han recogido 80 millones de kilos de uva, lo que supone un 9% más que el pasado año y un 23% más que aquellas estimaciones realizadas a comienzos de verano. La producción de este complicado 2022 incluso se acerca a la media de los últimos diez años (85 millones de kilos).

Aunque parezca mentira, el clima ha ayudado a esta recuperación. "A finales de agosto en la zona alta cayeron entre 40 y 50 litros y eso ha hecho que el final de la vendimia haya sido más agradable", señala su presidente, Antonio Ubide, que reconoce, sin embargo, que las zonas donde la recolección es más temprana "han sufrido mucho la falta de lluvias". Han ayudado también las cualidades de sus suelos. "Los suelos de cuarcitas aguantan muy bien la humedad, regulan la temperatura y hacen que los meses de julio y agosto haya una mayor diferencia de temperatura entre la noche y el día", lo que permite que las viñas maduren mejor.

Tras 87 días ininterrumpidos de recolección, la vendimia en Campo de Borja también ha finalizado con unos resultados que mejoran las previsiones iniciales. La campaña se ha cerrado con una producción de campaña de 28,5 millones de kilos. Es cierto que hay que hablar de descensos. Es un 2,06% menos que la obtenida el pasado año (29,1 millones de kilos) y menor también que la media de la última década (29,7 millones de kilos), pero mejora las previsiones de cosecha realizadas al inicio del verano cuando se temió un descenso 7% con respecto al año anterior. "Finalmente, la respuesta del viñedo ha sido muy positiva, gracias a las reservas hídricas acumuladas en el invierno precedente y sobre todo a la excelente adaptación climática de la variedad garnacha, que ha mantenido en los secanos toda la vegetación, con lo que la uva ha aguantado tersa y sin deshidratación hasta el final del periodo de madurez", detalla Eduardo Ibáñez, presidente de la denominación situada a los pies del Moncayo. Otra cosa será lo que pueda suceder a partir de ahora si no llueve, advierte Ibáñez, porque si no llueve. "Si en primavera el cultivo no tiene humedad suficiente habrá muchos problemas en el cuajado", dice.

Recolección en un viñedo de la D. O. Campo de Borja.
Recolección en un viñedo de la D. O. Campo de Borja.
C.B.

La D. O. Somontano fue, como lo es siempre, la primera en iniciar su vendimia, que cerró con una producción de casi 17,3 millones de kilos, en la media de los diez últimos años. Los más perjudicados por la sequía y las olas de calor han sido los secanos en los que estrés hídrico provocó que el grano fuera más pequeño, pero, eso sí, en perfecto estado sanitario. La pérdida de producción se compensó, sin embargo, con el comportamiento de los viñedos en regadíos, que han permitido finalizar la vendimia con una cosecha media.

La D. O. Calatayud, la más tardana en comenzar la recolección, que acaba de terminar hace unos días, ha vendimiado un "cosechón tanto en kilos como en calidad". Lo dice su presidente, Miguel Arenas, que recuerda que en verano apenas se espera una cosecha de 9 millones de kilos -un 10% inferior a la del pasado año- y hasta las bodegas ha llegado una "sorprendente" producción que alcanza los 13,5 millones de kilos, 3,5 millones de kilos más que en la campaña precedente. "Las viñas han aguantado muy bien la falta de precipitaciones y el intenso calor y la uva está increíblemente buena y sana", destaca Arenas.

En las IGP Vinos de la Tierra -Bajo Aragón, Ribera del Jiloca, Ribera del Gállego-Cinco Villas, Valle del Cinca y Valdejalón- las expectativas también eran bajas a comienzos de verano porque la viña estaba muy agotada ya que había muy poca vegetación. Y reducción ha habido, señala la presidenta de la Asociación de Vinos de la Tierra de Aragón, Paula Yago, que explica que el descenso general se cifra en un 25% aunque matiza que no todo tiene que ver con el año climático tan duro sino que se explica también por el propio ciclo productivo del viñedo. Han sido las viñas viejas las que mejor han resistido el calor y, en general, han sido mucho más estables en producción. Y la nota excepcional la ha puesto la zona de Ayerbe donde el incremento de la cosecha ha sido importante, explica la presidenta de la asociación, aunque hay que tener en cuenta que en 2021 las heladas dejaron sus viñedos sin apenas producción,

Yago detalla que "la buena noticia es que la uva está muy sana" y aunque parecía que la cosecha se adelantaba, lo cierto es que las viñas han mantenido su propio y habitual ciclo de maduración. "El viñedo ha sufrido más que el fruto en sí, y eso ha dado la sorpresa en vendimia", añade. Y todos, desde las D. O y las IGP coinciden en señalar que puede que 2022 se recuerde por la complicada campaña, pero no se olvidará que de ella surgieron añadas "excelentes" y unos vinos "espectaculares".

El problema está en el mercado

Con la uva ya en las bodegas, ahora la preocupación llega desde los mercados porque la demanda no termina de recuperarse. "Parece que como los distribuidores siguieron comprando durante la pandemia ahora tienen mucho stock y hasta que no vacíen sus almacenes y vuelvan a la normalidad parece que les va a costar", asegura Eduardo Ibáñez, que reconoce que incluso en estos meses cercanos que tendrían que ser buenos para el sector por la cercanía de la Navidad, no se está notando la alegría en las ventas de otras campañas.

Por eso, las previsiones de ventas para este año en Campo de Borja se sitúan a la baja. Si en 2019 la D. O. comercializó 20 millones de botellas, el pasado año las ventas cayeron hasta 14 millones y en este ejercicio se darán por satisfechos si alcanzan el objetivo de los 15 millones. "Nos está costando mucho recuperarnos", reconoce Ibáñez.

En Cariñena sitúan en aumento de las ventas en un 7%, pero reconocen que el porcentaje está muy lejos del crecimiento del 20% que deberían estar anotando. Lo lamenta el presidente de la denominación, asegura que tras el golpe de la covid, el sector vive ahora con preocupación el incremento de los costes que está soportando, pero también el efecto de la crisis económica y la elevada inflación. "Aquellos pedidos que otros años eran de 200.000 botellas ahora son un camión con 25.000 botellas y a lo mejor al final se vende toda esa cantidad pero ahora no hay estabilidad ni previsión", añade.

La campaña navideña, en la que el sector vende hasta un 40% del total, tampoco se encara con optimismo. "Los pedidos no llegan con tanta fluidez porque el mercado está muy pesado desde hace dos años", detalla Ubide. De hecho recuerda que tras en 2021 el consumo no consiguió remontar "y este año está siendo malo". A todo ello se suma, en el caso de Cariñena, el cierre de los mercado ruso y ucraniano, donde la denominación exportaba un 6% de su producción.

Ubide señala que el momento es complicado y el futuro no se ve con claridad. "Estamos atravesando un momento complicado y lo peor es que no vemos la solución a corto plazo", insiste. Advierte, además, que el sector piensa que "esto va a durar dos o tres años". A ello se suma el cambio en los hábitos de consumo que están relegando a aquellos vinos (crianzas y reservas) con mucho sabor a madera, en favor de caldos más frescos, aromáticos, jóvenes y de autor.

"Y están desapareciendo consumidores de más edad por recomendaciones médicas que equiparan nuestros productos con los alcoholes destilados", lamenta el presidente de la D. O. Cariñena, que asegura que "no tiene nada que ver el consumidor que está entrando con los que había hasta ahora".

Yago coincide. "El parón se nota en todos los mercados. No hay país que se salve", asegura la presidenta de la asociación de Vinos de la Tierra y propietaria de Bodegas Tempore que exporta a más de 30 países. "Asia no levanta cabeza, en Europa, incluida España, cae el consumo por la crisis energética y la elevada inflación", insiste Yago, que señala que prueba de ello es que en plena campaña navideña los pedidos llegan con cuentagotas. "No sabemos a qué nos enfrentamos", lamenta, pero asegura que de lo que son muy conscientes son de lo mucho que se han incrementado sus costes y la imposibilidad de repercutir estos aumentos al precio final.

Con mayor optimismo miran hacia el mercado los presidentes de las denominaciones de origen Somontano, Francisco Berroy, y Calatayud, Miguel Arenas. "El mercado se ha ido comportando bien", asegura Berroy, que explica que en la D. O. las ventas se encuentran en cifras de 2019 "incluso para arriba". Las previsiones apuntan a la comercialización de 15,7 millones de botellas. "Pero eso no quita que no haya incertidumbre", reconoce.

El consejo regulador de Calatayud estima que en este complicado 2022 se moverán en cifras de comercialización similares a la de años anteriores. "Las ventas están estancadas, es cierto que el incremento anual se ha estancado pero no ha habido caídas", asegura Arenas, que reconoce que el temor a que la situación empeore está repercutiendo un estrechamiento de márgenes en las empresas

Luchando "como quijotes" para salvaguardar el paisaje y la población

No solo el volumen de producción o la incertidumbre que rodea los mercados son preocupaciones de las denominaciones de origen aragonesas. La inquietud recorre todos los consejos reguladores de las zonas productoras españolas como se hizo evidente en la Asamblea de la Conferencia Española de Consejos Reguladores del Vino celebrada en Lanzarote. Quedo claro en aquel encuentro "que las denominaciones no necesitan un nuevo reglamento que las regule a nivel europeo, porque para eso ya está la Organización Común de Mercado", señala la CECRV, en clara referencia a los procesos de reforma de las políticas que regulan a nivel europeo el sistema de identificaciones geográficas, el etiquetado y la promoción.

Lo que sí exigen los consejos reguladores es que las administraciones públicas muestren atención y consideración hacia el patrimonio cultural, social, económico y paisajístico que supone el viñedo para las zonas rurales en las que se asienta. Y lo piden porque consideran una amenaza creciente para el viñedo "la proliferación descontrolada de desproporcionados proyectos de infraestructuras de producción de diferentes fuentes de energía, así como actuaciones de carácter industrial en zonas de viñedo y que ponen en riesgo la viabilidad del cultivo", suscriben todas las D. O., cuyas bodegas se sienten "como quijotes luchando por salvar el paisaje y la población de nuestros pueblos". 

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión