Un 'día de la marmota' oscense predice una buena cosecha de aceite en 2019

La Romería de los langostos de Abizanda es una milenaria tradición de la comarca del Sobarbre en la que el color de unos pequeños insectos sirve para augurar como será la producción de oliva, uva o cereal.

Los participantes en la romería buscan los langostos para ver el color que predice las cosechas
Los participantes en la romería buscan los langostos para ver el color que predice las cosechas
Heraldo

Aunque sea por las películas que de esa fecha se han hecho es de sobra conocido el Día de la Marmota, un método bastante folclórico con el que los granjeros de Estados Unidos y de Canadá predicen el final del invierno, basándose en el comportamiento del animal cuando sale de su madriguera tras la hibernación. Quizá menos conocido, pero igual de apreciado por los agricultores, Aragón también tiene un peculiar método que incluso va más allá, ya que con él se puede afinar incluso qué tipo de cultivo tendrá mejor comportamiento en el año en curso.

Se celebra en Abizanda, una localidad oscense de la comarca del Sobrarbe, que cada mes de enero rememora una ancestral costumbre, conocida como la romería de los langostos y en la que este año estos diminutos insectos han predicho que lo abundante será la producción de olivas, pero no habrá tanta cosecha en el viñedo o en el cereal.

¿Y cómo se sabe qué cultivos irán mejor en 2019? La costumbre obliga a los vecinos de la comarca a desplazarse hasta la ermita situada en la Sierra de Olsón, próxima a las localidad de Abizanza, La Mata, Olsón y Castejón de Sobrarbe, un enclave en el que, según recoge la tradición, se apareció San Victorián, un santo de gran devoción en esta comarca oscense. La conmemoración de esta circunstancia es uno de los motivos de la romería, pero tras la perceptiva ceremonia llega el momento de las predicciones agrícolas y estas dependen de los langostos, nombre con el que se denomina en esta localidad a las langostas o saltamontes que todavía no se han desarrollado, se encuentran en estado de ninfa y, por lo tanto, son de diminuto tamaño.

Estos pequeños insectos no son precisamente de colores vistosos, sino que sus tonalidades sirven para camuflarse con el paisaje. Por eso y como las predicciones se basan en su color, en esta mítica tradición lo que se hace es poner un tela blanca o mantel sobre el suelo, frente a la ermita, sobre la que se colocan estratégicamente una tortas ‘de la caridad’ y unos porrones con vino. Y a esperar el comportamiento de los langostos.

Los insectos más numerosos sobre el mantel colocado este pasado 13 de enero en la ermita de San Victorián han sido de color verde. Y eso significa que los agraciados son los oleicultores, ya que los pequeños insectos auguran una buena cosecha de oliva y, por lo tanto, un buen año para la producción de aceite. Muchos menos numerosos eran los de color rojo y los marrones o dorados, por lo que el año que comienza no parece ser, según esta mítica tradición, el mejor para una abundante cosecha de vino y de cereal, respectivamente.

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