Los estragos de una década de crisis

Este sábado se cumplen 10 años de la caída de Lehman Brothers, la quiebra que colapsó el sistema financiero y desató una hecatombe que aún se sufre.

L.Brothers
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EFE

El próximo sábado se cumplirán diez años de la quiebra de Lehman Brothers. Fue el lunes 15 de septiembre de 2008 cuando Estados Unidos dejó caer su cuarto banco de inversión, enfangado hasta las cejas en productos tóxicos vinculados a las hipotecas 'subprime'. Aunque ya había turbulencias, aquel día en que los empleados de la entidad salieron cabizbajos con sus cajas de objetos personales marcó un antes y un después. Fue el pistoletazo de salida de la Gran Crisis. No sólo se hundió Wall Street. El contagio arrastró a todo el sistema financiero mundial, lo que obligó a los gobiernos a salir a su rescate con el dinero de los contribuyentes y a los bancos centrales a inyectar billones de euros, además de bajar los tipos a cero. Eso evitó una depresión como la de 1929 pero no un gran sufrimiento: cierre de empresas, despidos masivos, recorte de las condiciones laborales...

Una década después, los efectos de la hecatombe siguen siendo palpables, aunque hay grandes diferencias por barrios. Estados Unidos, origen del caos, se recuperó en cuestión de meses y, en la actualidad presenta una Bolsa cerca de máximos históricos, fuerte crecimiento y paro en mínimos. Europa, en cambio, sigue renqueando tras encadenar varias sacudidas en los últimos años, mientras los emergentes vuelven a estar en el ojo del huracán. La crisis se gestó en los despachos de Wall Street pero la factura la han pagado las clases más desfavorecidas, con una fuerte precarización del mercado laboral y un grave incremento de la desigualdad: los ricos se han hecho más ricos en este tiempo. Los estragos de la recesión sumados a los de la globalización han generado un auge del populismo, con Trump y el Brexit como principales exponentes. La banca, por su parte, ha sido sometida a un fuerte saneamiento y a nuevas regulaciones, pero también se ha disparado el endeudamiento de los Estados. Y son muchos los que advierten de que una nueva crisis está al llegar.

El origen, en Wall Street

La quiebra de Lehman Brothers se toma como referencia porque provocó un pánico global que colapsó el sistema financiero mundial. Pero ya para entonces había una gran desconfianza. El problema de las 'subprime' estalló mucho antes, en el verano de 2017. En un contexto de fuerte desregulación financiera, se habían concedido hipotecas a personas sin apenas ingresos -las llamadas 'ninja'- y, para no cargar con su riesgo, se habían empaquetado en complejos productos financieros y distribuido por todo el mundo. Julio y agosto de 2007 fueron muy movidos porque varios fondos quebraron. En marzo de 2008 hubo que rescatar a Bear Stearns, que se endosó a JP Morgan, y en julio se intervinieron las firmas hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac.

Entonces Lehman empezó a desmoronarse. Aquel fin de semana previo a su quiebra el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, y el secretario del Tesoro, Henry Paulson, entre otros, estuvieron negociando su venta, pero se negaron a dar ayudas públicas. Se dice que Paulson estaba harto de llevar el sambenito de 'Mr Rescatador' y que quería enviar el mensaje de que el Estado no iba a responder siempre de los errores de Wall Street. La cosa es que se decidió dejar caer a Lehman y cundió el pánico global. Se puso en duda a todo el sistema financiero. Entonces hubo que rescatar a un buen número de entidades a ambos lados del Atlántico.

La recuperación, por barrios

¿Qué pensará Paulson ahora de aquella decisión? Pues si analiza la situación actual de Estados Unidos, su agobio no será grande. El país donde se gestó el lío está boyante. Sus índices bursátiles están muy cerca de máximos históricos, con una revalorización del 225% desde el 12 de septiembre, que contrasta con un Eurostoxx sin apenas variación desde entonces y un Ibex-35 que acumula una caída del 19%. Desde los mínimos marcados en 2009, la Bolsa estadounidense no ha parado de subir. Y ahora está resistiendo mucho mejor las turbulencias provocadas en el mundo por la guerra comercial desatada por su presidente y por la subida de tipos aplicada por la Reserva Federal, que sin embargo está causando estragos en los emergentes.

La recuperación no se limita a Wall Street, sino que también llega a la economía real. Tras el bache de 2009, el PIB encadena nueve años de crecimiento. El último dato, del segundo trimestre, es impresionante: un 4,2%. El paro es prácticamente inexistente, con una tasa del 3,9%.

La clave de este éxito es una de las grandes lecciones que ha dejado la crisis. "Estados Unidos respondió con gran rapidez. Reconoció todas las pérdidas de los bancos y les metió todo el dinero que necesitaban. Dos años después ya habían devuelto el 100% de las ayudas que recibieron. La Reserva Federal sacó toda la artillería desde el primer momento y se bajaron los tipos de cero", explica Ángel Berges, vicepresidente de Analistas Financieros Internacionales (AFI).

La austeridad de Europa

En Europa, donde faltaba una unión integral, todo se complicó mucho más. Las diferencias afloraron cuando, debido al vínculo entre la banca y los Estados, estalló la crisis de deuda soberana. En mayo de 2010 hubo que rescatar a Grecia, en noviembre a Irlanda y en 2011 a Portugal. Costó mucho dar con una solución debido a las reticencias de los países del Norte a pagar las deudas de los 'manirrotos' países del sur. Se impuso entonces la austeridad a ultranza, lo que derivó en una segunda recesión.

No sólo a Europa se le puede reprochar lentitud de respuesta. En España se tardó muchísimo en abordar los problemas de la banca, que no venían de la contaminación por las 'subprime' sino de los excesos del 'ladrillo'. "Desde la intervención de Caja Castilla-La Mancha en 2009 hasta el rescate de Bankia en 2012 pasó mucho tiempo", apunta Juan Ignacio Crespo, asesor del fondo Multiciclos Global Renta 4. Al final no hubo más remedio que pedir un rescate a Europa en junio de 2012 para sanear el sector. La factura que ha pagado el Estado español en ayudas a la banca asciende a 59.000 millones y solo se ha recuperado un 14%, aunque eso sí, el sector ha sufrido una gran reestructuración; han desaparecido las cajas de ahorros y, de las 53 grandes entidades que había antes de la crisis, quedan 11. Con todo, el rescate a la banca sigue causando una gran indignación entre los ciudadanos.

Draghi, el gran salvador

La UE solo empezó a levantar cabeza en julio 2012, cuando el presidente del BCE, Mario Draghi, pronunció aquellas palabras mágicas: "El BCE está preparado para hacer todo lo que haga falta para salvar al euro. Y, créanme, será suficiente". Draghi logró así aplacar a los mercados, que tenían asfixiada a España e Italia a través de la temida prima de riesgo, uno de los conceptos que la crisis ha llevado al vocabulario popular. "Eso marcó el punto de inflexión para Europa", afirma Crespo. La promesa bastó para evitar el desastre, aunque el BCE no llegó a poner en marcha el programa de compra de bonos - 'quantitative easing'- hasta 2015, cuando la Reserva Federal llevaba ya más de un año retirando los estímulos. En la misma línea, los tipos de interés no bajaron a cero hasta 2014, mientras que en EE UU ya se han subido en siete ocasiones desde finales de 2015 y se sitúan en el 2%. Los estadounidenses disfrutan así de un enorme margen para afrontar una nueva crisis.

Toda esa tardanza se ha traducido que en la economía real en Europa sólo se ha empezado a recuperar en 2014, tras trazar una W. Todavía hay países como España que no han recuperado los niveles de paro previos a la crisis (ahora ronda el 15% frente al 8% de 2007). Y eso sin entrar en cómo se ha precarizado el mercado laboral y la contención de los salarios.

Las medidas para que no se repita

La gran pregunta que surge en este décimo aniversario es si se han tomado las medidas necesarias para que los errores de la banca no vuelvan a a hundir la economía. Desde luego, se han hecho grandes avances: los test de estrés, el control de las entidades sistémicas, las reglas para que los rescates no se hagan con dinero público... Pero faltan flecos importantes. "La principal defensa que ha puesto Europa es la unión bancaria, pero está incompleta, lo que resulta muy preocupante. No se ha llegado a establecer un sistema europeo de garantía de depósitos", explica Joaquín Maudos, director del Ivie. Y esta misma semana la presidenta del FMI, Christine Lagarde, ha alertado de que sigue habiendo "demasiados bancos débiles, especialmente en Europa".

A nivel internacional se han adoptado regulaciones de gran calado, como Basilea III, para que la banca tenga mucho más capital y, por tanto, más capacidad para hacer frente a posibles pérdidas. "Aunque Trump está maniobrando ahora para relajar las exigencias", alerta Maudos. Asimismo, habría que destacar, en Europa, la normativa Mifid para controlar la comercialización de productos y evitar casos como las preferentes. En el sector se quejan incluso de un exceso de regulación.

"En cualquier caso, el coste de rescatar a la banca no ha sido lo más grave. Lo peor que ha dejado esta crisis es una Europa con grandes dificultades de gestión y muchas veces insolidaria. También el auge del proteccionismo y de los movimientos xenófobos. Son efectos de largo alcance", resume Berges.

Fiestas y sesudos análisis para recordar el evento

Esta semana va a estar cargada de eventos para recordar la lúgubre efeméride: la quiebra del banco que desató la mayor crisis desde la Gran Depresión. Nos vamos a ver desbordados de sesudos análisis sobre cuáles fueron las causas, las consecuencias y la eficacia de las medidas adoptadas. La OCDE, por ejemplo, celebra una conferencia el viernes sobre las lecciones aprendidas.

Es lo lógico teniendo en cuenta el daño que ha causado la caída de Lehman. Pero en medio de tanto análisis también se rumorea que los antiguos trabajadores del banco están preparando una fiesta para el 15. Quizás estos diez años no hayan cambiado tanto las cosas en Wall Street.

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