El Huesca se ahoga en la indefinición

Los de Leo Franco no aprovecharon las ventajas que les ofreció el duelo por culpa de un ataque nulo y ahogado en la urgencia de las tres derrotas seguidas.

El próximo encuentro de la SD Huesca tendrá lugar contra el Atlético de Madrid en el Wanda Metropolitano.
El Huesca se ahoga en la indefinición
Rafael Gobantes

Pasaron tantas cosas que de ninguna se aprovechó la Sociedad Deportiva Huesca. Ni de las expulsiones de Juanmi y de Theo ni de las numerosas ocasiones que volvieron a marrar los azulgranas en otra noche de regusto amargo y resultado calcado al de una semana atrás con el Rayo Vallecano. Entre medias, el equipo de Leo Franco mejoró en algunos aspectos y se ahogó una vez más en la indefinición. En la falta de gol y en la manera de jugar, que apenas asomó entre las capas y capas de urgencia que volvieron a perjudicar a los oscenses.

A falta de calibrar el impacto emocional que suponen dos traspiés seguidos en el remozado Alcoraz, la quinta jornada evidencia que el Huesca se sigue buscando. Ofreció una sólida imagen inicial en Eibar que se ha ido quebrando en las semanas posteriores. La goleada en el Camp Nou se interpretó como un asterisco en la trayectoria de un recién ascendido y el doble 0-1 con Rayo y Real Sociedad saca a la superficie esa búsqueda inacabada de un sello propio en los de Leo Franco. Otra cuestión que no ofrece dudas: con la garra no alcanza para la Primera División.

Las olas grandes de las que ya había advertido el entrenador argentino volvieron a denunciar las carencias de un bloque que no ha jugado tan mal como para encadenar estas tres derrotas ni ha encontrado el orden y el concierto. Tampoco con el once inicial, que prometía una pequeña revolución y se quedó en lo de casi siempre con algunos futbolistas en otras situaciones.

El sistema se situó durante la semana en el centro del debate y los leves retoques del preparador apenas generaron una mejoría entre los futbolistas que menos lucen dentro del 4-4-2, sobre todo del centro del campo en adelante. El arreón final, con el corazón en la boca, supuso un afilado castigo para un Huesca que fue de nuevo a más pero que se bloqueó en superioridad numérica.

Tampoco aportó calma Leo desde la zona técnica. Sí espoleó a los suyos en la caseta tras una primera mitad con poca sustancia en la que las mejores notas las supusieron la portería a cero y la relativa tranquilidad en que les dejó vivir una Real poco ambiciosa. Es cierto que, al margen del gol de Mikel Merino, por ocasiones los vascos no merecieron tanto rédito. Pero la búsqueda del empate a camisa quitada, acumulando hombres arriba y asumiendo riesgos atrás no echó agua fría a los afiladísimos nervios de los azulgranas.

Al contrario, algunos futbolistas empiezan a mostrar un rostro desesperado, de no entender nada. Es un proceso, una transición de equipo de Segunda División hacia uno de Primera, con momentos dolorosos, peajes inasequibles, horrores y también llegarán, alegrías como las de Eibar y San Mamés. El conjunto azulgrana ha entrado en una leve depresión que urge cauterizar cuanto antes porque el martes espera el Atlético en el Metropolitano. Un ogro. Cuatro disgustos seguidos harían mella en la moral de una plantilla a la que la experiencia de Leo Franco como futbolista en la máxima categoría debe servir para templar los ánimos de los suyos. Para empezar, con la gestión de los encuentros.

Aunque cueste atisbarlas tras dos desilusiones seguidas, el Huesca posee virtudes. Sobre todo, la templanza de Semedo atrás y las variantes con las que se cuenta en ataque. Es un equipo en busca de identidad. Otra semana volverá a hablarse de un hipotético cambio de sistema, de si algunos jugadores se desaprovechan en ese esquema y de que la guerra será larga y cruenta. Nada que no se supiera de antemano.

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