Drones: los peligros de no saber volar

El pasado diciembre, un 'ataque' con drones causó tres días de operaciones de vuelo suspendidas en el aeropuerto londinense de Gatwick. Conocer la legislación es fundamental para evitar que equivocaciones como esta se conviertan en tragedia.

Los drones no son juguetes: son aeronaves.
Los drones no son juguetes: son aeronaves.
Toni Galán

Los drones no son juguetes: son aeronaves. Pueden parecer únicamente divertidos artilugios para regalar en una ocasión especial, pero se han convertido también en verdaderas herramientas para facilitar la labor de profesionales como vigilantes, fotógrafos, arquitectos, agricultores e, incluso, miembros de las Fuerzas de Seguridad del Estado. No importa que se empleen de forma recreativa: la legislación está para cumplirla, para todos. El pasado diciembre, un ‘ataque’ con drones causó tres días de operaciones de vuelo suspendidas en el aeropuerto londinense de Gatwick, tras lo que el aeródromo decidió instalar defensas militares anti drones como medida preventiva. Conocer la regulación es fundamental para evitar que equivocaciones como esta se conviertan en tragedia.

La legislación en torno al vuelo de drones es supranacional, de la Agencia Europea de Seguridad Aérea. Indica que el aparato debe permanecer siempre al alcance de la vista, nunca a más de 120 metros del suelo. Únicamente se puede volar de día, en condiciones meteorológicas adecuadas -sin niebla, lluvia o viento-, en zonas adecuadas para ello, siempre a un mínimo de ocho kilómetros de los aeropuertos. Y, además, está prohibido sobrevolar aglomeraciones sin autorización. No es necesario ser piloto oficial; sí estar bajo supervisión de un adulto, puesto que todo aquel que opere un dron es responsable de los daños que pueda causar.

Los expertos observar una problemática en la ausencia de regulación en la compra de drones. “Todo aquel que lo desee puede adquirir uno sin ningún tipo de control”, advierte Francisco Hernández, director de formación del Real Aeroclub de Zaragoza. Y puede operar sin demostrar ningún tipo de conocimiento de la legislación. El apartado de los profesionales es distinto: en él sí “se necesita del certificado oficial de la Agencia Estatal de Seguridad Aérea, que supone más de medio centenar de horas teóricas acompañadas de clases prácticas”, explica. El precio del mismo en esta escuela autorizada rondaría los 1.000 euros.

Es complicado cuantificar las múltiples aplicaciones que pueden tener estos aparatos. El Ministerio de Fomento vaticina un crecimiento que podría multiplicar el tamaño del sector por treinta en los próximos 15 años, con un futuro en el que los drones estarán integrados en ciudades inteligentes, al servicio de las personas. La innovación o el desarrollo tecnológico, siempre bajo el amparo de la seguridad, son los pilares que sustentan el Plan Estratégico nacional del sector, uno de los “pioneros en Europa”.

El Ministerio de Fomento ha lanzado, además, la aplicación web Enaire Drones, que presenta sobre un mapa los espacios aéreos del país con las zonas donde sí está permitido el uso de drones -en Zaragoza se limita al este, a la zona de Montañana, Santa Isabel o Movera-. Pero también especifica los entornos a evitar: sobrevolar parques militares, aeropuertos o bases militares está terminantemente prohibido, salvo autorización específica a través de un permiso adicional.

La Agencia Estatal de Seguridad Aérea tiene registrados a unos 4.000 pilotos profesionales, aunque es complicado fijar cifras porque el volumen no deja de crecer. “La tendencia de la legislación es homologar los aviones con los drones”, insiste Hernández, porque estos no son juguetes: son aeronaves.

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