real zaragoza - villarreal b

Real Zaragoza: una piña con Carcedo

La imagen más reveladora del partido estuvo en torno a la figura del entrenador cuando Grau abrió el marcador: todos los jugadores se lo dedicaron al discutido entrenador.

Real Zaragoza-Villarreal B
Real Zaragoza-Villarreal B
Toni Galán

Si alguien no había escuchado nunca el sonido de la cuchilla de una guillotina al caer; pudo descubrirlo -¡zas!- en La Romareda cuando la fría hoja metálica caía sobre Juan Carlos Carcedo… Y, en esas, como un ‘deus ex machina’ certero y agónico, Alberto Zapater tiró de los pies del entrenador para alargarle la vida e hincharle de aire los pulmones. Un alivio. Un triunfo. Un poco más de tiempo. Una dimensión que en Segunda División lo puede significar todo, quizá, en el caso que nos ocupa, un punto de inflexión o, al contrario, una huida hacia delante. Eso lo veremos en próximos episodios…

De momento, ese balón empujado por Alberto Zapater a gol con el corazón en la boca, le ofrece a Juan Carlos Carcedo el único botín que de verdad compra cosas en este oficio: un resultado, una victoria. El técnico no pasó buen trago, porque su equipo jugó una primera mitad de apreciable nivel, con fútbol para más, pero que fruto de su mismo estado de inseguridad cedió terreno y el empate al Villarreal B.

Entre medio de todo, el técnico riojano se escuchó de nuevo el "Carcedo vete ya". Un coro ya afianzado, desplegado por La Romareda en varias fases del encuentro: cuando no llegaba el gol y el equipo amagaba con anudarse los pies; cuando el visitante igualó y amenazó con redactar la crónica negra de un entrenador; y también cuando el Zaragoza ganó, cuando metió el gol definitivo y el pito del árbitro señaló el final. También ahí llovió ácido sobre Carcedo, a quien solo más victorias y el crecimiento clasificatorio del equipo librarán de ese estigma y lo reducirán a un tímido olvido.

Aun con todo, el técnico, más allá de la desaprobación del público, se llevó lo mejor que puede llevarse un entrenador a la cama de la mano de un triunfo: el apoyo manifiesto de sus futbolistas. No es un asunto cualquiera cuando se trata de alguien bajo el riesgo del despido, expuesto a todo tipo de tensiones y cuestionamientos. Si entre las razones por las que el Zaragoza ni funcionaba ni ganaba alguien reseñó algún ejercicio de desconfianza del vestuario o, peor aún, un divorcio entre futbolistas y entrenador; la escena del primer gol del equipo contra el Villarreal B desveló lo contrario.

Fue marcar Jaume Grau, y los jugadores correr hacia Carcedo, abrazándolo, palmeándole la espalda con fuerza y animándolo. Una dedicatoria colegiada que emite un significado profundo y que los futbolistas supieron calcular y representar. Al menos, en el vestuario, Carcedo cuenta con apoyos solventes.

Eso es lo que el equipo quiso dejar ver ante la luz de los juicios que perseguían al preparador riojano en la previa del partido. Ellos están con el entrenador. Llegados a este punto, no un asunto a descuidar. La piña con Carcedo fue la piña de un equipo que, por encima de todo, cree en su entrenador.

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