Manuel Fontenla: "Zaragoza es acogedora, la gente amable y me siento muy aragonés"

Gallego de Padrón, exfutbolista del Zaragoza y del Granada, de exquisita zurda, lleva más de medio siglo en Zaragoza y fue uno de los amigos más entrañables de Violeta.

Manolo Fontenla fue un elegante centrocampista del fútbol español de los 60/70.
Manolo Fontenla fue un elegante centrocampista del fútbol español de los 60/70.
H. A.

Manuel Fontenla Barreiro nació en lugar de Pazos, en Iria Flavia, Padrón (La Coruña, 1943). Era hijo de campesinos, Manuel y Carmen, y más de una vez fue al prado con las vacas y tuvo una niñez modesta, encauzada por dos ríos, el Sar, que cantó Rosalía de Castro, y el Ulla. De sus recuerdos de infancia recupera a aquellas mariscadoras que traían berberechos, mejillones o sardinas y las vendían o las cambiaban por hortalizas. Su verdadera pasión, desde muy joven, fue el fútbol: en la carretera principal que iba hacia Vigo, con sus amigos de colegio y de fantasías (una de ellas era pescar la mejor lamprea de la tierra, esa que canta Álvaro Cunqueiro en sus artículos culinarios), inventaba un campo de fútbol: dos piedras eran las porterías, el larguero y los postes un dibujo en la imaginación, y la pelota rodaba. Fontenla pronto demostró que tenía talento y una zurda cada vez más exquisita, que se afirmaba en el regate en corto y en el buen toque. Antes de que se diera cuenta ya jugaba en Flavia; más tarde lo fichó el Arosa. Hizo cursos de contabilidad y accedió a la empresa de pieles, Picusa, donde trabajaba el joven Pepe Domingo Castaño, que quería ser cantante y locutor de radio. Y lo sería, y bien famoso.

¿Cómo llegó aquí?

El Lugo, de Segunda División B, tenía un entrenador al que le gustaba el buen fútbol: Olmedo, había sido un futbolista fino en el Real Madrid. Había por ahí rondando una oferta del Atlético de Madrid, pero el míster me dijo que me iría mejor el Zaragoza, que practicaba un fútbol exquisito que se ajustaba mejor a mi estilo. Y aquí nos vinimos…

¿Quiénes?

En un taxi desde Lugo, un portero, Roca, y yo. Era mayo de 1966. El entrenador era Daucik. Roca pareció no interesarle, y a mí me dijo en su peculiar castellano: "Tú quedar aquí".

Empezaba bien. Aquel era el equipo de los Magníficos.

Sí. Y era imposible entrar en medio de aquella alineación que se sabía la gente de carrerilla. Creo que me vendieron por unas 300.000 pesetas. Antes de regresar a casa para pasar el verano, me devolvería Pais en su coche, pude debutar en aquel equipo extraordinario. Jugaba de maravilla, en todas las líneas. Y los entrenamientos eran una fiesta. Arriba, como se sabe, estaban Canario, Santos, Marcelino, Villa y Lapetra. Y atrás Violeta, que ya era muy bueno y sería mi gran amigo del alma, y Santamaría y Reija. Todos. ¿Sabe cómo debuté?

Diga, diga.

En Granada. El Zaragoza, con motivo del traspaso del central Manolo González, fue a jugar un partido. Daba gusto entrenar con aquella plantilla. Aquí, además, había varios gallegos: Cortizo, que se marcharía ese año, Reija, Marcelino, Pais y un chico que apenas jugó, Iglesias.

¿Lo acogieron bien?

Muy bien. Reija, que había vivido de patrona en la calle Gascón de Gotor, 3, me la recomendó. Muy cerca de la Casa del Duende. Era una señora mayor, atenta, y yo viviría en su casa los cuatro años que estuve aquí. Enfrente de la vivienda, vivía Esperanza, un poco más joven que yo. El roce hace el cariño, de ahí se pasa al amor y acabaríamos casándonos en la iglesia de la calle Corona de Aragón.

"Reconozco que Carlos Lapetra era especial. Era un artista, tenía una pierna izquierda increíble"

¿Quién le sorprendió de los jugadores?

Todos tenían su personalidad, pero reconozco que Carlos Lapetra era especial. Era un artista, tenía una pierna izquierda increíble. Aprendías mucho a su lado, y poseía regate y visión de juego. Marcelino remataba de maravilla. Aquí era como un dios. Había marcado el golazo a Rusia, y deslumbraba con su volvo rojo. Éramos buenos amigos y fui bastantes veces con él. Por entonces, el Real Zaragoza aun jugaría la final de la Copa del Generalísimo: venció al Athletic de Bilbao por 2-0, y de no ser por el portero Iríbar, se habría llevado media docena.

Usted estuvo aquí…

… cuatro años. El equipo, con Ricardo Usón de presidente, iba un poco regular. Los Magníficos, por las lesiones y otras circunstancias, tuvieron una vida más bien breve. Yo jugué poco el primer año; 16 o 17 partidos, el segundo; algo más el tercero y poco el cuarto. Tuvimos como entrenadores a Roque Olsen, César Rodríguez y Rial. Llegué a formar en la media con Violeta; Fontenla, Violeta. Lo recuerdo con emoción. Me llamaron de Granada y allá me fui.

Donde ya había estado hacía años.

Sí. Por allí andaba Enrique Porta Guiu, que le costó entrar en el equipo y acabaría haciéndolo con el ocho a la espalda, y fue Pichichi de Primera División en la temporada 1971-1972. Quedamos sextos en la Liga. Teníamos fama de duros por Aguirre Suárez y Fernández. Fue una época espléndida para mí. Me valoraban, era el creador de juego, admiraba a Luis Suárez, Manolo Velázquez y Fusté, y a Lapetra, claro. Me sentía cómodo en Granada: como me sucedía en Zaragoza, me gustaba la ciudad, tenía amigos (recuerdo que con el portero Ñito quedábamos a comer algunas veces con Rocío Jurado), me entendía con el entrenador. Y me casé aquí. Al cabo de un tiempo llegaron tres exzaragocistas: Hidalgo, el portero Javier Izcoa y luego iría el centrocampista Chirri. Larrauri, un medio defensivo del Bilbao, me lesionó y acabé yéndome de ahí al final de la tercera campaña al Burgos, en Segunda. Coincidí con Juan Gómez, Juanito. Por la antigua lesión y la falta de confianza del entrenador, lo dejé y volví a Zaragoza.

¿Qué hizo?

¿No lo sabe? Gracias a que era un poco conocido y gallego, me dieron trabajo en el Banco Pastor, donde estuve casi 30 años. Y eso me permitió salir adelante en una existencia tranquila. Durante algunos años, Violeta y yo vivíamos en la misma casa (luego se pasó a enfrente). Nos hemos visto a diario. Era un portento físico, un jugador excepcional, un gran capitán, y eso se vio aun mejor con los Zaraguayos. Le habría hecho muy feliz la medalla de oro que le da Zaragoza con carácter póstumo. Salíamos a pasear y a conversar a diario. Era un experto en setas, se las conocía todas y le gustaba que fuésemos a los montes a buscarlas.

"Violeta era un portento físico, un jugador excepcional, un gran capitán, y eso se vio aun mejor con los Zaraguayos. Le habría hecho muy feliz la medalla de oro que le da Zaragoza con carácter póstumo"

Es del pueblo de Camilo José Cela y del lugar donde está la casa donde murió Rosalía de Castro. Dijo: "Quero ver o mar".

Y eso que desde allí no se ve. Ella para nosotros es lo más, y me emociona que sea reconocida y leída. A Cela lo saludé en una recepción; el alcalde era muy amigo suyo y le dijo: "Un paisano que jugó en Primera División". No reparó...

¿Qué ha significado Zaragoza para usted?

Todo. Me siento aragonés, llevo aquí 56 años, aunque las raíces son las raíces. Desde que salí de casa en 1966, regreso todos los veranos a Padrón y reconozco que allí está mi infancia, un mundo que llevo dentro, pero Zaragoza me lo ha dado todo. Es una ciudad acogedora, cómoda, la gente es amable y encantadora, aquí he cumplido mis sueños. He debutado en Primera, he jugado con los Magníficos, tengo grandes amigos en el fútbol y, sinceramente, estoy muy a gusto en Zaragoza y en Aragón. La vida hay sido generosa conmigo. 

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