Cien años de elixir y dentífrico 'made in Aragón'

Verkos Laboratorios celebrará su centenario con un libro que recoge los hitos de esta empresa familiar, una de las pocas que quedan en España con fabricación de pasta dental.

Acuarela original del edificio en la calle Cervantes donde se ubicaba Verkos Laboratorios en 1938.
Acuarela original del edificio en la calle Cervantes donde se ubicaba Verkos Laboratorios en 1938.
Verkos

Que una empresa familiar aragonesa como Verkos Laboratorios, fabricante del dentífrico Kemphor, cumpla cien años es una buena noticia pero que su aniversario coincida con su primer envío de producto a China lo es más porque implica su apuesta por exportar. La conquista de nuevos mercados es el reto del negocio fundado en 1918 por Felipe Serrano Mañueco, quien recién licenciado llegó a Zaragoza desde su Palencia natal para instalarse en la farmacia de un familiar, en el número 30 del paseo de Sagasta, si bien nueve años más tarde, en 1927, levantaría ya su laboratorio independiente en la calle Almagro de Zaragoza. Poco imaginaba entonces este industrial que sus herederos, ya en tercera generación, serían capaces de llevar sus productos a destinos tan alejados como Taiwán o el Líbano, dos de los países, junto con Portugal, en los que ya tiene clientes además de Marruecos, Ucrania, República Checa, Guinea o Irán.

"El año pasado la exportación tuvo un peso del 5%, pero queremos duplicarlo este 2018", reconocieron fuentes de Verkos Laboratorios, compañía aragonesa para la que el mercado nacional en todo lo que es la gran distribución, con presencia en las secciones de perfumería y farmacia, sigue representando el grueso de la facturación, que alcanzó en 2017 los 4,2 millones de euros, un 2% más que el año anterior. Con tienda ‘on line’ desde hace tres años, la venta por internet sigue representando un pequeño porcentaje de su negocio, pero les sirve para llegar a esos consumidores que no pueden realizar la compra física en el supermercado a la farmacia.

"Lo que queremos al cumplir cien años es que la calidad siga siendo nuestro sello. Como siempre decimos el marketing está en el interior del producto. Hacemos un dentífrico con ingredientes y esencias naturales como la mirra que traemos de Etiopía, la vainilla de Madagascar o la menta del Reino Unido. Y eso es lo que nos caracteriza y más valora el consumidor", indicaron desde la dirección de esta empresa familiar aragonesa que ha sabido conservar su identidad frente a multinacionales que en más de una ocasión han tratado de comprarlos. La potencia de la marca Kemphor que Serrano Mañueco registró en 1937 –aunque su primer producto fue el elixir bucal concentrado que se vendía entonces a 5,7 pesetas y se sigue comercializando a día de hoy porque la crema dental no aparecería hasta un poco después, en los años 40– les ha permitido cumplir cien años. Los celebrarán principalmente con la publicación de un libro que recorrerá los principales hitos de Verkos Laboratorios, que da trabajo actualmente a 35 personas en sus instalaciones de Pinseque.

Las esencias naturales como marca de la casa y la investigación al servicio de la higiene bucal han marcado la trayectoria de una firma que empezó en 1918 fabricando desde esparadrapo a fórmulas para emplastos inyectables, jarabe para la tos, calcio o granulados hasta agua oxigenada o colirios. Sin embargo, con el paso de los años las especialidades farmacéuticas se fueron abandonando progresivamente para centrarse en los productos de la boca. Algo que sería definitivo en 1990. Desde entonces el dentífrico Kemphor y el elixir han centrado la actividad productiva de Verkos Laboratorios. Una evolución importante en el elixir fue sustituir hace unos años el envase de vidrio por uno de diseño personalizado en plástico PET, indicó la firma.

Desde 1938 en que Verkos Laboratorios levantó una nueva sede, un edificio racionalista hoy desaparecido –en el número 3 de la calle Cervantes– hasta su traslado a Pinseque en 1976 por necesidades de espacio, la empresa familiar se centró en el crecimiento y poco más. En 1991 Verkos sufrió un incendió que destruyó buena parte de las instalaciones, hizo que la producción estuviera parada tres meses y obligó a levantar una nueva fábrica que fue posteriormente objeto de una ampliación de 2.300 metros cuadrados para incluir más laboratorios y sala de I+D+i con el fin de cumplir los exigentes estándares en calidad ‘GMP’.

A lo largo de estos años, las inversiones en la empresa han sido permanentes, pero sobre todo en la década de 1991 a 2001 se procedió a automatizar completamente la producción con robots que cogen los tubos, los sellan, los meten en el estuche y los cierran a razón de unos 7 millones al año. La última inversión fue la de 2017, de 200.000 euros, en un sistema para la purificación de todo el agua que se emplea en la elaboración de los distintos productos.

El desafío a futuro: mantenerse y crecer en el mercado nacional, tener más presencia en el internacional y seguir trabajando por mejorar la higiene bucal de todos.

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